LLegan preocupantes noticias de que el final de la perdiz puede estar más cerca que nunca. Ha habido cotos que han tenido que limitar el día de la caza y otros aunque hayan mantenido el número son conscientes de que algo grave está pasando a esta ave cuya existencia siempre ha estado ligada a nuestros parajes. Si hacemos autocrítica tendremos que pensar que la desaparición de su hábitat habitual es una de las causas, unida a la desaparición de buena parte de sus defensas en las sucesivas concentraciones parcelarias que se han ido haciendo en nuestras localidades. Existe también la teoría de que la perdiz es incompatible con algunos pesticidas y con muchas prácticas agrícolas. Comenzando desde la cosecha que se ha adelantado y ahora en muchos casos coincide con la cría en los nidos y la recogida sistemática de la paja, una tarea que barre literalmente el campo empaquetando además de la paja todo ser vivo que esté en ella. Lo cierto es que la patirroja es uno de los atractivos de cientos de cazadores. Un motivo por el que son capaces de recorrer el campo de arriba a abajo tras su búsqueda. Hay otras sensibilidades que opinan que lo mejor es que se les deje en paz hasta que la población se potencie. Otros afirman que la solución está en repoblar con perdiz de granja los cotos. Técnica que no convence a los especialistas medioambientales porque la especie autóctona desaparecería por las agentes patógenos que le transmitiría su hermana amaestrada. Sin duda estamos ante un momento crucial. No es posible que a estas alturas se permita que la perdiz desaparezca de nuestras tierras por acción u omisión. En fin ha llegado el momento de tomar medidas. Nada de dejarlas para mañana.
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