PAMPLONA. "¿No puedo decir nada de herri kirolak? Entonces, ¿de qué vamos a hablar?". Es esta la mayor preocupación de Mieltxo Saralegi, que nos hace un hueco en su apretada y ajetreada agenda de monitor de gimnasio para convertirse durante una hora en el protagonista de una sección en la que está prohibida cualquier referencia al deporte que practica el entrevistado. El harrijasotzaile leitzarra justifica sus temores, ya que desde su más tierna infancia ha estado rodeado de hachas y piedras en su localidad natal. Diríamos que se trata de Leitza, pero explica Saralegi que técnicamente nació en Tolosa "porque allí estaba el hospital más cercano". Sin embargo, habla del pasado, porque en la actualidad reside en Irurtzun, el pueblo de su esposa, Edurne Nagore. "Ya sabes, las mujeres mandan", admite con resignación y un cierto tono irónico.

Repasados sus orígenes, toca atacar el presente. A sus 44 años, Mieltxo Saralegi es fundamentalmente padre de familia (tiene dos hijos de 4 y 2 años) y monitor de gimnasio, las dos actividades que ocupan la mayor parte de su tiempo. El resto lo deja para las exhibiciones de herri kirolak, "cada vez menos por la crisis", y sus aficiones.

Tras la entrevista, en la que le cuesta aparcar su extrema timidez, pero en la que sabe reflejar con naturalidad su enorme bondad y sencillez, Saralegi recupera las anécdotas relacionadas con el levantamiento de piedras, sin duda, su gran pasión. Son miles las vivencias que tiene el leitzarra, aunque de entre todas se queda con una que le hace esbozar una sonrisa. Cuenta que una mañana, horas antes de atreverse con una piedra rectangular en busca de un nuevo récord, encontró el mejor cobijo en su sobrino. Jugó con él todo lo que pudo y algo más. "Al final, esas pequeñas cosas son las que te hacen desconectar". Después de una mañana de travesuras junto a un niño, Mieltxo puso rumbo a San Sebastián. Levantó la piedra y batió su propia plusmarca. Tras dejarla caer después de haber conseguido alzarla, fijó su mirada en ella y le dedicó unos cuernos con ambas manos que no pasaron desapercibidos para para la prensa gráfica. "La foto salió en El Diario Vasco y se montó un buen revuelo". Y ríe. Porque la sonrisa nunca abandona a un hombre tan grande como bueno. Es el momento de demostrar que no se trata de una invención. Si no, lean y juzguen. Este es Mieltxo Saralegi.

Tiene una web en la que publicita su empresa de exhibiciones de herri kirolak en la que aparece caricaturizado como Obélix. ¿Es usted tan forzudo porque se cayó de pequeño en una marmita de pócima mágica? (Risas) Es un dibujo que hizo hace unos años César Oroz, pero creo que no está ahí el secreto. Al igual que ocurre con otras cosas, la fuerza, si no la trabajas y no la entrenas, no sirve para nada. La clave es cuidarse y entrenar.

Admite que le gustaba mucho la comida que preparaba su madre. ¿Era ella su Panoramix particular? (Risas) Sí, más o menos. Cocinaba bien. A todos nos gusta la comida de nuestras madres porque estás acostumbrado desde pequeñito. Y cuando no está, la echas de menos. No se puede mejorar la comida de una madre, aunque eso no quiere decir que el resto del mundo cocine mal (risas).

¿Cuál es su menú ideal? No tengo preferencias porque para comer no tengo ningún problema. Eso sí, cualquier comida especial tiene que acabar con un bocadillo de chocolate (risas).

Así que es usted goloso... Bastante. Aunque no es algo muy compatible con los hábitos de un deportista, pero de vez en cuando...

Está claro que disfruta comiendo, pero ¿le gusta cocinar? Lo que mejor me sale es el bocadillo de chocolate (risas).

O sea, que no se acerca a los fogones ni por asomo. Tampoco es eso. Cuando me toca, preparo la comida. Procuro hacerlo lo mejor posible, aunque a veces se me pega.

Ha hecho exhibiciones de herri kirolak por muchos países. ¿Lo pasa mal con la comida en otros lugares? En Japón, sí. Perdí cuatro kilos en una semana. La comida japonesa no me gustó demasiado. Sin embargo, también he estado 13 veces en Elko (Nevada, Estados Unidos) y allí he comido de maravilla. Nos solían invitar pastores que habían emigrado allí y no querían que a la vuelta dijéramos que habíamos pasado hambre. Nos daban una exageración de todo.

¿Qué problema tuvo con la comida japonesa? Ponen unas salsas diferentes a las de aquí y tampoco estaba muy acostumbrado a cambiar de comida. Casi prefería no comer a echarle las salsas que servían.

¿Cuatro kilos en una semana? Tampoco es para tanto porque en aquella época lo reponía rápido. En una semana ya estaba en el peso de antes. Para coger peso no tengo problemas. Perder medio kilo al día para tíos que pesamos 130 no es un gran problema. No se notaba mucho.

Algunos deportistas tienden a coger peso cuando se retiran. ¿Es su caso? En mi caso es al revés. El entrenamiento me tenía más grande y, cuando bajas la intensidad, vas bajando de peso, de fuerza y de todo. El entrenamiento te va adaptando el cuerpo según el deporte que practiques. Ahora levanto mucho menos peso en las exhibiciones y entreno menos.

Volvamos a los cómics de Axtérix y Obélix. Mieltxo Saralegi, Iñaki Perurena, Abel Barriola, Oinatz Bengoetxea, Mikel Nieve... ¿Es Leitza una especie de Galia? (Risas) Creo que el secreto para que haya tantos deportistas buenos en Leitza es la calidad del agua. Como está todo el día lloviendo y llueve nueve meses al año...

Siendo leitzarra y estando casado con la hermana de un pelotari, Jorge Nagore, la pelota le tiene que gustar casi por obligación. La verdad es que me gusta, aunque veo casi todos los deportes que dan por televisión. Además conozco a un montón de pelotaris.

Pero es un mal momento para ser navarro y pelotazale, ya que la final del Parejas se ha quedado huérfana de navarros por primera vez en 14 años. Creo que es una anécdota. Además, también es bueno que cambien un poco las tornas. Es una pena que el otro día se le estropeara la mano a Beroiz, pero son cosas que pasan y no hay remedio.

Su esposa es hermana de un pelotari, pero también de un futbolista, Txomin Nagore. ¿Algún conflicto? (Risas) En casa se habla menos de fútbol. Por ejemplo, en una comida familiar, cuando se toca el tema del deporte, un 70% está dedicado a la pelota, un 20% al fútbol y un 10% al herri kirolak.

Herri kirolak, pelota, fútbol... ¿Alguna otra afición? La caza.

¿Por qué? Porque me atrae desde pequeñito. Mi padre era cazador, mis hermanos también... Voy algo a la paloma y generalmente al jabalí, que es más grande, corre menos y hay alguna posibilidad más de darle, aunque no tengo buena puntería.

¿Es mal tirador? No, tirando soy bueno, pero pegando soy malo (risas).

Los últimos sucesos relacionados con la Casa Real (los accidentes de Froilán y el Rey) no dejan en un buen lugar a los cazadores, ¿no? Lo de Froilán... Le ha pasado, pues le ha pasado. Me imagino que estaría su padre cerca. Se intenta controlar que los niños no estén solos con un arma, pero de vez en cuando pasa algún descuido. Es como lo de las manos de Beroiz. Todo el campeonato han ido de cine y el día decisivo no le respondieron. Supongo que no sería el primer día que Froilán tiraba tiros.

¿Y el accidente del Rey? Habrá que dejar la caza y dedicarnos a otra cosa (risas).

¿Hay que estar en forma para cazar? Si estás en forma, mejor, porque subes mejor los montes. Pero también hay posturas más suaves o te puedes acercar con el coche si vas con gente que tiene alguna lesión. Creo que la caza tiene sitio para todo el mundo.

Se dedica a poner en forma a la gente. ¿Se aplica el cuento? Lo intento, pero con los años la cosa se complica.

¿Por obligación, estética o salud? Por salud, porque lo he hecho toda mi vida y también porque me gusta.

Para estar en forma no se puede hacer huelga. Cuantas más horas metas, mejor, pero también necesitas algún día de descanso porque, si no, terminas rompiéndote algo.

En el trabajo sí se puede y mucha gente la hizo el 29 de marzo. ¿Usted? Ese día me tocaba ir a Beriain e hice huelga, pero no creo que se haya solucionado nada porque hayamos hecho huelga. Creo que seguimos igual o peor.

¿Pero algo habrá que hacer? No lo sé, pero si los políticos, que se dedican a eso, no saben solucionar el problema, nosotros no lo vamos a solucionar.

Usted tiene trabajo. ¿Le ha golpeado la crisis? ¿Cómo? Pues la noto desde hace unos años. En verano me dedico a hacer exhibiciones de herri kirolak y eso ha bajado muchísimo. Además, los ayuntamientos cada vez tienen menos subvenciones. También conozco a mucha gente que está en el paro y apuradita, pero a ver si poco a poco da la vuelta esto. No va a ser todo malo. Algún día tocaremos fondo y empezaremos a ir hacia arriba.

Parece optimista. Imagino que igual que ha venido lo malo, algún día volverá lo bueno. Digo yo. O me gustaría (risas).

¿Cómo se mantiene informado? Cuando voy en el coche, pongo la radio. Y también leo el periódico de vez en cuando.

¿Nada de televisión? Poco. Me gustan los deportes y con los críos alguna vez veo los dibujos animados: que si Piolín, el caballo Spirit... Y luego, como en Internet salen un montón de cosas, los críos van pinchando ahí y se entretienen.

¿Quién se maneja mejor en Internet: sus hijos o usted? Ellos son muy jóvenes todavía (el mayor tiene 4 años), pero enredan todo lo que pueden y más. Sin embargo, yo me manejo mal. Esas cosas tan modernas no son para un levantador de piedras (risas).

Pero eso es un cliché. Es verdad. Sé buscar vídeos de caza y lo que me interesa. Para eso me apaño, pero para lo demás tengo que recurrir a mi mujer.

Poca tele, poco Internet... ¿En qué emplea su tiempo libre? En invierno, en la caza; y en verano aprovecho para estar con los críos, aunque suelo estar bastante ocupado con las exhibiciones y el trabajo.

¿Cuál fue la última escapada romántica que recuerda junto a su mujer? Hace un par de domingos estuvimos en San Juan de Luz y, aunque hacía un poco de frío, fuimos a la playa con los críos.

¿Y sin sus hijos? ¿Los dos solos? Ni me acuerdo. Tampoco somos de salir mucho. Algún día que les hemos dejado con sus tíos hemos tenido oportunidad, pero igual ni hemos salido y nos hemos quedado en casa tranquilos.

No parece un hombre demasiado romántico... Mi mujer piensa lo mismo (risas). La verdad es que tengo pocos detalles. Supongo que a ella le gustaría que tuviera más, pero cada uno es como es.

Tampoco es un monstruo, aunque los levantadores de piedras tienen fama de hombres rudos. Tal vez, pero yo nunca me he pegado con nadie. De alguna manera, esa agresividad que tenemos todos la quemas con el entrenamiento. A mucha gente le pasa que ha tenido un día muy ajetreado en el trabajo, vienen al gimnasio, se pegan un entrenamiento duro, se duchan y salen muy relajados. En mi caso, como meto muchas horas en el gimnasio, estoy siempre tranquilo.

A más de uno le convendría quemar esa energía negativa. Igual sí. El deporte desahoga mucho. Vas a casa como nuevo.

¿A quién le recomendaría una buena paliza en el gimnasio? No sé, creo que nos vendría bien a todos.

Por ejemplo, a los que no permitieron que se exhibieran banderas del Real Madrid en El Sadar, ¿no? Algo he oído de que les han puesto unas multas de 10.000 euros. A esa gente le recomendaría que viniera a ver herri kirolak, donde nunca pasa nada de esto y porque somos mucho más majos (risas). Somos más pacíficos.