Con 17 años Eusebio Pérez se marchó de la casa natal en la localidad granadina de Láchar. “Mis padres no supieron nada de mí durante ocho días”, relata el protagonista de esta historia que comienza en 1963.

En un principio, eligió como destino Barcelona; pero en el trayecto que emprendió con un amigo, cambió de opinión porque en la capital catalana vivía un tío que igual le obligaba a regresar al pueblo. “En Madrid nos acordamos que David, otro amigo, emigró a Pamplona; y por eso, nos dirigimos a Navarra”, narra con su acento andaluz.

Eusebio, pulidor que obtuvo el certificado escolar durante el servicio militar, comenzó a trabajar en la construcción. En cambio, su amigo se marchó de Pamplona dos meses después de haber llegado.

“Me comentaron el proyecto de Potasas y me presenté en el despacho del obispo para pedir que me firmara una carta de recomendación para emplearme en la mina”, rememora.

En la residencia del obispo

Este religioso procedía de Cáceres y cuando Eusebio fue a su residencia, delante de él aguardaba una familia extremeña para entrevistarse con el obispo. “Como soy pequeño de estatura y apenas pesaba 40 kilos, me colé con ellos como un hijo, porque pensé que así podría tener más posibilidades de que me hiciera caso”, comenta Eusebio.

"Obtuve una recomendación del obispo; en aquella época la Iglesia tenía mucho poder"

A pesar de que el secretario de su eminencia recriminó al joven granadino su actitud, obtuvo la carta de recomendación. “En la dictaduras, la Iglesia gozaba de mucho poder”, repite.

Así que le contrató la empresa de Potasas como transportista en 1963 antes del inicio de las extracciones en la mina. “Apenas duré un año, porque aquello no me gustaba”, confiesa.

Las Comisiones Obreras

Sin embargo, regresó ocho años después a la mina. “Cuando vine de Granada me consideraba franquista; pero Navarra me abrió los ojos”, detalla para explicar su vinculación a las Comisiones Obreras, que actuaban de manera clandestina en el régimen. “En muchas ocasiones visité la comisaría; y siempre transmitía el mismo mensaje: solo soy un currela que quiere trabajar”, manifiesta.

"No me arrepiento de nada de lo que hice en la huelga y encierro de Potasas"

En Pamplona conoció a su mujer, oriunda del municipio cordobés de Lucena, con la que formó una familia con tres hijos en San Jorge. “Siempre he vivido en este barrio”, repite con orgullo.

En lucha por el colectivo

Eusebio formó parte del grupo de 47 mineros que decidió encerrarse en la mina de Potasas para luchar por mejorar sus condiciones laborales: el derecho a la huelga y el de reunión en asambleas; el incremento de salarios para combatir una inflación disparada; la reducción de la jornada o la readmisión de compañeros despedidos por motivos injustificados. “No me arrepiento de nada de lo que hice hace 50 años”, pronuncia de manera tajante.

Pero, al igual que el resto de mineros, fue despedido por motivos sindicales. Él sumaba la edad de 30 años.

“Recuerdo aquellos días en la mina como si fueran ayer mismo. Me enorgullece nuestro compañerismo y hermandad; pero el hambre desunía”, destaca. “El último día de encierro nos comimos los caramelos que utilizábamos como tantos para jugar al mus”, detalla.

"Las 5.000 pesetas"

Quince días después del inicio de aquella protesta bajo tierra, tuvieron que salir de la mina por cuestiones de salud: falta de alimento, agua contaminada, humedad y frío. “A nosotros nos echaron a la calle, pero la empresa concedió al resto de plantilla las 5.000 pesetas de aumento de sueldo que pedíamos”, especifica.

"Mi jefe en Potasas me dijo en 1978 que yo solo regresaba a la mina por encima de su cadáver. Y no volví"

Entre 1975 y 1978 Eusebio emprendió en su taller como pulidor, e intentó regresar a Potasas. “El jefe me dijo que solo yo entraría a la mina por encima de su cadáver”, rememora. Así que recibió la indemnización y se quedó con su negocio, que ahora dirigen un hijo e hija en Orkoien. “Tenemos un trabajador contratado y siempre recalco que debe contar con un salario digno”, subraya.

"Aquí he echado las raíces"

Eusebio mantiene esta conversación el martes 21 de enero en la calle, en la entrada del restaurante en el que le esperan el resto de 14 mineros congregados para celebrar los 50 años de esa hazaña.

Al inicio de la entrevista, insiste en que no está acostumbrado a este tipo de situaciones. Sin embargo, extiende su diálogo más de 20 minutos. “Hasta se me ha quitado el hambre”, bromea Eusebio durante el relato de su vida. “Nací en Granada, pero aquí eché mis raíces, con mi mujer cordobesa, mis tres hijos y seis nietos. Y siempre en San Jorge”, concluye.