¿Morbo, qué morbo?
dabA la impresión, en las vísperas de este duelo, de que a Ziganda le hubieran robado su puesto en el banquillo de Osasuna con nocturnidad y alevosía, que Camacho fuera el cerebro de la trama y de que entre ambos existiera un viejo conflicto personal. Pareciera, a tenor de los comentarios, que uno y otro dedicaran su tiempo a calentar este partido del reencuentro con declaraciones punzantes, cuando nunca han cruzado comentarios o valoraciones personales sobre su trabajo. Pero, como una leyenda urbana, el rumor ha pasado a ser de dominio público y donde al final del partido hubo un apretón de manos educado y mirándose a los ojos, hasta el comentarista de televisión creyó percibir frialdad y observar malas caras. En realidad, si este partido copero tenía algún morbo, no era el de ese saludo del minuto noventaitantos; el morbo latía en la alineación de Osasuna, en la presencia de un puñado de futbolistas con pocas oportunidades y para los que había llegado el momento de reivindicarse ante el entrenador y ante la afición. No había morbo en volver a ver el traje perfectamente planchado de Ziganda, sino en constatar si los guantes raspados del guardameta Roberto mantenían su adherencia. Un portero que desde aquella calamitosa tarde en Getafe había pasado a la zona oscura del fútbol. Ayer, sin embargo, Roberto levantó la cabeza y los brazos. Cuando en la segunda parte el Xerez apretó aprovechando la poca consistencia del medio campo rojillo, el portero volvió a sentirse útil al desviar los disparos a gol de Orellana y Momo. Para esto sirve la Copa. No para esperar con morbo si Pandiani le mete un gol (otro) a Ziganda, sino para que los marque Dady. El caboverdiano empató en méritos a Galán, aunque aquel gol del chaval en Valladolid sea un tesoro de tres puntos. Pero es gratificante comprobar que Dady no olvida de dónde viene y que el listón que han colocado Pandiani y Aranda estimula la competencia en esa especie de jerarquía en la que Portillo es hoy el último, pero sabiendo que el entrenador no le ha borrado de la libreta. El morbo de esta eliminatoria no se sostiene en saber si Ziganda dispondrá de tiempo suficiente para llegar al partido de vuelta, sino en si aquel gol en el minuto 94 en El Sardinero volvería a repetirse ayer después de una segunda parte en la que Osasuna se partió en dos: sus eficaces defensas y la nada. Y ahí estuvo Maldonado, muy cerca de empatar en el minuto 92 y anular la superioridad que los rojillos exhibieron en la primera parte, tanto táctica como técnicamente. Esto es lo que dio de sí el morbo; el resto fue sólo fútbol.