llevo una tarde que no se la deseo ni a mi peor enemigo. Ha habido ratos que con mis pulsaciones podría haber puesto en marcha dos o tres centrales eléctricas y generar energía para lo que queda de siglo. De las uñas no hablo porque no me queda una sana y no se qué me he hecho en una oreja y no para de sangrarme. Me he mirado al espejo y si me juran que la del reflejo es Juana La Loca después de pegarse una fiesta en Gandía, me lo creo. No quiero ni pensar cómo tengo la tensión porque me da en la nariz que la baja hace rato que le ha pegao un pase a rasss a la alta y estoy más descompensada que un combate entre Tyson y una castañera. En estas circunstancias, con el último que me metería es con el cardiólogo al que le toque guardia en el Reina Sofía. Así que cuando releo la intervención que tuvo en comisión parlamentaria la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública de la Ribera, me doy de cabezazos. Sabía que las cosas estaban mal organizadas y que en la consejería de Salud hay más descontrol que en el Madrid Arena por Halloween, pero lo que contaron es para no reaccionar. De entre las burradas que están perpetrando me quedé con la de las listas de espera de Cardiología. Si ahora me diera un chungo y consiguieran ponerme otra vez en marcha la patata, tendría que esperar cuatro meses para que me viera un especialista. Hay cinco asignados para esta zona, pero resulta que son humanos. Y claro, se supone que esta gente necesita lo que todos, aunque se empeñen en negárnoslo como si fuera un capricho. Ponle una baja, un descanso, unas vacaciones...Ya ves, están muy locos. Encima de ser cardiólogos, quieren derechos. Y como ellos, las enfermeras y demás personal hospitalario. Muy locos, como digo. Claro, desde la consejería no pueden permitir el dispendio. Ni hablar. Un cardiólogo para 100.000 potenciales demandantes de atención sanitaria. Para los pacientes, mal; pero no me quiero ni imaginar hasta dónde estará el cardiólogo en cuestión. Si yo tuviera en mis manos el presupuesto de los navarros, con lo último que me pondría a hacer malabares es con el agotamiento de mis médicos. Que digo yo que también tendrán corazón. En sus manos ponemos el nuestro, aunque haya quién a estas alturas de la película no parezca enterarse. Es de infarto.
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