"El año pasado en el Black Friday repartí entre 160 y 170 paquetes diarios", recuerda un autónomo, que espera su turno para cargar. En ese intervalo, aprovecha para comprar un pincho en un establecimiento hostelero cercano, con otro compañero que distribuye pedidos, pero con la diferencia de que forma parte de la plantilla de Areatrans.

Ambos van ataviados con chalecos naranjas reflectantes, pero el autónomo no porta identificación y el asalariado luce el logotipo de la empresa de transporte. Su tema de conversación, entre mascarillas: el Black Friday. El reloj marca las 11.00.

"ESTOY REPARTIENDO, VUELVO EN CINCO MINUTOS"

"ESTOY REPARTIENDO, VUELVO EN CINCO MINUTOS"

A escasos metros de allá, una hilera de camionetas blancas relucientes, algunas sin rotular y otras con el distintivo de la firma de vehículos de alquiler Hertz, aguardan junto a la nave con los distribuidores en su interior. Todas enseñan en sus salpicaderos un folio, tamaño din A4, con un mensaje impreso en letras negras y mayúsculas: "Estoy repartiendo, vuelvo en cinco minutos".

En cambio, otros conversan en grupos en la entrada de las instalaciones, al mismo tiempo que un empleado de Areatrans coordina a las camionetas, con una hoja que señala las horas asignadas a los mensajeros para recoger las cajas cada cinco minutos. "¿Cuántos paquetes llevas hoy, Brian?", pregunta un trabajador que acaba de llegar, a otro en un diálogo distendido. "La aplicación me indica que debo entregar 108 paquetes. ¡Dos palés!, pero creo que son más", responde desde el interior del vehículo.

El 99% de los repartidores se corresponde a un perfil de hombre, la mayoría de entre 20 y 30 años; y escasamente un 1% está representado por mujeres.

UN CAMIÓN SALE Y OTRO ENTRA

UN CAMIÓN SALE Y OTRO ENTRA

Apenas han transcurrido cinco minutos entre la salida de un camión de las instalaciones, y la llegada de otro, que tarda solo 20 minutos en descargar en el interior de las naves, que desde el exterior se observan espaciosas y vacías.

Explanada con camionetas de reparto en el polígono Noáin-Esquíroz. Oskar Montero

Parte de los vehículos cargan dentro y otros en la calle, en el que decenas de camionetas aparcadas se extienden por esa calle del polígono y aledaños, incluso hasta una explanada desde la que se divisa el aeropuerto de Noáin. Son las 11.30, y ya queda menos para que los pedidos lleguen a sus destinos