Economista y profesor de Deusto Business School, Massimo Cermelli advierte del riesgo de que la economía comience a sufrir la temida estanflación, la suma del estancamiento y la inflación.

El Gobierno achaca casi toda la responsabilidad del aumento de los precios a la guerra, pero lo cierto es que los precios llevan un año disparados.

—La inflación no solo está provocando que los precios sean más caros, sino que además está acelerando ese proceso. Más del 70% del actual la traíamos ya, con problemas como las crisis de suministros y el repunte del mercado energético. Todo el mundo esperaba que la inflación se fuese suavizando y ahora la invasión rusa rompe todos los esquemas de la economía. El problema ahora es cómo parar esta espiral de precios. Hemos vuelto a las tensiones inflacionistas de la década de los años 70.

¿Hasta cuándo vamos a sufrir estos niveles de precios?

—Lo más probable es que el BCE adelante a este año la subida de los tipos de interés, que estaba prevista para 2023. Eso va a servir para ralentizar la subida de precios gracias a una política monetaria restrictiva, pero eso conlleva también el riesgo de colocar a la economía en un escenario de recesión, lo que se conoce como estanflación. Por ejemplo, si el BCE sube los tipos de interés, esa medida afectaría al pago de las hipotecas. Hay hogares que están sufriendo ahora la subida de la factura energética y abocarles a una subida de la hipoteca podría ser un problema adicional. Creo que estamos destinados a una caída del consumo en los próximos meses. En un contexto como el actual, de salida de la crisis provocada por la pandemia, quizá no es el mejor momento para tomar esta medida. Por otra parte, los fondos europeos, destinados a la digitalización y la innovación, son positivos porque garantizan la posibilidad de reactivar la producción sin tensiones inflacionistas.

¿Cómo afecta la inflación a trabajadores y pensionistas?

—Los trabajadores van a estar más desguarnecidos. Se calcula que siete de cada diez empleos en Euskadi están desprotegidos contra la inflación por la pérdida de poder salarial. Por su parte, los pensionistas sí han compensado gran parte de la subida del año pasado, aunque estamos hablando de cantidades no muy elevadas y, además, es un colectivo menor en número que el de los trabajadores.

¿Qué valoración hace de las medidas de contingencia presentadas esta semana por el Gobierno?

—Van en la buena línea, pero hay que poner el foco a largo plazo. Las medidas deben ser sostenibles en el tiempo y, sobre todo, no contribuir a generar más déficit público ni deuda en un momento en el que empezábamos a dejar atrás la crisis por la pandemia. Pero, además, se necesitan reformas estructurales. Por ejemplo, debemos alcanzar una mayor independencia energética. Lo que ha pasado en estos dos años, junto con la guerra en Ucrania, ha puesto de relieve que debemos cambiar nuestra manera de consumir.

¿Cree posible un cambio cultural en el consumo tras esta crisis?

—Los problemas económicos relacionados con la energía siempre hacen replantear muchas cosas en la sociedad. Por ejemplo, la crisis del petróleo de 1973 provocó que se introdujera el cambio de hora para ahorrar electricidad. Lo que vivimos ahora puede ser parecido. Nos va a sensibilizar más con algunos aspectos, como la revalorización del consumo de kilómetro 0, y va a empujar a depender menos de gas y petróleo y apostar más por las renovables. Debemos hacer un uso más racional de los recursos energéticos y, en el plano financiero, apoyar inversiones sostenibles a nivel social y medioambiental.

¿El ahorro generado en estos dos años se empieza ya a disolver?

—La inflación ya se está cobrando sus víctimas. La pandemia había supuesto un nivel de ahorro históricos para algunas familias y ahora ese ahorro se lo está llevando la inflación. Todo ese colchón se lo come ahora la subida de precios.l