Un día de frío, lluvia y solidaridad
CuANDO en mi despertador suena a toda pastilla la melodía de Benny Hill suelo levantarme casi escopeteada. Pero claro, porque habitualmente no me despierta a las 7.15 de la mañana. Así que los cinco minutos de más, de sí que me levanto ahora pero no, me pasan factura. Pierdo la villavesa en mi cara -como casi siempre, por otro lado- y me toca esperar 24 minutos a la siguiente. Y sin paraguas, por las prisas. En la marquesina todo es tranquilidad. Con la llegada de la gente, agudizo el oído porque sabía que en este espacio tenía que contar todo lo que viera o escuchara en el trayecto. Pero nada. Ni siquiera escucho bufidos que pueda interpretar como quejas. Durante el viaje, esta escena se repite. Sí que dos burladeses comentan que la villavesa ha tardado más en llegar porque hay paro, pero poco más. A estas horas de la mañana la gente no tiene muchas ganas de hablar. Normal. Yo tampoco las tengo. Lo único que me sorprende es que en la parada de la fábrica San Andrés de Villava no se monta nadie e imagino que es porque mis vecinos villaveses son muy listos y no van a estar esperando 25 minutos a la 4H cuando la 4V pasa cada diez. O igual esto es una paranoia mía y en esa zona no madrugan. Yo que sé. Para hacer el reportaje que pueden leer aquí encima, doy una vuelta por Merindades, Príncipe de Viana y paseo de Sarasate. Y solo encuentro respeto en todas las personas con las que hablo. O sea, hace un frío de narices, está lloviendo, la gente sabe que va a llegar tarde a trabajar o a clase y está congelándose bajo un paraguas, una marquesina o a la intemperie, y todos -a los que entrevisto, ojo, que soy consciente de que hay más personas y opiniones en Pamplona- afirman que "entienden" la huelga. Les aplaudo en mi mente. Cuando miro el reloj son las 9.28 horas. En dos minutos el paro termina, así que me vuelvo a Merindades para coger la 4H. No aparece hasta las 10.09. Por suerte, ha parado de llover. En ese rato de espera veo un vehículo fuera de servicio e imagino que la normalidad en las frecuencias está ya volviendo poco a poco. Horas después, escribiendo esta página, recuerdo que he intentado mostrar una sonrisa de complicidad a la chófer de la villavesa. Por si no lo ha entendido -porque no creo que haya reglas sobre cómo es una sonrisa cómplice-, vuelvo a sonreírle desde aquí. A ella y a toda la plantilla de trabajadores.