PAMPLONA. Se está vociferando, hay cruces de declaraciones, una polémica encendida que está convirtiendo a la montaña en un pobre espectáculo, en un "circo", como coinciden muchas voces relacionadas con este deporte. Se están cocinando unas bases que bien podrían valer para rellenar los eternos minutos de un programa vespertino de televisión, precisamente de cotilleo. Juanito Oiarzabal, tantas veces con el foco de protagonista que se autoimpone porque las formas siempre le acaban perdiendo, porque el personaje siempre acaba imponiéndose a la persona, y Edurne Pasaban, figura también mediática donde las haya porque acaparó el morbo de una carrera también muy criticada por los puristas -que no entienden de competición en este terreno- vuelven a poner en el disparadero los principios clásicos del alpinismo. "Estamos cansados de los dos", afirma un exmontañero vasco.
"La que queda dañada es la aventura romántica", señala Sebastián Álvaro, creador de Al filo de lo imposible. Y es que no hay nada de idílico en lo que está ocurriendo estos días en las altas cumbres. Juanito Oiarzabal arremetió con dureza contra Pasaban, a la que llegó a calificar de "princesa del pueblo" y a la que se dirigió usando frases tan impactantes como: "¿De qué cojones has salvado tú tres vidas si estabas en el campo base tocándote las pelotas?". Eso sí, después, el viernes en una conferencia en Castro destacó que "me cabreé y a veces se me va la boca", pero el alavés sigue manteniendo su versión de los hechos sobre el rescate en el Lhotse. La guipuzcoana le contestó con un tono suave, visiblemente afectada por toda esta polvareda y lamentado que se "esté haciendo mucho daño al alpinismo".
"Creo que Juanito tiene razón. Entiendo su mosqueo, pero no las formas", opina Sebastián Álvaro, que como exdirector del programa de televisión española ha compartido expediciones tanto con el gasteiztarra como con Pasaban. El periodista madrileño cree que los reproches a Oiarzabal por sus palabras "no se los merece porque hay que juzgarle por lo que es y por lo que ha hecho". Sin embargo, matiza que "eso no quiere decir que yo comparta sus formas porque entiendo que debería ser menos hostil en su lenguaje". Así las cosas, Álvaro suaviza toda esta polémica y la compara con la atmósfera que se creó en los partidos entre el Barça y el Madrid en el mes de abril. Lo que ocurre es que la montaña siempre había estado cubierta por un velo que espantaba las polémicas. No entendía de enfrentamientos encrespados propios de platós de televisión. En este deporte nunca se había caído en descalificaciones públicas y acusaciones venenosas. Aunque el año pasado con la muerte de Tolo Calafat en el Annapurna y con la carrera femenina de los catorce ochomiles -y las posteriores declaraciones de Pasaban denunciando que Miss Oh no había subido al Kanchenjunga- el ambiente ya empezó a enrarecerse. Un mundo, el de la montaña, que bien es cierto que llevaba un tiempo incómodo por la deriva mercantilista que estaba tomando el Himalaya, por la irrupción de brutales patrocinadores y por la exagerada presencia de intereses mediáticos. Es decir, por la desmesurada relevancia de la moneda en las cumbres. "La estupidez, la zafiedad y la mentira se han instalado en la montaña. Hay personajes que han hecho que el alpinismo haya caído y todo esto hace daño a quien amamos este deporte. Nos sentimos heridos", desglosaba Ángel Landa.
Ha pasado poco más de un año y el ambiente es similar. Si entonces Oiarzabal atacaba a Miss Oh porque, supuestamente, no obligó a sus sherpas a acudir a rescatar a Tolo Calafat en el terrible Annapurna, esta vez la diana a la que se dirigen los dardos del alavés es Pasaban. "Me da pena todo esto porque pertenezco a este mundo, a este circo y es algo que también me atañe a mí, pero lo que sí es verdad es que en los últimos cinco o seis años hay mucha tecnología, hay demasiados ordenadores, hay demasiada gente en los campos base que no son alpinistas, que ni suben ni bajan, ni sufren ni padecen, pero que se permiten el lujo de opinar e incluso criticar decisiones que solo le atañen a los alpinistas", considera Carlos Pauner, uno de los alpinistas que la pasada semana estuvo en el Lhotse -también tuvo serios problemas en el descenso- y que ha formado parte de varias expediciones con Juanito. El aragonés, que está sumergido en la conquista de los catorce ochomiles y que lleva ya once, descarta, no obstante, que estos roces entre Oiarzabal, "a quien a veces se le va un poco la mano en sus declaraciones", y Edurne tengan que ver con el dinero: "No lo creo, porque en esa expedición nos juntamos gente diversa, con sus patrocinadores y proyectos, que decidimos tirar para arriba juntos. No sé si la reacción de Juanito tiene algo que ver con cosas de antes, o por el roce de ser de la misma comunidad o por los intereses con los medios".
Juanra Madariaga hace una diferenciación importante: "Esto no sucede en todos los estratos de la montaña. Ocurre con gente que tiene patrocinadores fuertes, que tiene una carrera elaborada y que tiene que seguir representando un papel que le corresponde como alpinista de élite. Y lo más llamativo, lo que más ha vendido, siempre han sido las grandes montañas, esa carrera de las vanidades". El bilbaíno defiende que "la montaña es ese espacio enorme que cada uno vive como quiere. Cada uno tiene su ética y la aplica en base a su moral. Lo que está claro es que no todos tenemos los mismos baremos".
jugársela en la montaña Y es que en medio de todo el revuelo que ha levantado Oiarzabal subyace otra cuestión. El de las personas que acuden a los ochomiles sin la suficiente preparación. Las montañas, sobre todo el Everest, abren las puertas al negocio, al turismo de altura. "Estoy seguro de que sin el circo mediático, sin casi mil personas en el campo base, sin más montañeros que los sherpas encargados de hacer todo el trabajo no pasarían muchos de estos accidentes", aprecia Sebastián Álvaro. En el rescate que se llevó a cabo a la altura del campo 4 del Lhotse se socorrió a Isabel García y Rober Rodrigo, que acaban de hollar su tercer ochomil, y a Lolo, que sumaba su cuarta gran cima. Es decir, que su experiencia en las más altas cumbres no es demasiado dilatada.
"No sé por qué tantos alpinistas necesitaron ayuda, pero habrá que reflexionar sobre este ochomilismo al límite, en el que definitivamente, se ponen en peligro no solo la propia vida, sino también la de otras personas", sostiene Darío Rodríguez, de la revista Desnivel. "Parece que el nivel de las expediciones al Himalaya ha sufrido un deterioro notable", apunta Sebastián Álvaro, que abandonó Al filo... en 2008. Se está perdiendo el "romanticismo" y se está primando el espectáculo. Un triste espectáculo.