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Orayen Sosiego en el barrio de Larumbe

Su iglesia de San Martín, en ruinas desde mediados del siglo XX, tiene gran valor patrimonial

Orayen Sosiego en el barrio de Larumbe

Orayen es un bello, tranquilo y antiguo pueblo que hoy pertenece administrativamente como barrio, al igual que Larrainciz, a Larumbe, concejo más oriental del valle de Gulina y, por tanto, del municipio de Iza. Pertenece al Partido Judicial y Merindad de Pamplona. Al norte limita con Cía, al sur con Erice y Sarasate, al este con Alaiz y Osinaga y al oeste con Aguinaga y Gulina. Orayen se sitúa a 460 metros de altura en una ladera de las primeras estribaciones occidentales del monte San Bartolomé. Al sur hay parcelas de cultivo y al norte, enseguida, bosque.

En la actualidad Orayen lo habitan con sabio sosiego 5 personas y el caserío lo componen 4 viviendas, una de ellas restaurada y decorada con elegante y cuidado estilo por una pareja joven instalada ahí desde hace pocos años. Adosado a esta casa, hay un antiguo lavadero que necesita restauración. También hay una fuente-abrevadero en perfecto uso fechada en 1927.

El habitante original y más antiguo del lugar es Jesús Erviti Baraibar, que mantiene ocupada la antigua casa originaria de los Baraibar. Otra de las casas ocupadas de forma discontinua es la adosada a la iglesia. Orayen llegó a tener siete casas, y 23 habitantes en 1887 y 16 en 1940.

De su existencia ya habla la historia de Navarra: el rey Teobaldo II eximió en 1269 de ciertas labores de defensa militar del reino a sus moradores a cambio de otros tributos dinerarios.

La iglesia construida para advocación de San Martín en el siglo XVI se conserva, aunque en ruinas, en la parte más elevada de Orayen. Esta iglesia mantiene sus muros perimetrales. Se trata de un edificio de 17 metros de largo por 8 de ancho con nave de 3 tramos, incluida la cabecera recta. De su cubierta solo se conservan los arcos formeros de medio punto moldurados y los arranques de los nervios con sus apoyos en ménsulas cilíndricas. Los lienzos al exterior, hoy muy cubiertos por maleza y hiedra, son de recio y regular sillar y se mantienen sobre contrafuertes que llegaban hasta el tejado. También al exterior queda la cornisa moldurada de remate y la puerta de acceso de medio punto moldurada y apoyada en pies derechos.

Esta iglesia de San Martín evoca tiempos de sólido asentamiento de población, creencias y ritos. La vegetación que la cubre le confiere un agradable sfumatto de misterio y lejana lucidez. Hoy, casi la mitad de su espacio interior se utiliza como cobertizo para ganado.

¿Qué fue del abandono de la iglesia y el estado y ubicación de su rico ajuar? La iglesia de San Martín tuvo culto regular los domingos y festividades de guardar hasta mediados del siglo XX. En una oscura y triste noche de finales de la década de los años 50, la techumbre de la iglesia se desplomó. Ahí terminó la vida para la que se había concebido este hermoso recinto. La caída del techo se debió probablemente a que cedió el terreno sobre el que se asienta. Así se deduce de la gran grieta vertical que parte en dos el muro oriental y otras dos, de menor envergadura, en el norte.

Desde el punto de vista de la obra interior destacan los arcos moldurados y nervios, mencionados antes, y una elegante hornacina de medio punto labrada en piedra a la izquierda del altar, donde debió estar ubicado el sagrario. Esta hornacina destila una elegante sencillez a través de su fina moldura y su simbología litúrgica en los que destacan símbolos del Apocalipsis como la luna, las estrellas y el sol. Del altar solo quedan restos de su basamento.

El ajuar de la iglesia fue retirado enseguida tras la ruina para preservar su conservación. Del conjunto de objetos propios destacaba el retablo, una imagen mariana y una cruz procesional.

El retablo, de madera tallada, es del siglo XVII y se encuentra, incompleto, en las dependencias del Museo Diocesano de la catedral de Pamplona. En buen estado se conserva el calvario y la imagen del titular San Martín montado a caballo.

La talla de la virgen está cedida para su culto en la actualidad a una parroquia de Pamplona. Durante muchos años estuvo en el museo catedralicio de la capital navarra e, incluso, por su calidad artística participó en 1993 en la muestra Ocho imágenes marianas medievales de Navarra y su restauración, apadrinada por la tristemente extinta Caja de Ahorros Municipal de Pamplona y dirigida por las especialistas Clara Fernández-Ladreda Aguadé y Purificación Díez Goñi. La virgen de Orayen es de madera policromada y tiene una altura de 75 cm. Es de estilo gótico avanzado, está datada entre 1420 y 1600, y está inspirada en Nuestra Señora de Muskilda. María se encuentra sedente y frontal; en la mano diestra elevada sostiene un atributo y con el brazo izquierdo caído sujeta a su hijo, que se sienta en la rodilla izquierda materna. El niño bendice con la mano derecha y con la izquierda sujeta un libro. La indumentaria mariana se compone de una túnica, ceñidor, capa y velo. La del niño se reduce a la túnica. Ambos, María y Jesús, están coronados. El rostro de la virgen destaca por ser ancho de sienes y por dibujar una sonrisa en sus labios.

La tradición dice que la cruz neogótica que se encuentra en la colosal iglesia de San Vicente de Larumbe es la que perteneció a la de San Martín de Orayen. El párroco de Larumbe, Ángel Echauri, la describe como "una cruz muy vistosa, aunque no muy antigua, del año 1905". Hay quien la data entre los siglos XIII y XIV, pero la experta Mercedes Orbe no duda en catalogarla como neogótica. Es una bella cruz de plata labrada y repujada.

El viejo pueblo de Orayen es otro maravilloso lugar que nos regala la Geografía e Historia de nuestro también antiguo Reino de Navarra para conocerlo y disfrutarlo. Y para soñarlo en épocas en las que personas y cosas lo colmaban de vida y patrimonio. Para pasear por su fértil vega o adentrase y perderse en sus bosques. Para ser cómplice de su sosiego.