La nueva novela de Luis Zueco, El mapa de un mundo nuevo, nos transporta a una época de grandes cambios, donde los viajes transforman el mundo y el pensamiento renacentista desafía las viejas creencias. Desde el comercio de los cuernos de unicornio hasta la presencia de balleneros vascos en tierras lejanas, nos sumergimos en un verdadero viaje al pasado hasta la Edad Media.

El mapa de un mundo nuevo se ambienta en un periodo crucial para la historia de la humanidad. ¿Qué le atrajo específicamente de los años posteriores al descubrimiento de América y la expansión del Renacimiento para ambientar esta obra?

La idea era, por un lado, hacer un homenaje a los viajes, a la importancia que han tenido los viajes para la humanidad desde siempre, ¿no? Y concretamente en este periodo histórico, porque podemos decir que los viajes cambian el mundo. A finales del siglo XV y XVI hay un cambio más profundo. Está cambiando todo, el comercio, la economía, el arte, la forma de pensar, el humanismo... Entonces, yo quería reflejar ese gran cambio del que creo que no somos conscientes, ya que nos centramos demasiado en el descubrimiento de América. Es importante, sí, muy importante, estoy de acuerdo, pero es mucho más. Es la consecuencia de un tiempo mucho más complejo y más profundo que es el final de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna. 

¿Podríamos decir entonces que esa es la reflexión que le gustaría que hiciesen sus lectores? El impacto de los viajes y los descubrimientos en nuestra percepción del mundo, ¿no?

Sí, exactamente, y también abandonar ideas que son equivocadas. Cuando yo hago las presentaciones siempre pregunto a la gente: “¿Cómo pensáis que creía la gente que era el mundo en la Edad Media? ¿Plano o redondo?”. El 80% de la gente me dice que plano, prácticamente todo el mundo en la Edad Media sabía que era redondo, pero nos ha llegado una idea distorsionada de la Edad Media. También es acabar con esos mitos y mostrar realmente cómo creían que era el mundo a lo largo de la historia.

¿Hay algún descubrimiento o anécdota que encontró durante su investigación y que le sorprendió especialmente como para incluirlo en la novela?

Sí, claro, muchas. En la novela intento que se viva un viaje en el tiempo. Conforme voy documentándome voy encontrando detalles que me parecen muy curiosos y digo: “Mira, esto va a situar mucho al lector en la época”. Por ejemplo, en la novela se habla mucho de unicornios. Tengo una hija pequeña a la que le encantan los unicornios. Claro, estamos en la época del siglo XV, donde se cree que hay unicornios. Hay tapices, hay una teoría de cómo se pueden cazar los unicornios... Lo que yo no sabía es que se comerciaba con cuernos de unicornio. Cuernos que son reales. Nosotros sabemos ahora que esos unicornios no existen, y entonces esos cuernos... ¿De quién son? Cuernos de metro y medio, helicoidales, como serían los del unicornio... Bueno, pues en la novela se explica. También se explica que esos cuernos eran muy valorados, porque se tenía la creencia de que si con el polvo del cuerno hacías una pasta y la convertías en un vaso, y metías un líquido en ese vaso que tuviera veneno, el veneno desaparecía. Eran recipientes muy codiciados en la época y por eso se pagaba tanto por los cuernos de unicornio. Es un elemento curioso que se sitúa justo en la percepción de la época, que todavía tiene una visión medieval de animales fantásticos y creencias, y se mezcla con un razonamiento más empírico que se da ya con el humanismo.

El escritor Luis Zueco. Jeosm

Hablando de detalles, en su novela habla sobre la llegada de los balleneros vascos a la mítica tierra de Ternua. ¿Qué puede contarnos sobre ello?

Para mí era un elemento clave para la novela. Sabemos que Colón no fue el primero en llegar. Hubo más gente antes que él, los vikingos, de eso no hay ninguna duda, los portugueses, seguramente también, puede que llegaran los ingleses... Dentro de esa mitología que hay en torno a América está la de los balleneros, por supuesto. La protagonista, María, es hija de una estirpe muy antigua de balleneros vascos que conforme han ido avanzando en la caza han ido adentrándose en el Cantábrico y en el Atlántico, y es posible, ¿por qué no?, que llegaran hasta Terra Nova, hasta esa tierra mítica que comentas de Ternua. Es probable que cazaran allí, simplemente volvieran y no se asentaran. En el primer viaje de Colón también van muchos marinos vascos y el padre de María está en ese viaje, y va a quedarse en América. Hay 39 hombres que se quedan en América en el primer viaje de Colón, y de ellos, hay varios procedentes de Euskadi. Uno, en teoría, es el padre de María. Y eso va a motivar la trama de la novela, averiguar qué le pasó a su padre. A ella en el fondo le gustaría, pues como ha hecho toda su familia, salir al mar a cazar ballenas. Era una aventura, claro. Imagínate enfrentarte a una ballena, como lo hacían además, era un combate prácticamente... Pero no puede, no puede porque por desgracia en la época hay mucha desigualdad y a una mujer no se le permite que cace ballenas, ¿no? Pero bueno, eso lo va a llevar en la sangre, en su mentalidad, y yo creo que lo va a poner en valor a lo largo de la novela. 

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Tras el éxito de su Trilogía Medieval y con más de 300.000 lectores que esperaban la continuación de El tablero de la reina en esta bilogía, ¿siente alguna presión por cumplir esas expectativas?

Bueno, presión no. Presión la que te pones tú mismo, ¿no? Al final, escribo porque es lo que más me gusta. De hecho, ahora ya no sabría hacer otra cosa. Cuando estoy escribiendo una novela, ya estoy escribiendo la siguiente y la siguiente... Sí que tienes responsabilidad, porque hay muchos lectores que llevan meses esperando a que salga tu novela y se la compran el mismo día o hacen la reserva con meses de antelación. Entonces, sí, porque tú quieres que disfruten con esa novela que llevan tanto tiempo esperando. Además, a mí hay una cosa me parece muy curiosa, y es que, claro, yo he estado un año y medio, dos años, escribiendo novelas. De repente viene un lector y dice: “Me la he bebido en tres días”. Llevo aquí dos años trabajando, ¿y te la has bebido en tres días? (Risas). Dice: “Sí, una maravilla. ¿Para cuándo la siguiente?” Es bonito, es muy bonito.  

¿Para cuándo la siguiente, pues?

Tengo dos ideas que estoy trabajando. Estoy entre una novela que sería seguramente en el siglo XVII y la otra que sería a finales del siglo XVIII.