Un largo y desequilibrado crecimiento, dos recesiones consecutivas que dibujaron una crisis interminable y una recuperación sostenida, saludable. Y, cuando de nuevo parecía que nada amenazaba la expansión, lo inimaginable: un confinamiento que se llevará por delante casi 1.825 millones de riqueza.

Navarra cierra de este modo la segunda década del siglo, aguardando la vacuna que le permita pisar de nuevo el acelerador de su economía y seguir creciendo algo más que la media, tal y como ha hecho en los primeros 20 años del siglo XXI.

Porque entre 2000 y 2020, el PIB de Navarra habrá pasado, si se cumplen las últimas estimaciones de Funcas este último trimestre, de 11.177 millones a 19.150 millones de euros. Esto supone un avance del 71,3%, frente al 69,1% de media, una diferencia que se explica, sobre todo, por la mayor capacidad de resistencia de Navarra durante las dos grandes crisis económicas de este siglo.

En la primera, que abarcaría desde 2008 a 2013, el PIB de la Comunidad Foral se contrajo un 6,9%, frente al 7,6% de caída media. Y para este año, Funcas prevé que la economía navarra caiga un 8,7%, frente a un hundimiento del PIB en España del 12%.

En total, en estas dos recesiones (tres si se tiene en cuenta que la primera dibujó una W casi perfecta), el PIB navarro habría caído unos cuatro puntos menos que la media, compensando así el menor dinamismo de los dos periodos de crecimiento, especialmente en el primero. Entre 2000 y 2008, la economía navarra creció un 0,7% menos de media anual que el conjunto de la economía española, dopada con un mayor volumen de deuda y un mayor peso del sector inmobiliario y constructor.

Por el contrario, el último sexenio de crecimiento (2014-2019), más equilibrado y con una menor entrada de población extranjera, ha igualado a Navarra con la media: un 21,7% acumulado frente a un 22% de media.

Con una peculiaridad. A pesar de las advertencias apocalípticas de las fuerzas políticas conservadoras y de algunos lobbies afines, Navarra firmó un crecimiento inferior al prometió entre 2013 y 2016, un periodo con Gobierno de UPN hasta 2015, y algo superior entre 2017 y 2019, ya íntegramente con el nuevo Gobierno presidido por Geroa Bai.

Cierta pérdida de ventaja

La estructura económica de Navarra, más equilibrada, y con un mayor peso industrial y exportador, permite así a la Comunidad Foral diversificar riesgos y no depender en exclusiva de un único sector, más allá de que, a medio plazo, parece complicado que la automoción mantenga niveles productivos tan elevados como los actuales en Europa.

"La apertura comercial al exterior es en Navarra significativamente más intensa, sobre todo a partir de 2007", explica CaixaBank Research, en su último diagnóstico estratégico de la economía navarra, un informe coordinador por Rosa Oliveros. "Las empresas exportadoras parecieron encontrar entonces refugio en otros países ante la falta de demanda interna", añade.

La potencia del sector exterior navarro, asentado ya no solo en la automoción, sino también en las energías renovables y en el sector agroalimentario, el que más ha crecido en los últimos años, podrían permitir a Navarra además crecer también algo más que la media el año que viene. Y, de este modo, la economía de la Comunidad Foral podría convertirse, allá a finales de 2022 y según Funcas, en la primera que recupere los niveles de PIB de 2019.

El crecimiento acumulado durante este siglo ha permitido a Navarra mantenerse entre las tres primeras comunidades de España en renta per cápita, si bien ha perdido un puesto. La Comunidad Autónoma Vasca, con un crecimiento muy superior en productividad, ocupa ahora la segunda posición por detrás de Madrid. Navarra, de hecho, empeora en cierto modo su posición relativa. "Entre 2000 y 2018, el PIB creció algo menos que la media española -explica CaixaBank-, mientras que la población aumentó un 1% anual de media, frente al 0,8% de media estatal".

De este modo, la renta per cápita de Navarra, que en 2000 era un 27,2% superior a la media española hoy es solo un 21,6% más alta. La mayor parte de la caída se produce en todo caso entre 2000 y 2006, en pleno boom constructor e inmobiliario. El mejor desempeño durante las crisis permitieron a Navarra mantener ese diferencial positivo respecto a otras comunidades, pero, por el contrario, la profundidad de las recesiones "la han alejado de las regiones europeas más prósperas". Si en 2008 había escalado hasta el puesto 32, en 2017, último periodo del que existen datos comparables en el conjunto de la Unión Europea, ocupaba el puesto 68.

Perspectivas para 2030

Este progresivo distanciamiento de las regiones más ricas de Europa es quizá uno de los síntomas más preocupantes para la economía navarra, parece haberse topado en estas dos décadas con los límites de su modelo de crecimiento. "El modelo productivo de Navarra está sustentado en sectores y actividades menos intensivos en conocimiento -explican desde CaixaBank Research-, por lo que la comunidad aprovecha de forma insuficiente los recursos humanos cualificados".

Dicho de otro modo, un número creciente de jóvenes toma el tren o el avión para desarrollar sus carrera profesional en Madrid o en otras ciudades europeas que presentan una oferta empresarial mucho más atractiva y competitiva en sectores tecnológicos emergentes. Dentro de España, incluso territorios como Málaga destacan por su crecimiento en las dos últimas décadas y se confirman como polos económicos alternativos a los tradicionales.

El informe afirma que la Comunidad Foral debe seguir apostando por los sectores donde exhibe ventajas competitivas claras, es decir, automóvil y mecatrónica, bienes de equipo, agroalimentario y biomedicina. "El desarrollo de estas actividades va a depender de la mejora continua del sistema de innovación regional (en términos de excelencia investigadora), transferencia tecnológica, interconexión de los agentes y proyección en el espacio europeo".

Asimismo, como en el resto del país, el estudio alerta de que "la capacidad de innovación está restringida por la estructura empresarial atomizada y, en consecuencia, las agrupaciones de empresas innovadoras o estructuras clúster son la alternativa. "Todo ello debe confluir en empresas más adaptadas o preparadas para asumir los retos disruptivos que conlleva la cuarta revolución industrial (la digitalización y la industria 4.0, entre los más prioritarios)".