"Observo con estupor cómo chavales lanzan piedras a agentes de la Policía con motivo de un partido de fútbol; y en cambio, no se movilizan en defensa y mejora de sus derechos laborales. La solidaridad que existía antes ha desaparecido y prima el individualismo", reflexiona Luis María Barbarin, de 75 años.

El 21 de enero se acercó a un restaurante de la Rochapea para celebrar junto a otros 14 mineros jubilados el medio siglo del encierro en la mina de Potasas: los más veteranos del grupo, Paco Berrio de 84 años -originario de Etxauri y afincado en Puente la Reina- y Eusebio Pérez -granadino de nacimiento, pero navarro de adopción y siempre del barrio pamplonés de San Jorge-.

"Protagonizamos una huelga que supuso nuestros despidos, pero la subida salarial de 5.000 pesetas que reivindicábamos fue aplicada al resto de la plantilla", rememora Eusebio, a sus 80 años, con vena sindicalista. "Entonces primaba la unidad para conquistar derechos; pero ahora, ha desaparecido y ¿qué está ocurriendo? que los jóvenes no llegan a fin de mes y que no pueden comprar un piso", manifiesta.

Javier Urroz saluda a Paco Berrio a su llegada al restaurante. Javier Bergasa

En esa línea coincide, Javier Urroz, de 78 años, que trabajó de rozador en Potasas: "Luchábamos por la libertad y el derecho a la huelga, a organizar asambleas y a crear un sindicato". En la sociedad actual, echa en falta el compañerismo de su juventud. "Recogíamos alimentos y dinero para repartir entre los huelguistas y llegamos a acondicionar un almacén para acopiar víveres", cita.

Una huelga en el recuerdo

Para contar esta historia, sus protagonistas retrocedieron el pasado martes hasta enero de 1975 -último año de la dictadura con la muerte de Franco en noviembre-.

A finales de 1974 los trabajadores de Potasas de Navarra, una plantilla de 2.200 profesionales, iniciaron una huelga para lograr la actualización de los sueldos, corregir la excesiva diferencia entre los salarios existentes dentro de la empresa, dejar de vincular las nóminas a la productividad y reducir la jornada semanal de 48 a 40 horas. Tras 50 días de paro, el 7 de enero del recién estrenado año, la empresa anunció que iba a sancionar sin empleo y sueldo durante dos meses más a sus empleados, sin intención de negociar.

"La medida adoptada por la dirección nos obligó a realizar una acción más agresiva", relata Urroz. Sobre ese episodio, Barbarin remarca que comentó a sus compañeros que si finalmente no optaban por el encierro, él sí iba a entrar a la mina.

"Protagonizamos una huelga que supuso nuestros despidos, pero la subida salarial de 5.000 pesetas que reivindicábamos fue aplicada"

Eusebio Pérez - 80 años/ Minero y pulidor

Los trabajadores se dirigieron a Astrain para acceder al yacimiento desde el pozo de Undiano. Paco Berrio rememora de aquel 7 de enero que un integrante del Partido Comunista les gritaba que no se encerraran porque iba a ser un suicidio para ellos. "Algunos se volvieron, pero otros continuamos", resalta.

La Guardia Civil no supo cuántos obreros se sumaron a la protesta, y desde dentro los huelguistas dieron el número redondo de un centenar, cifra que la benemérita creyó. Pero, en realidad, 47 mineros se unieron en este acto reivindicativo.

Tardaron ocho horas en cubrir la distancia entre el pozo de Undiano hasta una sala acondicionada en el pozo de Esparza, que denominaron el hogar del minero. 50 años después de esa hazaña, 21 de ellos ya han fallecido.

El diario de un encierro

Jesús San Martín, otro de los mineros que ahora tiene 74 años, escribió un diario de aquellas jornadas de aislamiento que se prolongaron hasta el 21 de enero. La mayoría eran navarros, pero también había andaluces, manchegos, asturianos, leoneses y guipuzcoanos, con una media de 30 años y un periodo de estancia en la empresa de entre seis y ocho años.

Entre ellos se encontraban Paco Berrio, dinamitero; Eusebio Pérez, transportista; Javier Urroz, rozador; y Luis María Barbarin, topógrafo.

El ministro de Información y Turismo franquista, León Herrera, señaló aquel 7 de enero que el Gobierno era consciente de que estaba sometido a “un reto político de origen subversivo al pretender atentar contra el Estado e instituciones”.

Eusebio Pérez, con los brazos abiertos, se alegra de ver a sus compañeros. Javier Bergasa

Las asambleas

Los trabajadores organizaban asambleas diarias en las que hablaban de infinidad de temas: de la situación de la empresa, de la clase obrera y sobre política. "En aquella época, exigíamos renovar el convenio cada seis meses, porque la vida podía subir hasta un 20% en tan solo un semestre", subraya Javier Urroz.

Leían En lucha, Los fundamentos del Leninismo o el libro de Mao Tsetung. Defendían “la democracia popular para acabar con la oligarquía y el imperialismo”, y anhelaban “un Frente Democrático Popular contra el fascismo”.

20.000 empleados pararon

El espíritu de su lucha se propagó por el cinturón industrial de Pamplona y pararon hasta 20.000 trabajadores durante esos días, de los que 1.500 fueron despedidos de empresas como Eaton, Inepsa, Frenos Iruña, Safar, Ibérica o Ufesa.

Una treintena de sacerdotes iniciaron una huelga de hambre por los mineros en el Arzobispado y redactaron una homilía en la que denunciaban la injusticia social y la falta de libertad para que los trabajadores se pudieran reunir y asociar, que se leyó en varias parroquias.

"En aquella época, exigíamos renovar el convenio cada seis meses, porque la vida podía subir hasta un 20% en tan solo un semestre"

Javier Urroz - Rozador en Potasas

El régimen franquista, en decadencia, consideró esta huelga, asignada al movimiento clandestino de Comisiones Obreras, un ataque directo. En aquel entonces, Eusebio Pérez, Luis María Barbarin, Javier Urroz y Jesús San Martín eran afines a las siglas de ese sindicato.

'La Internacional'

Mientras eso ocurría en el exterior, bajo tierra el hambre comenzaba a provocar discusiones, que se superaban con el compañerismo. Sin embargo, el 21 de enero de hace 50 años abandonaron la reclusión sin conseguir sus pretensiones, porque la situación comenzaba a ser insostenible por escasear alimentos, por tener agua contaminada y por sufrir humedad y frío. Pero antes cantaron La Internacional.

"Fui el primero en salir. Todos temíamos qué podía ocurrirnos. Recuerdo el despliegue policial y la oficina habilitada en Esparza donde nos tomaron las huellas e interrogaron", manifiesta Barbarin. En dos autobuses los trasladaron a sus casas, escoltados por la policía. La gente se agolpaba en los arcenes para recibir a quienes habían defendido en las calles esos días.

Al llegar al domicilio de su cuñado, Barbarin mandó la ropa del encierro a hacer puñetas y tras ducharse dejó negra la bañera.

"Gracias, Víctor Manuel"

En esta efeméride, Jesús San Martín se acuerda de Víctor Manuel Pérez Elexpe, un militante del Partido Comunista que falleció tiroteado por un guardia civil el 20 de enero de 1975 mientras repartía octavillas del encierro de Potasas. "Queremos agradecer su implicación y desde aquí nuestro reconocimiento", manifiesta San Martín. Fue asesinado con 23 años en Portugalete. En 2010, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero reconoció a Pérez Elexpe como víctima del franquismo.

Todos despedidos

La empresa despidió a los 47 mineros por motivos sindicales, con sanciones de entre 10.000 y 50.000 pesetas; y a la espera de un juicio. Luis María Barbarin, casado y con un hijo de corta edad, se quedaba sin trabajo y sin vivienda en el poblado de Potasas. Javier Urroz, con pareja y con dos niñas de entre dos y tres años, vivía en Villava; y Eusebio Pérez, también casado y con tres hijos, residía en San Jorge.

Paco Berrio, de Puente La Reina, señala que las empresas no les admitían por haber participado en aquel encierro. "Tomaban nota de nuestra petición de trabajo, pero luego se olvidaban de llamar", añade.

"Tras 15 días de encierro, mandé esa ropa a hacer puñetas y al ducharme dejé la bañera negra"

Luis María Barbarin - 75 años/ Topógrafo

Tuvo que declararse la amnistía laboral varios años después para que parte de ellos regresara a Potasas. Luis María Barbarin trabajó en la mina desde los 21 a los 25 años; y la empresa no quiso reincorporarlo. "Demandé a la compañía, gané el juicio, me abonaron una indemnización y me cubrieron las cuotas de la Seguridad Social de varios años que luego me vinieron bien para mi jubilación", especifica.

Berrio, que inició su actividad en la mina con 25 años, fue reincorporado y sumó 29 años de trayectoria profesional en Potasas. En el caso de Urroz, durante un tiempo la empresa, aunque debía readmitirlo, prefirió pagarle el salario sin que acudiera a trabajar. Finalmente regresó en 1982 hasta 1994.

"Al ser despedidos, empezamos a buscar trabajo. Las empresas anotaban nuestra demanda, pero al saber que éramos los mineros de Potasas ya no nos llamaban"

Paco Berrio - 84 años / Dinamitero

Tras el despido, Eusebio Pérez emprendió como pulidor en un taller y quiso volver a Potasas en 1978, pero la dirección se negaba. Así que recibió la indemnización y volvió a empezar una nueva experiencia laboral que se ha mantenido en el tiempo. "Mi hijo e hija representan la segunda generación del negocio familiar Talleres Onieva en Orkoien. Contamos con un trabajador y yo ya les digo: debe cobrar un salario digno y si vosotros os subís el sueldo, él también tiene que recibir ese aumento", concluye Eusebio Pérez.