la selección española de fútbol no había hecho una fase de clasificación incorrecta para la Eurocopa de 1984, pero llegaba a la última jornada con apreturas, como mandaban más o menos aquellos tiempos oscuros de juego, de muchos futbolistas abrochados a la furia y sin una idea futbolística clara que propugnar como conjunto. Aquel 21 de diciembre de 1983, en el Benito Villamarín, España disputaba el último partido que quedaba de su grupo y, como era la segunda clasificada, estaba obligada a ganar a Malta por la escandalosa diferencia de once goles o más para asaltar la primera plaza y lograr la clasificación. Semejante prodigio futbolístico se había convertido en la única posibilidad que tenía para superar a Holanda -que había terminado su participación-, con la que empataría a puntos (13) pero, por la diferencia de goles, facultaría su paso a la fase final -la selección holandesa tenía un golaverage general de +16 y España lo tenía entonces solo en +5-.

La selección de Miguel Muñoz debía realizar una heroica, pero el partido comenzó con pifia. A España le costó marcar, porque hasta el minuto 15 no llegó el primer gol, obra del siempre atento Santillana, pero unos instantes más tarde Malta, que en los siete anteriores encuentros de clasificación había hecho siete goles, se encontró con uno, obra de Demanuele, que se aprovechó de un fallo de Buyo, sustituto de Arconada aquel día.

El logro, mediada la primera mitad, se había convertido en una misión imposible porque aunque los malteses formaban un grupo animoso y desorganizado, no se veía ni tiempo ni modo de endosarle once goles más. España se marchó al descanso ganando 3-1, gracias a otros dos goles de Santillana. La fiesta de la segunda mitad, en la que se hicieron nueve goles, es digna de revisar en las imágenes de los documentales y en los vídeos de YouTube, solo por mera curiosidad casi científica de cómo se pueden meter tantos goles en tan poco tiempo.

Fue tan abultada la derrota y ridícula la imagen, que la Asociación Maltesa de Fútbol efectuó una investigación sobre el marcador. Dos nombres de aquella selección quedan para la historia, Degiorgio, expulsado en el minuto 78 de partido, y Bonello, el portero del saco de goles.

El desgarrador grito de José Ángel de la Casa, narrador del partido, cuando Señor logró el duodécimo tanto, también es otro de los documentos sonoros para la historia. Y el análisis. En la Eurocopa siguiente, en Francia'84, España fue finalista y cayó frente a los locales.