FUE hablar aquí ayer del ping-pong que se traían PSOE y Sumar con que si sí o si no, y desayunarnos con la noticia no sé si del parto de los montes o de la montaña pariendo un ratón. Habemus acuerdo entre quienes no tenían más posibilidad que sellarlo, salvo que pretendieran jugársela en la repetición electoral y quién sabe si propiciar ese gobierno de la derecha extrema y la extremísima que no ha llegado a ser por el canto de un duro. Un poco de memoria.

Al anuncio le siguió la coreografía habitual. Los firmantes se felicitan por su altura de miras y glosan cada uno de los puntos del pacto como si fuera un billete directo a la felicidad de la ciudadanía, amén de la requetecaraba de las medidas progresistas. Luego, uno lee y ve hasta el gran banderín de enganche, la reducción de la jornada laboral, es, por el momento, humo.

Pero, sea, aceptemos pulpo como animal de compañía y aplaudamos que se oficialice lo que era oficial antes de las elecciones. Lo siguiente es sacar la calculadora para comprobar que todavía faltan apoyos para revalidar la investidura. Los votos que ahora mismo tiene Sánchez son los que tenía desde la noche de las elecciones: los del PSOE, los de Sumar y los de EH Bildu. 

El Consell desautoriza a Puigdemont

Desconozco si es casualidad o causalidad, pero tiene su cosa que en la misma jornada en que se hacían albricias por el acuerdo del que hablamos arriba, nos llegara el resultado de la consulta realizada por el llamado Consell de la República sobre si Junts debería facilitar la investidura de Sánchez. Pues, citando el clásico futbolero, gol en Waterloo. Un 75% de los que han emitido su voto son partidarios de que la formación soberanista bloquee la reelección del ahora presidente en funciones. Es verdad que estamos hablando de una participación residual, de solo el 4% de los censados en este curioso organismo con 100.000 afiliados, pero, aunque solo a efectos de imagen, Puigdemont queda pelín desautorizado. Ahora se nos dice que, en todo caso, el resultado no es vinculante, lo cual mueve a una sonrisa maliciosa. Un saludo, en todo caso, a los brillantes analistas que aseguraban que el president expatriado lo tenía todo bajo control. Parece que no.