estella-lizarra. Larraz, que mañana a las 12.00 horas ofrece una conferencia en la iglesia de Abárzuza sobre los ecos internacionales que tuvo la contienda, presentó su nueva publicación en el Museo del Carlismo de Estella, donde no paró de firmar ejemplares y recibir felicitaciones por su trabajo, un volumen en el que narra los hechos tal y como sucedieron, sin pasiones viscerales.
¿De dónde viene la afición de un médico de familia por la historia?
Desde pequeño siempre me ha gustado el movimiento carlista: su estética, su sentido romántico... Además, es una historia todavía por descubrir y recuperar. También oí viejas historias a mis abuelos y siempre he pensado que las guerras, en general, sacan lo mejor y lo peor de las personas. Por eso, en los libros intento recuperar la parte buena de la gente: los episodios de caballerosidad, compasión, perdón. Cosas que muchas veces pasan desapercibidas pero que, para los que las han vivido, es de lo que más orgullosos están con el paso del tiempo, por encima de los combates o heroicidades. En mis libros la idea es acercar la fría historia militar a los corazones.
¿Fue la de Abárzuza la batalla más importante de la Tercera Guerra?
De las más relevantes. Si hubieran ganado los liberales, la guerra hubiera acabado antes. Fue la única ocasión en la que los carlistas tuvieron realmente posibilidades de triunfo, pero los mandos no supieron aprovechar aquella posición que les brindó la Historia. Además, entonces la situación política en España, tan inestable, era proclive, y a eso hay que sumar que lograron una victoria dificilísima con el arrojo de aquellos voluntarios. Se dieron una serie de combates espeluznantes y encima Concha fue alcanzando por una bala.
¿Descarta que fuera una bala perdida, como se ha dicho a veces?
Sí. Desde la trinchera donde provenía había contacto visual con el enemigo y los remington de entonces tenían una precisión impresionante. Seguramente no sabían que era Concha, pero dispararon a dar a un hombre que montaba en un caballo y le alcanzaron. Y otro cosa que nunca quedaba clara era si había llegado con vida a la Casa Munárriz, en Abárzuza. He logrado contrastar ese dato con testimonios de tres médicos que estaban presentes en el momento. Concha llegó con un poco de pulso; agonizante y en estado de shock, pero vivo, murió en la alcoba.
Mucha de la información que ha quedado de entonces era sesgada...
Desde 1880-1890 no se ha escrito nada de esa historia, y aquellas versiones estaban muy condicionadas por las simpatías de los autores. Por eso, hay que revisar las fuentes directas para despejar aspectos confusos. Cotejando los diarios de los testigos -donde está la información más veraz e íntima, con los informes oficiales-, se pueden despejar ciertas incógnitas.
Una mujer, maestra allí, también pudo cambiar el signo de la guerra...
Casimira Ripa fue de las pocas que se quedó en Abárzuza, y tras morir Concha y ver la retirada de los liberales, desmoralizados, anduvo varias horas por el barro, de noche, para llevar la noticia al bando carlista. Creía que si atacaban entonces, de noche, capturando el cuerpo de Concha y apoderándose de la artillería, el curso de la guerra podía cambiar. Pero pensaron que, tras tres días de combate, con el pueblo incendiado, era víctima de una crisis nerviosa y no creyeron que ella hubiera podido acceder a esa información. Tardaron varias horas en contrastar la noticia y avanzar, unas horas que podrían haberlo cambiado todo. Pero, vamos, esto es hacer historia-ficción, nunca se sabrá qué hubiera pasado.
¿Cómo se explica que los carlistas, muy inferiores en número y sin apenas artillería, ganasen la batalla?
Hubo tres elementos fundamentales. Primero, el retraso con el que llegó el convoy de los liberales, que estuvieron casi 48 horas sin abastecerse. Segundo, que al quemar Abárzuza mandaron el mensaje a los carlistas de que si llegaban a Estella iban a arrasarlo todo, y eso hizo que estos se plantearan no ceder ni un paso, que si hiciera falta iban a morir en la trinchera porque eran el último bastión. Y, finalmente, la climatología. Estoy seguro de que Concha, en algún momento, miró al cielo y se preguntó si además de a los carlistas estaba combatiendo a los elementos, porque cayó una tromba de agua tremenda. La artillería no tenía visibilidad, las granadas no explotaban, se clavaban en el barro, y el ascenso por una ladera llena de lodo era difícil.