Otxandio ha sido el municipio vizcaino escogido por la escritora Helena Tur para ambientar su nueva historia, El caso de la mujer del estanque, adonde viajamos en el año 1897 para conocer cómo Antonia, la mujer del alcalde, aparece asesinada tras celebrar el cumpleaños de su hijastro Eloy en una fiesta a la que ha sido invitado todo el pueblo. ¿Quién habrá sido el culpable?

Parece que el siglo XIX le atrapa bastante como escritora. ¿Qué tiene esta época que le hace regresar a ella a través de la literatura una y otra vez?

Supongo que he leído mucha más literatura del siglo XIX que del siglo XX. De principios del siglo XX también, pero muy existencial. Yo soy hija de mis lecturas y creo que me encuentro más verosímil en el siglo XIX que ahora mismo, es curioso. 

"Me encuentro más verosímil en el siglo XIX que ahora mismo”

¿Es como su segundo hogar?

Es mi hogar literario (risas). Además, me resultaba importante para esta novela que en 1897 acababan de cargarse a Cánovas del Castillo en Santa Águeda. Entonces, esta historia empieza una semana después, al ladito, y todo el mundo está con la psicosis de: “Han llegado los anarquistas”. 

Es una época de cambios. Un año después tendremos la pérdida de las últimas colonias. Estamos rodeados de hechos históricos, pero usted tampoco nos da ninguna tregua desde el principio de la novela. 

Bueno, es que empieza con un prólogo, con un personaje que es muy peculiar, que se dedica a coleccionar animales fenómenos, extraordinarios, y tiene una deuda con alguien que está a punto de llegar, y ya tiene sus propios problemas. Además, al cabo de un par de días, la nueva mujer del alcalde, que es de Madrid, quiere ser la protagonista del pueblo, nadie le hace ni caso y monta una fiesta en la que mete la pata por todos los lados ofendiendo al pueblo y al día siguiente aparece muerta en el estanque. Es un estanque que no existía en Ochandiano, que lo mandó hacer ella a un modo más urbano. 

Como lectores siempre suele hacernos ilusión reconocer los lugares que aparecen representados en las novelas. ¿Qué le llevó a escoger Otxandio como lugar de encuentro para sus personajes?

Fue eso de que tienes el cuerpo pero no tienes el vestido, buscas un vestido. Y, cuando leí el libro de Sergio (Del Campo Olaso, autor de El órgano en la Villa de Ochandiano), daba muchos detalles del pueblo y dices: “Ostras, es que no hay que ceñirle la cintura ni ampliarle el volante. Este es el vestido, le queda perfecto”, y así supe que había encontrado el lugar (risas). 

“El qué dirán es muy importante en un sitio pequeño”

Todo esto nos lo presenta además en forma de cozy crime, un subgénero que no estamos tan acostumbrados a ver ambientado en Euskal Herria

Precisamente eso me llevó a escribir un cozy crime, que todos los libros parece que están ambientados en Inglaterra, y tenía ganas de traerlo a España. Ya me había enamorado del norte cuando escribí Mala Sangre, y he ido conociendo zonas del norte. Supongo que como soy mediterránea, para mí esto es lo exótico, y también es verdad que está ambientado en verano, que no hay una lluvia constante ni un paisaje siniestro. La idea es que no sea gore, que sea amable. Creo que además tiene sentido del humor y un pueblecito pequeño me daba pie a eso. 

Transcurridos casi dos siglos, la villa de Otxandio habrá cambiado bastante. ¿Cómo ha sido el proceso de documentación para conocer cómo era antes, cómo eran sus caseríos, sus calles...?

Viajando a Otxandio, conociendo a gente del lugar para que me contaran cosas... La documentación es muy fácil, y más a finales del XIX que hay periódicos y datos. Pero ambientar, hacer que vivan ahí y en esa época, a eso me ayuda mucho por ejemplo leer a Baroja, a Unamuno, al propio Galdós..., a los de la época. Saber cómo se mueven, costumbres... viene más de la literatura que de periódicos y libros. 

Las investigaciones policiales de la época tampoco eran las que son ahora. 

No, y me volvía un poco loca con mikeletes y todo. Saber la jurisdicción...

Lo que no cambia son los móviles para cometer un crimen. El rencor, los secretos, el pasado, las deudas pendientes... son siempre las claves, ¿no?

Las emociones son universales en cualquier momento y en cualquier lugar. Y claro, al final, eso es lo que lo hace familiar. 

¿Cuál diría que es la emoción que más al límite ha puesto a sus personajes?

Bueno, el qué dirán es muy importante en un sitio pequeño, obviamente. Hay historias de amor, alguna de desamor, de melancolía... Está también el contraste entre lo que viene de Bilbao y lo que es del pueblo. A mí me gusta muchísimo el personaje del guardia civil, que viene de Lekeitio buscando paz y el alcalde no deja de importunarlo (risas). 

Después de pasar por el thriller, ¿siente que cualquier persona sería capaz de llegar a matar?

Bueno, dicen que es así, que a veces no es tan importante el móvil como el carácter, o el carácter como el momento. Lo que sí es cierto es que entre los policías con los que he hablado, todos me dicen que los criminales suelen ser bastante más torpes que en la literatura.