HIMALAYA significa nieve morada en sánscrito. A veces es negra. Nueve de las catorce cumbres más grandes del planeta se encuentran en la cordillera que toca Bután, India, Nepal, China y Pakistán (Everest, Kangchenjunga, Lhotse, Makalu, Cho Oyu, Dhaulagiri, Manaslu, Annapurna y Shisha Pangma). Las otras cinco restantes están en el Karakórum (K2, Nanga Parbat, Gasherbrum I y II y Broad Peak). En esas dos zonas, así como el Hindu Kush, forman el esqueleto de un montañismo tremendamente arriesgado, en el que el ansia de libertad supera en gran medida la dificultad de la odisea.

Homéricos los esfuerzos para coronar cualquiera de aquellas cumbres, en las que la nieve, la roca y el hielo actúan como catalizadores de los sueños más hermosos que pueblan el imaginario alpinista global, la sinfonía vasca en los grandes macizos no puede abstraerse de algunas tragedias y de las derrotas que se negociaron a pecho descubierto con la naturaleza. Desde que la expedición Tximist pisó el Everest y pinchó en hueso hasta que Martín Zabaletacomo otro de sus caminos naturales. Algunos se quedaron allá.

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Los grandes nombres del montañismo vasco

El navarro Juan José Navarro Agirre fue el primer fallecido en el Everest (8.848 metros). Se resbaló por una arista, a 7.500 metros de altura, en el ascenso. En 1989, el altzagatarra Antxon Ibarguren llegó a pisar la cima del Gasherbrum II (8.035), pero un alud acabó con su vida. Dos años después, el 2 de octubre de 1991, Manu Badiola cayó en el descenso del Makalu (8.463), al que subió con Carles Vallés por el espolón que divide la vertiente sur y oeste de la montaña. El 20 de abril de 1992, el navarro Juan José Goñi Azanza se despeñó en el Ama Dablam (6.812), que no siendo un ochomil goza de una gran fama en el mundo montañero. El Everest segó la vida del alavés Antonio Miranda Trescastro, que se precipitó por una pared.

Rodando Al Filo de lo Imposible, el llorado Atxo Apellaniz murió de agotamiento el 4 de agosto de 1994 en el Campo 2 del K2 (8.611) tras cinco días en la parte alta de la montaña. Juanjo San Sebastián, su compañero de cordada, pudo elegir entre abandonar a su amigo o empeñar su vida. El bilbaino se arriesgó en un ejercicio de solidaridad que le costó siete dedos de las manos y que selló en el hermoso libro Cita con la cumbre. Además, el vizcaino José Luis Zuloaga Zulu fue sorprendido por un alud cerca del Campo Base del Shisha Pangma (8.013) en 1996.

Caída de Félix en el Gasherbrum II

La tragedia salpicó a los hermanos Iñurrategi el 28 de julio de 2000. Siendo Alberto y Félix representantes de un himalayismo de raíz, el mayor de los dos se precipitó al vacío por un fallo de anclaje bajando del Gasherbrum II. La noticia conmocionó a la sociedad vasca.

Algo similar pasó con el desastre del Pumori (7.161) el 16 de octubre de 2001. En aquel fatídico día, los tres navarros Aritz Artieda, Javier Arkauz y César Nieto y los guipuzcoanos Beñat Arrue e Iñaki Aiertza acabaron sepultados por alud. En 2004 se registraron dos accidentes: David Ariz murió en Drifica del Karakórum (6.447) y Xabier Ormazabal, en el Cho Oyu (8.201). En la primera década del siglo XXI, los navarros Ricardo Valencia, que falleció junto al aragonés Santi Sagaste al ser sepultados por una avalancha mientras dormían en el Dhaulagiri (8.167), e Iñaki Ochoa de Olza, cuyo cuerpo sigue en el Annapurna (8.091), engrosaron la lista el 13 de mayo de 2007 y el 23 de mayo de 2008, respectivamente.

Únicamente dos nombres más se han unido a partir de aquel episodio: Adolfo Arizala y Alberto Zerain. El 22 de septiembre de 2016, el iruindarra fue sorprendido por un corrimiento de tierra al realizar un recorrido por el Manaslu (8.463). Por su parte, el experimentado himalayista alavés desapareció junto al argentino Mariano Galván en el Nanga Parbat (8.125) el 24 de junio de 2017. El reto del tándem era ambicioso: conquistar la cumbre al estilo alpino por los once kilómetros de Arista Mazeno, muy técnica. El día de la desaparición realizaron un trayecto de seis horas y alcanzaron los 6.270 metros, pero una hora más tarde las balizas marcaban que habían descendido 158. Poco después, los marcadores se apagaron. A pesar de los intentos de rescate -Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza se ofrecieron para ayudar desde el Gasherbrum-, el mal tiempo anuló a los helicópteros. El 1 de julio se encontraron sus cuerpos sepultados. Era su décimo ochomil.