Ruina de club, ruina de equipo
AJosé Manuel Mateo le ocurre lo mismo que a Luis Sabalza: le han entregado una ruina. Levantar a este equipo que amontona como desperdicios futbolísticos cinco encuentros consecutivos sin ganar ni marcar un gol es una misión tan complicada como la de ir pagando esa inmensa deuda económica que ahoga al club. El problema -para Sabalza, para Mateo y para los aficionados- es que ambas cuestiones van de la mano: si el equipo no reacciona y se hunde, corta la única fuente importante de ingresos; si no hay ingresos, no hay posibilidad de cumplir con los acreedores; si no hay liquidez para pagar el negocio quiebra y cierra. Por eso, habrá que confiar en que policías y jueces hagan su trabajo, y reclamar, por otro lado, que la plantilla cumpla con su parte, que no lo está haciendo. Es difícil hacer creer a la hinchada que el bajo rendimiento ofrecido en Santander tiene que ver con los conflictos que envuelven al club: ni con toda la directiva de Archanco en la cárcel pueden salir a un campo con tan poca entereza y orgullo. Los dirigentes han hundido a Osasuna y parece que los futbolistas quisieran rematarlo, cuando son ellos los que tienen en sus pies las posibilidades de seguir manteniéndolo con vida. Ya vale de milongas: el que esté afectado, que no salga de casa. Y ahí Mateo debe saber identificar a los valientes y a los cobardes.
Cambio a peor. - No será sencillo para el entrenador, que no dio en el clavo en su debut. Si ha habido cambios, han sido a peor. Osasuna hizo un fútbol plano, renunciando a la posesión de balón para mandar balones arriba a futbolistas de poca envergadura que eran presa fácil de unos defensas torpes pero robustos hasta la agresión. El sistema quitó protagonismo a los pivotes, por otro lado ausentes y fallones toda la tarde. Siempre dio la sensación de que los rojillos o llegaban tarde o no llegaban. La pretendida agresividad la fundió el árbitro en apenas 15 segundos: el tiempo para dejar fuera de combate a Jose García con una tarjeta amarilla que traía en la mano desde la caseta. La defensa, que concedió dos goles de cabeza, sigue pidiendo a gritos retoques, pero no a Cadamuro ¡por Dios! Y todo, para terminar jugando con el mismo 4-4-2 que cavó la tumba de Urban. Mateo tiene que ser valiente, creer en su idea de fútbol (que no es la de ayer) y sacar el carácter que mostraba en la banda cuando dirigía al Promesas y en el campo cuando defendía a Osasuna.
Para llorar. - Dice Sabalza que cuando le preguntan por los escándalos que envuelven al club le dan ganas de llorar. A muchos buenos osasunistas les pasa lo mismo cuando ven a su equipo en el campo, incapaz de rematar a puerta durante toda la segunda parte y yo diría que carente de comunicación entre los jugadores y sin liderazgo. Hay mucho rostro que mira al suelo, mucha mímica sorda de ánimos derrotados. Mateo tiene trabajo entre tanta ruina. Como Sabalza. Como los jueces.