“Traje a medida”

– Cada vez está más claro que Pedro Sánchez y sus consejeros áulicos han hecho un pleno al quince con el anuncio de la rebaja del delito de sedición. No solo han provocado la hiperventilación tontiloca de la derecha dura y de la que va de blanda, tomando el asunto como caballo de batalla electoral, cuando lo más probable es que no sirva para rascar más allá de un puñado de votos. De propina, el adelanto de la reforma ha servido para profundizar el cisma entre las diferentes familias del soberanismo. Contra lo que dictaría la intuición y frente a lo que sostiene el ultramonte mediático, hay una parte del independentismo –la que suman Junts y CUP– que no cree que el cambio legislativo sea beneficioso para sus intereses. De hecho, sus portavoces sostienen, y cada vez con más brío, que la futura ley endurecerá los castigos por hechos como los de octubre de 2017. Como leíamos ayer en la completa información de Igor Santamaría sobre esta nueva disputa, el secretario general de Junts, Jordi Turull, ha llegado a decir que se pretende hacer un traje a medida para criminalizar el 1-O.

Manifestación en contra

– Se añaden esas palabras a la indignación de primera hora de Carles Puigdemont, que habló de “un remedio que será peor que la enfermedad”. Desde luego, al president expatriado se le presenta ahora el dilema de si procede o no regresar a Catalunya. Con o sin reforma, y pese a que el jurista José Antonio Martín Pallín decía también en estas páginas que ni debería ser detenido, todo apunta a que hay una celda esperándolo. Y ese temor lo tienen también otras organizaciones, como la Asamblea Nacional de Catalunya, que ha convocado una manifestación para el próximo 6 de diciembre, día de la Constitución española, específicamente para denunciar lo que consideran un caballo de Troya. Según su presidenta, Dolors Feliu, el nuevo delito pone en riesgo a toda la disidencia en general y al independentismo en particular.

El relato

– En resumen, Esquerra vuelve a quedarse sola en la celebración de una noticia con la que el soberanismo no podía ni soñar hace apenas unos meses. Como escribe con conocimiento de causa el analista Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia, Junts está en la batalla del relato y no reconocerá nada de lo que puedan conseguir sus antiguos socios, a los que necesita culpar del fracaso del procés. El resumen es que el balón vuelve a estar donde quiere Sánchez. A cambio de una cuestión amortizada sin mayores consecuencias reales y de un poco de bronca cavernaria, tiene los votos de un socio imprescindible.