Pensar ahora en la pandemia y en lo que significó hace que siga sintiendo admiración y agradecimiento por tantas personas que, ante una circunstancia gravísima, tuvieron el coraje de responsabilizarse y recordarnos a todos que la vida seguía y que cada cual en su puesto debía colaborar para aliviar en lo posible una situación angustiosa. Tuve la suerte de que mis personas mas queridas sortearan, a veces con dificultad, un clima peligroso y asfixiante.

En lo profesional necesité seguir pintando y organicé algunas exposiciones colectivas, creí que no tenía otra forma mejor de colaborar que seguir las instrucciones sanitarias y procurar hacer todas las actividades que las normas y la prudencia nos permitían. 

En cuanto a qué nos ha enseñado la pandemia, es simplemente recordarnos que siempre hay personas que piensan en sí mismos y en los demás, quieren ser útiles y en el momento que es necesario actúan. Con su ejemplo dejaron claro que nada se había acabado definitivamente y que volveríamos a sonreír. Y eso paso en el mundo cultural, en el laboral y en todos los ámbitos de la sociedad, algo tan hermoso como constatar que antes las dificultades siempre tendremos cerca personas que trabajan para la alegría, para la vida.