"Súbete más arriba y pégale cortes más pequeños al árbol porque si no, la rama no crecerá con fuerza". Han pasado 50 años desde que Miguel Barriola trasmochó por última vez un árbol, pero todavía recuerda los secretos de la técnica. Ayer lo demostró. A sus 77 años, dirigió a los 30 técnicos, biólogos y arboricultores europeos que participan en el encuentro de trasmochadores que se celebra estos días en Leitza (Navarra). Llegados de Italia, Francia, Gran Bretaña, Catalunya, Valencia y Madrid, la mayoría de los asistentes apenas conoce la tradición del trasmocho, y mucho menos el hacha, la herramienta que se utiliza para podar los árboles. Pero Barriola y los aizkolaris Gabriel Saralegi y Joxe Mari Esnaola se encargan de enseñarles la técnica. El primero les indica por dónde hay que cortar las ramas y los otros dos, el movimiento que deben hacer para ello. Tras recibir las indicaciones teóricas, los participantes más osados se animaron ayer a subir a los árboles del paraje de Urkizu, en Leitzalarrea, para podar las ramas. Atados con cuerdas de seguridad, los jóvenes pasaron la mañana subidos a las copas de los árboles, desde donde trasmocharon las ramas siguiendo las recomendaciones de Barriola y otro grupo de leitzarras. En total, podaron nueve árboles que, según cálculos del biólogo y montero Miguel Mari Elosegi, tienen alrededor de 200 años de vida. Mientras unos practicaban, otros tomaban nota y charlaban acerca de la técnica del trasmocho. Los lugareños explicaron a los visitantes que los baserritarras tramochaban los árboles con una periodicidad de 15 o 20 años para conseguir madera y producir carbón de leña. Principalmente se trasmochaban hayas y robles, aunque, en menor medida, también se hacía con castaños, fresnos y abedules. Esta tradición permitió asegurar la supervivencia de miles de árboles durante décadas, pero desde mediados del siglo XX, apenas se han trasmochado árboles, y miles de ejemplares corren el riesgo de morir. Así lo explicó Samuel Álvarez, de la asociación vasco navarra de arboricultura Trepalari, organizadora del evento junto con el Ayuntamiento de Leitza y un grupo de vecinos. Tal y como informó, muchos árboles no han sido trasmochados en 60 ó 80 años, por lo que corren el riesgo de volcar de raíz. "Recuperando esta tradición aseguramos el futuro de muchos árboles y de varios animales y hongos que viven dentro de los troncos", apuntó Óscar Schwendtner, de la asociación de amigos de los árboles viejos. Años de experiencia Diferencias en la técnica Los encuentros de trasmochadores que se están celebrando en Leitza son el resultado del trabajo que se ha llevado a cabo en los últimos años en el municipio. Según informó Miguel Mari Elosegi, desde 2005 se han trasmochado 70 árboles en Leitza y Areso. Durante este tiempo, han contado con la colaboración de distintas asociación de arboricultores de Navarra y Euskadi, así como de la británica Veteran Trees. Precisamente una de las integrantes de esta entidad, Hellen Read, se encuentra estos días en Leitza compartiendo sus experiencias. Según informó, en Inglaterra también se está impulsando la recuperación de esta tradición milenaria, pero allí solo cortan las puntas de las ramas y lo hacen con moto sierra, Además, repiten la operación con más frecuencia que los leitzarras porque consideran que el árbol sufre menos y se recupera antes. El arboricultor y catalán Gerard Passola coincide con esta teoría. Los veteranos de Leitza, sin embargo, apuestan por el hacha y por cortar las ramas de cuajo. "Así coge más fuerza y nace con vitalidad", opinó Barriola. Habrá que esperar cuatro o cinco años para ver la evolución y extraer las conclusiones.