Un marrón
ÉL no se quejó como su presidente, Miguel Archanco, que proclamó a los cuatro vientos que su directiva había heredado "un marronazo"; él vio una oportunidad de crecer donde la mayoría del osasunismo solo percibía el riesgo inminente de quiebra después de un catastrófico comienzo de Liga. Él no llegó al club con una lista de peticiones que sirviera luego para un "ya os lo dije" que pudiera justificar posteriores fracasos; el huyó de lo prejuicios y de los antecedentes y se presentó con la premisa de que aquí todos son útiles. Él no se viene abajo, al contrario que el entorno, cada vez que su equipo no es capaz de sostener una racha de regularidad y vuelven las derrotas y vuelven los agobios y vuelven las críticas; él sabe que su obligación es manosear los pocos cromos que tiene y dar forma y contenido a la alineación para ser más competitivos la próxima vez. Él no parece creer en los estereotipos de estilo ni en lo inquebrantable de las fórmulas y los sistemas; él sostiene que hay capacidad y talento para sacar el balón tocado desde atrás y en la transición, y no encuentra una veleidad que el hombre de banda (Cejudo y De las Cuevas) sea la referencia en ataque y los que tienen calidad de atacantes (Armenteros y Roberto Torres) trabajen en los costados porque, entre otras cosas, tienen más disciplina y resistencia que los anteriores. Él no cree, como pensábamos los demás nada más leer la alineación, que estaba cometiendo un error de principios; él está seguro de que sus principios pueden salvar a este equipo ( "y si no, tengo otros", que diría Groucho Marx). Él no tiene empacho en corregirse a sí mismo si aprecia que las cosas no funcionan; él ya se ha dado cuenta de que un doble pivote con Puñal y Lolo es más sólido, más eficaz, más ordenado y más equilibrado durante noventa minutos que el formado por Loé y Silva. Él no mandó a su equipo veinte metros más atrás cuando el empate ya era apetitoso y el Valladolid metió una velocidad más; él solo tenía que hacer los cambios correctos para no poner en peligro el resultado. Él no cuenta los puntos ni mira la clasificación; él observa su plantilla y a los chicos de la cantera y cada lunes echa cuentas de efectivos y opciones. Javi Gracia nunca dijo que se había metido en un buen marrón, que lo es; él vino a trabajar por Osasuna y partidos como el de ayer ponen en valor su tarea.