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Clima y territorio, nuevas oportunidades de futuro para Navarra

Clima y territorio, nuevas oportunidades de futuro para NavarraJavier Bergasa

“Las crisis son oportunidades para cambiar las cosas, no para aferrarnos a las viejas formas”, decía Yanis Varoufakis en pleno rescate –o zozobra- de la economía griega. El exministro heleno de Finanzas y catedrático de referencia entre los economistas de la izquierda europea acaba de defender una original tesis sobre lo que él denomina tecnofeudalismo, un nuevo modelo económico que supera el capitalismo clásico –producción y compraventa de bienes y servicios en un mercado fluctuante, pero real- y que deriva ahora hacia un sistema basado en un mercado especulativo sobre las plusvalías que se generan en un mundo virtual y global, que nos sitúan a la ciudadanía, así como también a los poderes públicos, en una posición de vasallaje.

Pues bien, desde este punto de partida y desde el convencimiento de la urgente necesidad –y oportunidad al mismo tiempo- de tener que transformar nuestro modelo socioeconómico y de hacerlo pisando tierra y sorteando la presión del tecnofeudalismo, se me ocurren dos desafíos que están llamados a cobrar un papel clave en el futuro de la Navarra del siglo XXI: clima y territorio.

O, dicho de otra manera: la transición energética y el sector agroalimentario. Dos campos de juego de gran valor estratégico para la Comunidad Foral y en los que estamos obligados a bajar al terreno de lo palpable y lo local, a la vida de proximidad en nuestros barrios y pueblos, a girar la mirada hacia las raíces –en el sentido figurado y literal de la expresión- y hacia una economía real que piense en las personas. Pero también cambiando las cosas: debemos ser capaces de generar dinámicas en las que muchas pequeñas acciones locales puedan llegar a provocar grandes cambios estructurales en la sociedad, ya sea en términos de sostenibilidad ambiental o social, resiliencia o igualdad. Así pues, tenemos en el cambio climático y en la producción y consumo de alimentos, desde luego, dos grandes oportunidades para cambiar las cosas en Navarra y de hacerlo, además, en clave de políticas sociales y verdes. Ahora nos toca acertar con las teclas.

Descendiendo a un terreno más concreto, los desafíos sobre la tierra y el clima que creo debe abordar Navarra tienen que ver con cuestiones tan diversas como la dinamización de un mundo rural vivo y activo; la necesidad de hacer atractiva la actividad en el sector primario o de favorecer el relevo generacional y la incorporación de jóvenes. Tienen que ver con la apuesta por una cadena alimentaria arraigada a nuestra tierra, a la producción local y sostenible, a un tejido industrial agroalimentario propio y al comercio de proximidad. O con una respuesta ante la emergencia climática que no se base en parcheos, sino en intervenciones planificadas y transformadoras de mitigación o adaptación –ante episodios extremos como olas de calor o frío, lluvias torrenciales, inundaciones, sequías o incendios que están siendo cada vez más frecuentes- que involucren a administraciones públicas, empresas y ciudadanía… Desafíos todos ellos que tienen que ver, en definitiva, con otra forma de entender y de relacionarnos con el territorio.

Toda vez que “si siempre haces lo mismo, no esperes resultados diferentes” –como nos advierte la cita apócrifa que se atribuye a Albert Einstein-, estamos obligados, por tanto, a adoptar iniciativas disruptivas que, efectivamente, contribuyan a alterar el paso si verdaderamente queremos invertir las derivas a las que pretendemos hacer frente –calentamiento global, despoblación, envejecimiento del sector primario o dumping ambiental, económico y social en la importación de alimentos industriales- y que marquen el rumbo de nuevas políticas en los ámbitos del cambio climático y el sector agroalimentario.

Desde el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, ya desde los primeros compases de la legislatura –en apenas este año que cerramos ahora- hemos activado ya varias iniciativas que pretenden ofrecer nuevas respuestas a cada uno de los desafíos citados. Iniciativas como el programa LurBerri de relevo generacional en el sector primario, dotado con 4 millones de euros y que estamos contrastando con el sector. El sello y registro de producto alimentario local, distribuido en canales de venta directa o comercios de proximidad, con una nueva línea de ayudas de casi medio millón de euros. Las modificaciones introducidas en la PAC, consensuadas con las organizaciones agrarias. La convocatoria de 5 millones de euros para que las entidades locales ejecuten proyectos de prevención de riesgos de inundaciones. La puesta en marcha de una novedosa asamblea ciudadana que estimule dinámicas deliberativas y participativas ante el reto colectivo del cambio climático. O, finalmente, la redacción y contraste con los agentes locales y rurales implicados de un primer borrador –con 120 artículos- destinado a consensuar una nueva Ley Foral de Desarrollo Rural y Despoblación, una normativa clave para cambiar las reglas del juego en favor de las zonas rurales de Navarra para vertebrar un territorio vivo y activo.

Son todas ellas algunas de las actuaciones que empezaremos a implementar a lo largo del próximo año 2025 y que testaremos, debatiremos con los agentes implicados o modificaremos en su caso para ir adaptándonos a una realidad cambiante, pero teniendo claro el rumbo, que da título a esta colaboración: explorar el clima y el territorio como nuevas oportunidades para cambiar las cosas.