Falta el contexto

Reconozco que fui de los primeros en picar. Con la península ardiendo de uno a otro confín, ¿cómo se le podía ocurrir a Pedro Sánchez sacarse una foto posando con el paisaje calcinado del Monfragüe a sus espaldas? Resultaba frívolo, intolerable, casi una provocación para todos los medios de la derecha que tardaron cero coma en difundir la imagen junto a titulares exaltados. Eso, mientras las redes vomitaban sapos y culebras ante lo que parecía una muestra intolerable de chulería del presidente del gobierno español.

Ahí estaba la clave: parecía. La realidad no tenía nada que ver con lo que mostraba la instantánea que, vaya usted a saber con qué propósito, había difundido la agencia pública Efe. A la fotografía original se le había birlado el contexto. Ocurría que, a la derecha de Sánchez (a nuestra izquierda según miramos) y un metro adelante, estaba el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, hablando a la concurrencia. Sánchez no posaba. Solo estaba mirando a su compañero durante la alocución. 

Sin rectificación

De bien poco sirvió que se difundiera la imagen de conjunto que demostraba el error de interpretación. Ni uno solo de los medios que estaban dándose un festín cambió el planteamiento inicial. Se mantuvo lo que ya se sabía que era una manipulación, y llegó a haber una cabecera –la del hermano de García Ferreras– que amplió la entrepierna del presidente para hacer chanzas sobre el tamaño de sus genitales, se lo juro. Por si no lo teníamos claro, no es que hayamos llegado al todo vale, sino que lo hemos sobrepasado. 

Silencio

Porque este no es un episodio aislado. Hace unos días, se difundió un vídeo en el que la ministra Irene Montero aparecía como una especie de émula de Groucho Marx, desvariando para evitar contestar una pregunta. Poco después, supimos que, en realidad, Montero sí había contestado, pero esa parte había sido convenientemente eliminada del montaje que, con enorme éxito, se echó a rodar en medios convencionales y redes sociales. Y todo está ocurriendo, que uno sepa, sin que las asociaciones profesionales de mi gremio estén poniendo el grito en el cielo ni denunciando la impúdica tergiversación de los hechos.

¿Dónde han quedado las pomposas proclamas contra las fake news y las promesas de combatir los bulos por tierra, mar y aire? Me temo que se las ha llevado el viento. La tremenda moraleja de todos estos cuentos que seguirán reproduciéndose es que debemos poner en cuarentena cada noticia que nos llegue, y ni aún así tendremos la certeza de que no nos la cuelen.