de un lustro ganándose a pulso el reconocimiento dentro y fuera del vestuario, Raúl García ha completado una campaña gris. Cuesta emitir una valoración negativa de alguien que desde el verano de 2015 se ha erigido en modelo de implicación y solvencia, pero su capacidad para destacar se ha desvanecido pese a que haya vuelto a ser el máximo realizador del equipo. Aunque suene paradójico, el repaso de sus diez goles es lo que pone de manifiesto que no ha estado a la altura habitual en él.

Ocho de sus aciertos se concentran en enero y febrero. Raúl García renació con la llegada de Marcelino García, pero no estuvo fino bajo la dirección de Gaizka Garitano y tampoco respondió a partir de marzo. Su caso no es excepcional en el sentido de que se asemeja al de bastantes compañeros que se reactivaron a raíz del relevo en el banquillo, pero que ni antes ni después dieron la talla que se les presupone. Ahora bien, si este comportamiento no genera excesiva extrañeza en gente que no suele sobresalir por su regularidad, encaja mal con el perfil competitivo de Raúl García. Cualquiera tiene derecho a tener días o etapas mejores y peores, pero hasta en las menos felices siempre ha tirado de oficio y casta en beneficio del colectivo. Esta vez ha asomado poco esa imagen suya tan característica, se ha echado de menos a ese futbolista de quien hasta en las circunstancias más adversas se espera una aportación significativa.

Para el Athletic no pintaba muy allá la Supercopa, torneo diseñado para lucimiento de blancos y azulgranas, pero ocurrió lo inimaginable. El éxito se cimentó en los dos goles que Raúl García consiguió en la semifinal frente al Real Madrid. Fue su particular despegue. Colaboró a buen tono en la final, seguido inició la remontada en el estreno copero en Ibiza, puso dos de los cinco que recibió el Getafe y coronó su mes mágico con el empate al Betis en el tiempo añadido, llave de acceso a la prórroga y los penaltis en los cuartos de final.

La cuerda le aguantó algunas semanas más, agregó a su cuenta un par de goles a costa del Levante, a caballo entre febrero y marzo, pero en adelante no fue ajeno al paulatino declive del grupo. La pujanza del Athletic se transformó en mediocridad y luego en una impotencia que arruinó las dos finales de Copa. El proceso arrastró a muchos, también a Raúl García, desaparecido de las últimas alineaciones del curso, como tantos otros titulares. Se lesionó en el Sánchez Pizjuán, pero volvió en la siguiente jornada. Si no participó con asiduidad fue porque Marcelino optó por dar respiro a sus preferidos y promocionó a los jóvenes en los puestos de ataque.

Con Garitano ya vivió esa experiencia, pues entre noviembre y diciembre perdió el sitio y en media docena de partidos ocupó plaza en el banquillo. El equipo y especialmente el entrenador estaban sometidos a una gran presión en medio de incesantes rumores que colocaban a este último en la picota. Garitano intentó agitar el equipo y apostó por otorgar a Villalibre la responsabilidad en la delantera. El pagano fue Raúl García, que no había marcado en las primeras ocho jornadas de liga, en todas actuando como titular. En calidad de recambio necesitó cuatro partidos más para estrenarse, fue de penalti en Mestalla y sirvió para arañar un punto.

En fin, que cubierto un tercio del calendario, el navarro apenas había sacado a relucir una versión acorde a su prestigio. Sumado esto a lo acontecido de marzo en adelante, se obtiene la conclusión de que la campaña de Raúl García ha sido floja, con diferencia la peor de las seis que ha cubierto en el equipo. De hecho, se halla en las antípodas de la anterior, cuando fue junto a Iñigo Martínez el elemento más brillante, figuró como el tercero con más minutos y estableció un récord personal con 15 goles. Balance que se asemeja a los del resto de las temporadas como rojiblanco, salvo la 2018-19 donde casualmente también hubo cambio de técnico: en diciembre Garitano relevó a Eduardo Berizzo. Raúl García no gozó de la plena confianza del argentino y luego se perdió seis partidos por una lesión.

hasta 2023

Le cabe el consuelo de que el bache no ha repercutido en su futuro. Justo en su pico más alto Elizegi le amplió el contrato en dos años. Una decisión chocante, pues renovó por uno en su anterior negociación y en julio Raúl García soplará 35 velas. El media punta que formó una pareja letal con Aduriz y tras el adiós de este asumió el rol de rematador, dispondrá pues de margen para resarcirse y despejar dudas; esto es, que lo de esta campaña no es consecuencia de su edad y del desgaste de una carrera tan dilatada.