La mirada atrás, la memoria, la retrospectiva, siempre nos pone alerta y ayuda a conocerse, a madurar, a adecuarse al sentido de la responsabilidad colectiva y solidaria. Agarrados a ella, surge la idea de que no hay mejor resiliencia en la pandemia que la de los niños que se han adaptado a ver parques precintados y a observar el mundo desde una ventana. No hay mejor ejemplo que el de los mayores encerrados en casa, recogiendo la compra en el felpudo. No hay más que felicitar a aquellos adolescentes que sacaron sus estudios adelante, que no se resignaron a su sino y moldearon sus hábitos, vermús y quedadas. No hay tampoco mejor ideario que el de aquellas empresas que han decidido apostar por el teletrabajo, por otras formas de hacer las cosas. Ha tenido que venir una pandemia, no solo para saber de las habilidades del vecindario con el acordeón o para valorar el aplausómetro, sino también para conocer que en Navarra hay más de 19.000 trabajadores en el sector sociosanitario, para valorar la relevancia del trabajo en equipo, que el esfuerzo colectivo es suficientemente capaz de destrozar barreras. Llegó entonces la hora de comprobar la capacidad de mudanza de los hospitales, de improvisar UCI en lugares insospechados, de acomodar espacios en las residencias para que los mayores no sientan la soledad perenne. Al hilo de enfocar la mirada en este ámbito, también se ha constatado la necesidad de resetear el sistema, cuestión de fortalecer la investigación a través de ayudas económicas, de reforzar los servicios sociales con centros más hogareños y con un incentivo público y un mayor proteccionismo para que el trabajo sumergido de tantas cuidadoras y empleadas del hogar salga a la luz. La cuestión será también impulsar una Atención Primaria en retales, necesitada de profesionales, muchos de los cuales migran a otros lares o también optan por sectores privados, tan de moda ahora en las grandes capitales donde la sanidad particular ya recuerda al sistema salvaje de privatización impuesto en otros países.La historia ya contada invita a no reiterarse en los errores, también a perfilar los contextos futuros. Saber de dónde venimos para guiar la hoja de ruta del 2021 hacia el que vamos. Lecciones aprendidas, que ahí quedarán, no solo para no obcecarse en caer de nuevo, sino para levantarse de otra forma, interactuar sin pereza, transformar las inercias, fomentar otros modos de enfocar el trabajo, priorizar incluso los afectos tan simples que antes resultaban rutina y ahora se convierten en recuerdo añorado. ¿Nos hará mejores? Claro está que nos hará distintos, con más conciencia de grupo, de familia, de auzolan. Pese a que restringir, más o menos flexibilizado, sea el verbo a conjugar en el presente, conviene tener a mano aquello de cuidarse, reinventarse, reciclarse, compartir, conocer, innovar, imaginar, atender, atreverse, dar la mano o retomar. Volverá a ser tiempo de oportunidades, de poner el celo en el trato humano, de poner rostro a la medicina, de valorar los avances de la ciencia, de sostener al que se deje el bastón. Volverá a ser tiempo de mirar atrás para recordar a los que se han ido para que en la emoción vaya implícita un salto hacia delante. También será una época para que la Administración se replantee su azote interminable a los vulnerables (como los niños con discapacidad sin terapia por el cierre de colegios), a los sin techo, a aquellos a los que cerró los mostradores a cal y canto (como denunció Cáritas con el cierre "escandaloso" de la Oficina de Extranjería) y les dejó sin un mero gancho de conexión con un mundo que habitan igual aunque sean invisibles. La brecha digital es un abismo en hogares compartidos. Y volverá a ser tiempo de viajar y divertirse, de que la política no enmarañe las preocupaciones ciudadanas y no convierta los rankings sanitarios, los indicadores que hablan de cosas tan serias, en unas competiciones de los Juegos Olímpicos. Que se piense en el bien común, en que nadie debe quedarse atrás ni de lado, con la sensatez y el conocimiento propio que aporta el contexto reflexionado actual, vaya por delante aquello de que no se ha vivido una guerra, sino que en realidad era una emboscada tendida durante años por la propia humanidad, a pedradas unos contra otros.