A la hora de tomar la decisión de llevar un perro a casa para que forme parte de la familia, son muchas las consideraciones que pasan por la mente de quienes van a convivir y cuidar a la futura mascota. Entre estas se encuentra el tamaño del can. Este detalle tiene aparejadas una serie de condicionantes como manejabilidad, alimentación, ejercicio y espacio. Algunos afirman que también influye en el carácter del animal, pero este es un rasgo que depende más de cada individuo y de su educación y adiestramiento que de su fisonomía, por lo que no se tiene en cuenta.

Un chihuahua recibe las caricias de su humana. Freepik

En teoría, un perro pequeño es más fácil de controlar si se pone a tirar dela correa o si hay que sujetarlo para cepillarlo o trasladarlos de un sitio a otro. Suelen comer menos cantidad que los grandes, aunque su metabolismo es más rápido y necesita alimentos más calóricos y con un alto contenido proteico. Se supone que un animal grande necesita más ejercicio para mantenerse en forma o para poder desfogarse, pero hay perro pequeños muy enérgicos que necesitan moverse mucho.

En cuanto al espacio, técnicamente, uno pequeño ocupa menos espacio que uno grande, obvio, pero muchas veces a los más grandes les vale con quedarse tumbados en su rincón preferido sin necesidad de moverse demasiado. Según dónde se tumben quizá parezcan una barricada que hay que rodear, pero no necesitan moverse hasta la hora del paseo o ir hasta la comida. Uno pequeño puede resultar más inquieto y dar la sensación de que está en todas partes a la vez por muy grande que sea el piso. 

De todas formas, no hace falta que sea de raza pura para llevar al hogar un perro pequeño, adoptar un perro mestizo es igual de satisfactorio y también los hay de todos los tamaños.