Si la desigualdad tiene mil formas, quizá una de las más peligrosas sean la generacional. Y abundan los datos que la respaldan, los que han contribuido a crear la sensación de que, por primera vez en décadas, una generación puede vivir peor que sus padres.

En la última década y en una comunidad tan próspera como Navarra, la brecha salarial entre los trabajadores más jóvenes, aquellos que apenas han cumplido los 35 años, y los más veteranos, hijos del baby boom que hoy tienen entre 45 y 60 años, no ha dejado de crecer.

Esta diferencia en los ingresos, que ha existido siempre y que forma parte del desarrollo habitual de las carreras profesionales, se ha duplicado en la última década. Si en 2008 una persona entre 25 y 35 años cobraba por término medio unos 3.600 euros menos al año que un trabajador de entre 45 y 54 años, entre los mismos grupos de edad la diferencia es hoy de 7.600 euros.

Un dato que corrobora lo que es moneda común: la precariedad se extiende y ya no afecta solo a quienes dan sus primeros pasos en el empleo, sino que se prolonga cada vez más año, hasta condicionar a los proyectos de vida de quienes rondan y en muchos casos superan los 30 años.

La rotación masiva de trabajadores en las empresas, la introducción de dobles escalas salariales, o al menos el alargamiento de la carrera profesional, y el uso masivo de contratos temporales y a tiempo parcial, así como los recortes de sueldo que muchas empresas aplicaron para salir de la crisis, han hecho que el sueldo medio de las trabajadores menos experimentados apenas se haya movido en toda la década. En 2019, llegaba a 22.705 euros, apenas un 2% más que en 2008, cuando el salario medio alcanzaba los 22.219 euros.

En este tiempo, el IPC ha crecido un 14,8%, con lo que la pérdida de poder adquisitivo superaría el 12%.

Y aún más claro es el caso de los trabajadores más jóvenes. Porque los datos salariales de los menores de 25 años muestran una precariedad todavía más sangrante. Quienes hoy se incorporan al mundo laboral lo hacen en condiciones claramente peores que en 2007 y 2008. Los datos de la Encuesta de Estructura Salarial, que en el caso de Navarra parten de un número limitado de empresas, muestran que el salario medio es de apenas 13.615 euros, frente a unos 15.524 euros de 2008. Una caída de 1.909 euros que se traduce en una pérdida de poder adquisitivo superior al 26%.

En ningún otro grupo de edad la pérdida de poder adquisitivo es tan alta. De hecho, entre todas las cohortes de edad, el salario medio crece por encima de la inflación acumulada.

Esta es solo una de las muchas brechas de un mercado de trabajo cada vez más dual y polarizado. Se mantiene, apenas corregida levemente, la brecha entre hombres y mujeres; persisten las diferencias entre aquellos trabajadores con nacionalidad española y extranjeros. Y, en suma, se han ampliado las diferencias entre los salarios más altos y más bajos.

Para medirlo, la Encuesta de Estructura Salarial del INE divide a todos los asalariados en diez grupos ordenados de mayor a menor salario. Así, el 10% de trabajadores que menos ingresa, unas 25.000 personas, gana de media 10.070 euros, 1.000 euros más que hace una década. Por el contrario, las 25.000 personas con salarios más altos ingresan en torno a 45.500 euros, frente a los 37.800 euros hace una década.

Es decir, la diferencia ha pasado de 28.000 a 35.500 euros. Dicho de otro modo, la brecha entre estos colectivos ha crecido en torno a un 25%. En el mismo tiempo, el salario más frecuente ha pasado de 21.300 a casi 25.000 euros, con lo que ha crecido alrededor de un 15%, batiendo por poco a la inflación.