Indiferencia - Qué lejos están las agendas del común de los mortales y las de los medios y/o las de los políticos. Salvo en ambientes muy señalados -no hace falta que les aclare cuáles-, la noticia de los últimos traslados de presos de ETA a cárceles vascas ha causado una indiferencia supina. La misma que cada información que nos lleva a ese pasado recientísimo que la inmensa mayoría del censo tiene no solo amortizado sino olvidado. ¿Que se ha acabado la dispersión? Pues muy bien, pero la peña está más interesada ahora mismo en los mordiscos al bolsillo o, si nos ponemos menos transcendentes, la boda de Rosalía o la última gresca en El Conquis. Eso está tan tasado, medido y comprobado, que es el verdadero motivo por el que el Gobierno español decidió meterse en el aparente berenjenal de los acercamientos. Por entregas, que esa ha sido otra. Sánchez se ha permitido ir dosificando la operación en cómodos plazos. Cómodos, se entiende, para él, que por cada partida de reclusos despachada, obtenía el justiprecio acordado.

El relato - Sí, el justiprecio acordado. Eso he escrito. No es una consigna cavernaria. Les costará muy poco encontrar en Google el vídeo de la charla de Otegi en Eibar -octubre de 2021- en la que el líder de EH Bildu reconocía sin tapujos que sus pactos con Madrid tienen como contrapartida la mejora de la situación de los internos de ETA en presidios españoles. Por eso enternece la celebración del fin del alejamiento completado el pasado viernes como si estuviéramos ante una conquista épica. Se comprende que cada quien tenga que escribir su relato, o sea, que vender su moto, pero cualquiera que no pretenda engañarse en el solitario ni engañar a los demás es capaz de entender que la única razón por la que el Estado español ha dado carpetazo a la dispersión 34 años después es por un par de motivos obvios. Primero, porque desde más de una década había dejado de serle útil. Segundo, como he anotado arriba, porque el coste político de hacerlo es muy bajo.

Cierre de ciclo - Aquí es donde mandamos un saludo al ultramonte político y mediático que está montando el numerito de rigor. Ya pueden hacer como que echan las muelas con lo de la traición a las víctimas o repetir en bucle el socorrido “¡Que te vote Txapote!”, que si saben contar, deben tener claro que de aquí poco rédito electoral van a rascar. Así que, menos lobos a un extremo ideológico y al otro. Ni conquista ni cesión oprobiosa. Simplemente, el cumplimiento de la legalidad y un tardío signo de normalidad que, eso sí, cierra un ciclo histórico. Ya iba siendo hora.