Al pie del cañón, y desde sus tractores, fueron varios los vecinos que quisieron mostrar su malestar. Salva Moreno se sumó a la movilización desde Sartaguda porque “la burocracia es insoportable, y en las condiciones en las que cultivamos no podemos ser competitivos. Estamos ahogados, en la ruina”.

La media de edad de los agricultores en Navarra, apuntaba, “es de 61 años. ¿Qué pasaría si nos jubiláramos como en alguna gran empresa o como en la banca? No comeríamos. Pero es que, aun haciéndolo a los 65, en 10 años esto desaparecería. Yo no quiero que mis hijos sean agricultores”.

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De acuerdo con Moreno, uno de los mayores problemas “es la carga burocrática; es algo que no podemos derivar, no es rentable y cada vez nos piden más y más. No sé si puedo ser optimista porque al ser una movilización espontánea, no tenemos quien nos represente o quien vaya a ir a negociar. Los sindicados nos han dejado tirados, se han desmarcado”.

Por otro lado, Ángel Prado, agricultor de 67 años de Azagra, lleva desde los 16 en el campo, un tiempo que le da mucha perspectiva y, por este motivo, explicaba, “lo que tenemos es hartazgo. Con la coyuntura actual todo ha subido; los abonos, el combustible… Y para más inri, el Gobierno foral nos cambia el método para hacer la renta. Además, creo que los sindicatos están muy, muy acomodados”.

De acuerdo con Prado, “el tema de los fitosanitarios es un desastre; a los alimentos importados les tienen que exigir lo mismo que a los nuestros”.

En el caso de Azagra, exponía, “no hay mucho agricultor joven, pero de todas formas no sabría cómo calificar a quienes ahora se meten a este sector; casi, casi como héroes. Me parece un milagro. Yo, ahora mismo, me lo tendría que pensar muchísimo”.

Dos de los pocos jóvenes

Desde Lodosa, Jesús Aguirre aseguraba que “estamos hartos del papeleo, de que no nos dejen hacer nuestro trabajo, y de la competencia desleal por parte de otros países. Ahora mismo nuestro producto no vale nada”.

Él, como uno de los agricultores jóvenes de la zona, entiende que otros no sigan su ejemplo; “estarían locos. Estamos hablando de inversiones muy grandes y de mucho trabajo sin horas concretas. Es algo que te tiene que gustar; tiene que ser vocacional. Yo soy un enamorado de esto, y estudié para ello, pero poco a poco me voy desencantando. Y es que ya no hablamos de que no haya ayudas económicas, sino de que no hay facilidades”.

Para terminar, y dentro de las reivindicaciones, dejaba claro que “la agenda 2030 me parece un disparate; perjudica a todo el mundo, no solo a nosotros, porque nos van a decir desde un despacho lo que se puede o lo que no se puede cultivar y cuándo hacerlo. ¿Cómo saben si yo puedo poner, por ejemplo, guisantes en mi zona? ¿Desde el inicio vamos a ir a pérdidas? Son exigencias, ya no difíciles de acometer, sino inviables”.

Y, desde Andosilla, Marina Amatriain, de 34 años, comentaba que durante toda la jornada notaron el apoyo de la ciudadanía “y ahora hace falta que nos escuchen y respalden los de arriba. Queremos que la gente sepa cómo estamos, y que muchas veces, lo que comen, no es saludable porque viene de fuera y no está controlado. Es más barato, sí, pero porque no se somete a las rigurosas pruebas que nos exigen a los demás. Hay que dejar claro que lo que la gente paga por los alimentos no es, para nada, lo que nosotros cobramos”.

“Cómo va a querer alguien meterse ahora a esto; solo lo haces si es algo que mamas en casa”. Además, y en cuanto a si esta situación es sostenible, apuntaba que “hoy en día, o tienes varios cultivos para que, con uno, libres el otro, o es imposible. Son muchísimos los gastos y no llegamos”. – M.S.G.