En su nueva novela, Las fuerzas contrarias, Lorenzo Silva vuelve a recurrir al dúo Bevilacqua y Chamorro para iluminar las grietas del sistema, esta vez en el escenario desbordado de la pandemia. Lejos de limitarse a un relato policial, el autor construye una reflexión punzante sobre la justicia, la violencia oculta y las oportunidades que el caos ofrece a quienes obran desde la sombra. 

Las fuerzas contrarias nos vuelve a sumergir en una investigación policial, esta vez en plena pandemia. ¿Cree que la emergencia sanitaria ha sido el escenario perfecto para que afloren algunas de nuestras peores miserias?

Todas las situaciones límite sacan a la luz lo mejor y lo peor del ser humano. Lo que es evidente es que quienes se dedican a abusar de sus semejantes no dejan de aprovechar ninguna oportunidad. La pandemia fue una ocasión, por ejemplo, en la que muchas personas se vieron encerradas en casa con quienes los maltrataban. En un momento en el que hay una mortandad prácticamente incontrolable, quien tenga una mala idea respecto a otra persona puede encontrar la coyuntura ideal para que esa muerte quede enmascarada en medio de otras muchas. Hubo días en los que, en marzo y abril del año 2020, en la ciudad de Madrid podían morir varios cientos de personas. Eso quiere decir que es una oportunidad inmejorable para quien quiera enmascarar una muerte criminal.

La serie ha redefinido el género negro en el Estado español, convirtiéndose en una especie de crónica del tiempo que vivimos. ¿Cuál diría que ha sido el mayor reto de escribir sobre los mismos personajes durante tres décadas?

El principal reto es, bueno, no aburrirte tú y que no se aburran los demás. Es más complicado que no se aburran los demás, porque uno puede, a lo mejor, renovar el interés y no acertar uno mismo, y no acertar a renovar el de los lectores. Yo lo que he intentado es que estos personajes fueran envejeciendo, para empezar, cambiando, transformándose y evolucionando al mismo ritmo que lo ha hecho la sociedad para la que trabajan. Han sido tres décadas muy interesantes, por decirlo de una manera neutra. Ha habido muchos cambios, incluso ha habido cambios radicales, situaciones que pueden ser más anecdóticas... Cuando empecé a escribir estas novelas, mucha gente pensaba que esa unidad central no existía, que me la había inventado yo. Pero también ha cambiado la delincuencia, ha cambiado la investigación, ha cambiado la sociedad española. En algunas cosas se ha avanzado mucho, en otras, a lo mejor, no tanto. Bueno, esos son argumentos para los novelistas.

Bevilacqua tiene una mirada cada vez más escéptica sobre su profesión, como subteniente, y sobre el mundo. ¿Diría que representa el desencanto de muchos ciudadanos con la justicia? 

Ese desencanto siempre está ahí. En cualquier sitio la administración de justicia es más o menos imperfecta. No vivimos en uno de los lugares del mundo donde es más imperfecto, hay lugares donde es muchísimo más imperfecto, pero está claro que no resuelve ni puntualmente ni bien todos los problemas. Y de eso somos conscientes todos más o menos. Pero quizás lo que no nos paramos a pensar es que quienes son más conscientes de todas esas carencias son quienes trabajan dentro de la maquinaria. 

'Las fuerzas contrarias' es la última novela de Lorenzo Silva. Pankra Nieto

¿Mostrar a lo largo de la serie un sistema judicial y policial lleno de trabas e ineficiencias no le ha hecho sentir un poco de reparo a la hora de hablar de este tipo de temas? Igual por ciertas repercusiones...

Tengo la ventaja de que trabajo con la ficción. La ficción me permite apartarme de las historias reales en las que me inspiro, pero no las cuento en las novelas. A partir de mi impresión y realidad, creo personajes imaginarios. No escribo sobre dolor real, no escribo sobre algo que ha podido truncar la vida de una persona o dejarla trastocada para siempre. Eso me da más libertad a la hora de escribir. A veces, también he hecho reportaje criminal y ahí sí creo que hay que andar con mucho cuidado. Pero más que por tener miedo a los criminales, es porque en alguna de las historias que he escrito como reportero me ha llegado alguna demanda, ¿no? Eso casi me preocupa a mí menos que hurgar en la herida de alguien que está sufriendo. Eso para mí sí que es una línea que no quiero cruzar. Cuando escribo sobre un crimen real, intento ser muy respetuoso con la intimidad de las víctimas, incluso con la intimidad del entorno de los criminales. 

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Por otro lado, ha recibido el Premio Planeta, el Primavera, el Algaba… y el año pasado la Pluma de Plata de los libreros de Bilbao. ¿Le han cambiado en algo estos reconocimientos?

Siempre que recibes un premio, yo creo que es higiénico pensar que si el jurado hubiera sido otro, seguramente... Yo intento leerlos como una señal positiva, por la que tengo que estar agradecido. A mí los premios siempre me inspiran gratitud. Creo que el reto creativo siempre es el mismo, hacer lo mejor que puedas hacer con la historia y los materiales que tienes entre las manos. Y para eso lo que importa es el esfuerzo que pongas en ese momento, lo que hayas hecho antes. Eso lo decía Raymond Chandler, uno de los grandes maestros de la novela negra norteamericana. Tampoco es importante, ¿no? Cada vez que uno empieza el libro, decía él, vuelves a empezar como si volvieras a tener 18 años y estuvieras escribiendo tu primera novela.