Una purga en público - Lo que ha visto todo el mundo con sus propios ojos no ha ocurrido en China. Las búsquedas en internet sobre el desalojo con cajas destempladas del antiguo mandatario Hu Jintao del XX Congreso del Partido Comunista no conducen a ningún resultado en el país en el que han tenido lugar los hechos. Solo nos hemos enterado en esta parte del mundo. Y lo jodidamente divertido a la par que revelador es que todavía hay una parte del periodismo progresí de Hispanistán que pone en duda lo que se ha producido frente a las cámaras. “No está claro si la la salida de Hu se ha producido por sus problemas de salud”, sostenía un amanuense zurdo, cuando hasta el que reparte las cocacolas ha visto al viejo dictador con un cabreo del quince cuando era invitado a abandonar el recinto antes de la votación final, ante la indiferencia del gran líder XI Jinping, sentado a su lado. Es que ni se ha inmutado el tipo. Ha sido una purga de libro en vivo y directo. Cualquier otra interpretación mueve a la risa.

Clientes y súbditos - Y más allá de lo obvio, ha sido un mensaje nítido a Occidente. Al régimen de Pekin, ahora encarnado por un Mao de cuarta regional pero igual de intocable y probablemente más peligroso, se la sopla que se vea cómo se las gasta con los caídos en desgracia. A ver quién es el guapo que le afea la conducta a los líderes del país que, a la chita callando, se ha constituido en un imperio al que no se le puede toser. Porque estarán requetebién las buenrollistas proclamas sobre el respeto de los Derechos Humanos y de la pluralidad política, pero palidecen ante la realidad de la nación que provee al mundo de absolutamente todo, desde chips a material sanitario -¡cómo de moradas las pasamos en la pandemia y a qué precios tuvimos que pagar productos de ínfima calidad!- pasando por espárragos, alcachofas, ajos o hasta alubias pintas; busquen la letra pequeña de las etiquetas en el supermercado, y alucinen en colores. 

A callar - Nos pongamos como nos pongamos, parece que no queda otra que bajar la testuz frente al gigante asiático. Si en Estados Unidos, el crepuscular presidente Joe Biden ha dado alguna muestra testimonial de resistencia, la Unión Europea traga quina a todo tragar. Hay un miedo cerval por la parte de los multimillonarios negocios de empresas señeras y, como se ha señalado, por la de los suministros de productos que se han convertido en esenciales porque aquí hemos dejado de hacerlos. Y, por si faltara algo, ahora China es también quien puede decantar la victoria de su amigo ruso en Ucrania. Aunque sea cobarde, procede el silencio.