Maleta en mano, dos billetes de avión Bruselas-Zaragoza, un blablacar y una ilusión enorme por vivir un día especial para el Zirauki y para la localidad navarra. Esa es la idea de Iñigo Vilella (13/10/1997), que reside en la actualidad en la ciudad belga y que va a ser uno más este jueves en el banquillo del Zirauki cuando sus compañeros salten al campo para jugar el histórico partido ante el Tardienta en la ronda previa de Copa del Rey.

Vilella se encuentra en Bruselas realizando su tercer año del doctorado de Ingeniería Microindustrial en la empresa IED en la Universidad de Bruselas, Vrije Universiteit Brussel (VUB). “En los doctorados hay que hacer una estancia internacional”, apunta el jugador, que se marchó al país el 25 de septiembre y cuya estancia finaliza en Navidad. Su tesis consiste, grosso modo, en “desarrollar algoritmos para tratar de encontrar fallos en aerogeneradores”.

A pesar de que se considera de Zirauki, porque “he ido todos los fines de semana y todos los veranos”, el navarro reside en Pamplona. Se considera “uno más” del pueblo que juega “con su cuadrilla en el equipo del pueblo”. Vilella no puede ocultar tener estos días una mezcla de sensaciones. El jugador del Zirauki siente, por un lado, “una ilusión del copón porque es el partido con el que sueñas de niño y cuando creces ves que es imposible porque a la Copa del Rey llegan unos pocos y luego sin quererlo estamos aquí”, y, al mismo tiempo, mentiría si dijera que no siente una envidia sana por sus compañeros. “Llevo 8 años en el Zirauki y no me he perdido un inicio de temporada y justamente cuando me voy nos clasificamos para la Copa del Rey, por eso siento envidia sana de no poder estar en el once titular, pero lo veo desde otra perspectiva. Si estuviera en el equipo estaría en la burbuja de todo el pueblo. Ahora lo veo con distancia y para rato me pensaba yo que me iban a llamar los periódicos por esto o era impensable ver el sorteo de Copa en Las Rozas porque iba a estar ahí mi equipo. Tengo ganas de estar en Zirauki y meterme en la burbuja para vivirlo con todos”, expone.

Pese a la distancia, Vilella es consciente del ambiente que va a vivir la expedición que se desplace del pueblo. “Están organizando los autobuses y quiere ir todo el mundo que está disponible. Hay mucha ilusión, y luego los chavales ponen historias en Instagram de que el Zirauki está en Copa del Rey, y claro, están todos ilusionados. No te piensas que los chavales del pueblo iban a admirar tanto el equipo en el que juego yo”, reflexiona.

Preguntado por la importancia del partido, Vilella no duda en hablar de “historia, ojalá lo podamos repetir, pero que llegue un pueblo tan pequeño a esto, es histórico y despierta mucha, pero mucha ilusión” en un pueblo en el que todo el mundo “se conoce, de lo pequeño que es”.

Viaje de ida y vuelta

La planificación del calendario laboral de Iñigo Vilella cambió cuando se enteró de que su destino iba a ser Bruselas. Era principios de verano, recuerda, y lo primero que hizo fue “mirar las fechas de la Supercopa, y después miré las de la ronda previa por si pasábamos de ronda. Al ver que eran en octubre o noviembre me di cuenta de que me la perdía, pero a la gente del equipo les dije que iba a intentar volverme como fuera”. Dicho y hecho. Llegados a este punto, “en la empresa pregunté a ver si había algún problema para mi vuelta y los belgas no me dieron problema. Hablé con la empresa de aquí y tampoco se opusieron”, por lo que al llegar a casa compró los billetes.

El jugador voló de vuelta a Zaragoza el martes, donde cogió un blablacar para llegar a Zirauki y estar presente en el entrenamiento previo al partido. La vuelta la hará el sábado, porque es consciente de que “estoy aquí para aprender y quiero pasar el máximo tiempo aquí. Este es mi trabajo, no vivo del fútbol y he hecho la estancia lo más corta posible para estar aquí y allí a la vez”.

La llamada del técnico

La ilusión de Iñigo Vilella, si ya de por sí era grande, aumentó cuando su entrenador, Diego Prendes, le llamó la semana pasada. Él, sabedor de que enlaza tres semanas sin entrenar con el grupo, se había hecho a la idea de presenciar el partido desde la grada como un aficionado más, pero la normativa en Copa permite tener más jugadores en el banquillo que en Liga, por lo que va a ser parte de la expedición.

“Al estar tres semanas sin entrenar sabía que iba a tener menos oportunidades de jugar y me había hecho a la idea de que iba a estar en la grada, pero me llamó el entrenador diciéndome que se puede tener más gente en el banquillo y que su idea era convocarme. Me preguntó a ver qué me parecía, le dije que me hacía muchísima ilusión porque me había hecho a la idea de estar en la grada y poder estar aunque sea en el banquillo, poder estar ahí en el banquillo... Le dije que sí, que contase conmigo”, expresa, antes de reconocer que se ha aventurado a hacer este viaje “porque es algo histórico. Como he dicho, no sé si lo voy a volver a vivir en mi vida, y lo estoy jugando con mi cuadrilla. No me lo podía perder, tenía que estar sí o sí. Tenía claro que no podía perderme algo histórico”, antes de finalizar diciendo estar “muy agradecido a la empresa, que me permitió hacerlo. En Bélgica no son muy futboleros, no entré mucho en detalles. Les dije a ver si me podía volver unos días a casa”. Un viaje exprés para estar con su gente en el día más especial posible.