pamplona - Solo ocho de los veinte entrenadores que iniciaron la temporada han conseguido llegar a falta de seis jornadas sin haber sido expulsados. Alfredo Ibero (San Juan), Miguel González (Izarra), Javier Moncayo (Mutilvera), Javi Lerga (Osasuna B), Alfonso Gogorzena (Txantrea), Ignacio Fanlo (Valle de Egüés), Unai Jáuregui (Pamplona) y José Luis Satrústegui (Lagun Artea) no han tenido desavenencias con los árbitros. Y lo curioso es que la mayoría de ellos aseveran que no las tendrán. Es un reto personal.

Cada temporada son muchas las incidencias de los entrenadores con los árbitros. Hay alguno, como es el caso de David Herrera, míster del Murchante, que ha sido expulsado hasta en tres ocasiones, y varios los que han caído más de una vez. Protestas con castigo justo unas veces y no tanto, otras. Para todos los gustos.

Eso sí, los problemas han sido menos que la temporada pasada. Será porque la actitud en el banquillo es más respetuosa con los colegiados o porque hay árbitros (y sobre todo asistentes) que no son tan meticulosos con los banquillos. La cuestión es que la temporada pasada, a estas alturas de Liga, sólo eran cuatro los entrenadores que quedaban inmaculados (Carlos Mendívil, Patxi Bronte, Alfredo Ibero y Rubén López), por los ocho de este año. Sólo el míster del San Juan repite sin recibir amonestación también en esta campaña.

Un dato curioso se extrae de esta lista de entrenadores sin mancha. Seis de los ocho entrenadores que no han sido expulsados entrenan a los seis primeros equipos clasificados en la tabla. Pero si alguno piensa que los árbitros miran diferente a los de arriba, Unai Jáuregui (el Pamplona va 10º) y José Luis Satrústegui (el Lagun Artea se está jugando la permanencia) son los ejemplos de que se pueden mantener las formas sea cual sea la clasificación.

Alfredo Ibero, entrenador del San Juan, es el único de la Tercera navarra que repite sin ser tan siquiera apercibido. Tiene clara cuál es su actitud ante los árbitros. La que transmite a su equipo. Ninguno de los jugadores del San Juan ha visto la roja directa. Y el equipo lidera la clasificación de la deportividad. Es el que menos tarjetas recibe.

El entrenador del Izarra, Miguel González, también se esfuerza por respetar la labor de los colegiados y esta temporada lo está consiguiendo. "Con los años los vas conociendo. Sabes con quién se puede hablar, quién deja jugar más... Es una labor complicada y a nosotros nos cuesta también pitar en los entrenamientos", comenta.

Javier Moncayo no ha sido expulsado "desde hace siete años". Esta temporada se estrena en el banquillo de la Mutilvera. "Fue cuando entrenaba al Murchante, en un partido ante el Txantrea en el que nos jugábamos meternos arriba. No nos pitaron un penalti, que el línea me dijo después que había sido. Fue tan exagerada mi protesta que me quedé muy mal conmigo mismo y pensé que con esa actitud no podía seguir entrenando. Y desde entonces he estado entrenando en Navarra y en Aragón y no me han vuelto a expulsar".

Javi Lerga está al frente del filial de Osasuna. No suele perder los papeles. Tuvo un amago de expulsión. Al término de un partido comentó algo al árbitro y en ese momento le dijo que estaba expulsado, pero finalmente no lo incluyó en el acta. Uno de sus retos es intentar transmitir esa tranquilidad a una plantilla con jugadores jóvenes que han visto doce rojas.

Alfonso Gogorzena, en el Txantrea, es otro de los veteranos en el banquillo que también intenta controlar la adrenalina durante los partidos, al igual que Ignacio Fanlo (Valle de Egüés), que trata de evitar confrontaciones y prefiere centrarse en su equipo.

En los equipos que esta temporada luchan por otros objetivos que no son los de estar arriba también hay casos de entrenadores de trayectoria impoluta. Unai Jáuregui fue expulsado tres veces la pasada campaña. Esta temporada lo tenía claro. No se iba a repetir. De tres ha pasado a cero. Y piensa seguir igual.

Y mérito tiene también José Luis Satrústegui, míster del Lagun Artea, a pesar de que su equipo está luchando por la permanencia. Siempre intenta mantener las formas en el banquillo y transmitir deportividad también a un equipo que otras temporadas había estado en el punto de mira.