FUE el día 2 de junio de 1913, se cumplen hoy cien años, cuando el valle de Baztan iba a vivir y sufrir la peor catástrofe natural de su historia. Una tromba de agua de proporciones incalculables descargó a primera hora de la mañana en la cima del monte Auza, situado en la muga con Baja Navarra, y rompió hacia las dos vertientes para arrasar todo lo que iba encontrando a su paso. La avalancha se cebó inicialmente en Erratzu, que quedó destrozado, y y luego en Elizondo, donde se cobró dos vidas e igualmente destruyó la mayor parte de la localidad.

"A primeras horas de la mañana llovía muy poco, y se oían algunos truenos a lo lejos. Me asomé al balcón para ver qué calzado debía ponerme. Eran poco más o menos las 8 y media de la mañana. Quedé mirando la estrecha regata de Izpegi, cuando vi algo que no sé cómo describir. Bajaba llenando el barranco una cosa que no pude distinguir bien. Era como un enorme bloque sólido que bajaba de Auza deslizándose con rapidez vertiginosa, era como un muro alto de unos 14 metros de ancho. Quedé horrorizado al ver que aquello avanzaba hacia el pueblo. Fue cosa de un instante. Aquel bloque llegó al pueblo, derribó una casa, luego otra, luego el puente", queda para siempre como testimonio la pavorosa impresión que recibió Fernando Astiz, el administrador de la aduana de Erratzu.

En ese edificio de la antigua aduana de Erratzu, la casa palacio Iriartea, se recogieron más de 250 personas que en apenas minutos vieron desaparecer sus casas (Aroztegia, Elizaldea, Uhaldea, Zubipunta, Motzainea, Sasternezarrea, Etxenikea y Mortalenea por completo, media casa o una parte importante de Marimartinenea, Berekoetxea, Legunenea, Albanzenea, Mapiztenea, Etxezuria, la cuadra de Zubietea, la cochera de Urrain y todo el pórtico de la iglesia junto con la sacristía) arrastradas por la tromba y todas sus pertenencias, gran parte del ganado murió ahogado en las cuadras, decenas de bordas, los prados y huertas, los puentes destrozados, los caminos y carreteras cubiertos de agua, lodo y piedras, en un desastre de magnitud aterradora.

Uno de los hechos que han quedado en la memoria colectiva fue la acción del párroco, Pedro Inda, que corrió al altar de la iglesia al advertir lo que ocurría y consiguió rescatar el Santísimo, justo antes de que las aguas derribaran los muros del ábside, aunque prácticamente la totalidad de las imágenes y los ornamentos de la parroquia fueron arrastrados por las aguas. Su espontáneo arrojo y la impresión que le debió causar le provocaron tal ataque de ansiedad y pánico que "se refugió en casa y no salió en tres días".

Casualmente, ahora que se cumple el centenario del dramático suceso y los vecinos de Erratzu han organizado distintos actos conmemorativos, se ha recuperado una imagen de San Ignacio que fue salvada de las aguas en Legasa (Bertizarana, a 20 kilómetros) y regresado al pueblo. También por mucho tiempo se han escuchado testimonios no siempre confirmados, como el hallazgo en la desembocadura del Bidasoa (en la bahía de Txingudi, entre Irun, Hendaia y Hondarribia) de la talla de la virgen que se conservaría en la iglesia de San Vicente de Hendaia.

En Erratzu, que contaba en aquel tiempo con unos 1.300 habitantes, el desastre debió ser horroroso, y aunque algunos reaccionaron de inmediato y corrieron a prestar ayuda a sus familiares o a quien la podía necesitar, los vecinos quedaron traumatizados y así fueron encontrados por los de localidades cercanas (Amaiur, Azpilkueta y Arizkun), que de inmediato acudieron al recibir noticia de lo ocurrido. Con todo, el resto de aquella trágica jornada anduvieron deambulando por el pueblo en busca de noticias y de familiares que habían marchado de casa antes de sobrevenir la tragedia y que hasta pasadas horas no consiguieron volver, y por la noche, sin luz, sin posibilidad de comunicarse con el exterior, debieron pasarla en vela aterrorizados.

El desamparo en el que quedó sumido Erratzu fue inmenso. Así las cosas, todavía el día 5 de junio, tres días después de la avalancha (hasta el día 4 no se pudo restablecer la comunicación a Elizondo), consta el envío de un telegrama a la Asociación de la Prensa de Pamplona con el texto siguiente: "Después de tres días de la catástrofe, no se ha recibido auxilio de ningún género. Urgentísimo envío de socorro de toda clase, numerosísimas familias miseria absoluta; se carece de todo; pueblo arrasado, solo viendo creerá V. E. magnitud desastre. Erratzu abandonado".

La riada en elizondo

Murieron dos mujeres

En Elizondo, ocho kilómetros más abajo, el ímpetu de las aguas ya no era el mismo que en Erratzu pero sí la altura de la riada, que llegó a los cuatro metros en la calle Jaime Urrutia, y arrastró a dos mujeres, Juana Elicegui, que logró salvar a su hijo que llevaba en brazos, y Joaquina Larumbe, esta arrastrada unos 200 metros hasta el entonces hotel Jauregui, el edificio del actual bar Karrika. Además de dos vidas, aquí también la avalancha provocó estragos, en la infraestructura de la localidad (se llevó dos puentes y dejó maltrechos otros dos), en la parroquia que estaba en Gurutzaldekoplaza (ahora plaza de los Fueros) causó daños que decidieron su reconstrucción en su actual emplazamiento, y arruinó la totalidad de los comercios de la localidad.

Cien años después, que hoy se cumplen, la tragedia sigue viva en la memoria de muchos baztandarras, una cruz de piedra en la parroquia de Erratzu, y dos placas en las casas Serorenea y Etxetxipia de Elizondo dan testimonio de lo que fue, y sobrevive la amatxi Juanita Irigoien, natural de Erratzu, también centenaria (103 años) y la única superviviente de la catástrofe.