me escribe Cris desde Londres. No se pierde una sola línea de las que escribimos. Nos envía sus mensajes a través de whattsap y alguna foto del crío rubio que está cuidando allí para ganarse cuatro duros y poder seguir tirando. A veces, incluso nos pone al tanto de novedades tudelanas que se nos escapan a nosotros, que seguimos aquí. De Patri, que también fue becaria en esta oficina, sabemos por Fermín, que de vez en cuando intercambia mensajes Tudela-Barcelona y vuelta. La otra Cris no para, aunque lo último que me llegó por su chico es que sigue en Madrid. Las tres estudiaron periodismo y son periodistas. De las buenas, de eso doy fe. Antes y después de pasar por nuestras vidas, anduvieron en conserveras, en un banco, cuidando niños ajenos, ampliando estudios y perfeccionando idiomas. Mucho más de lo que se puede decir de algunos que están llevándoselo crudo por haber tenido la habilidad de meter la cabeza en la lista de un partido y medrar a la sombra de nuestros impuestos. Me entristece su huída hacia adelante. Vengo ahora de la manifestación contra la LOMCE entre orgullosa por la respuesta multitudinaria y rabiosa por lo injusto de esta porquería en la que nos están rebozando. Conforme avanzaba con las cerca de 2.000 personas que han recorrido Tudela iba fijándome en los locales que se han quedado vacíos después de que echaran el cierre comercios y despachos. Algunos no tenía ni idea de que ya han claudicado y me pregunto qué tremendas historias habrá detrás de esas persianas en las que se acumula el correo atrasado. Se supone que ahora tendría que estar dándole un toque de humor a esta columna, pero no hay manera, no le encuentro la gracia a nada. Todo tiene un límite, supongo. El de la decencia, ahora que lo pienso, es un buen límite. A partir de él uno debería saber en qué filas milita y qué es lo que está apoyando cuando ejerce de representante público, aunque sea en un pueblo pequeño como éste. Pero dar el paso y desmarcarse tiene que ser tremendamente difícil, claro. Dará mucho miedo, seguro. Sobre todo porque para hacerlo hay que tenerlos cuadrados, como los tienen las dos cristinas y Patricia, que han hecho la maleta y, con una mano delante y otra detrás, están en dios sabe dónde regalando el talento y la valentía que aquí, indecentemente, no han querido valorarles.