Cirauqui/Zirauki, un tesoro de perlas y plata
Esta villa de la Merindad de Estella está regada por el río Salado y se chulea en un alto de las tierras de Txapardía y Marcalagáin. Cirauqui es todo patrimonio, desde su calzada romana hasta sus remates al cielo de S. Román y Sta. Catalina.
En la villa de Cirauqui/Zirauki, pequeña Florencia navarra, confluyen y se entrelazan caminos y estratos patrimoniales de historia y arte. El asentamiento ciraucarro bien asemeja a una pirámide de perlas; algunas de ellas proyectan un gris plateado tan sorprendente como cautivador e, incluso, misterioso. Todo un acervo que viaja por la ruta arqueológica entorno al monte Iguste, en la que destacan el dolmen de Aizibita y el yunque del Diablo; por su discutida calzada romana; y por sus estrechas y empinadas calles, que se abren con un agraciado arco ojival y que se coronan con la esbelta torre de San Román y la fornida de Santa Catalina. Es un laberinto de guiños a la sensibilidad y curiosidad humana. Por ejemplo, se puede dormir el tiempo buscando una sirena esculpida cual rana salmantina o encontrar entre los inmensos y evocadores horizontes, que se disfrutan hacia cualquier cardinal, la moderna manufactura que explica el porqué Cirauqui tiene el mundo a sus pies: un gigante mapa mundi de caucho. Y comprobar el colosal contraste que hay entre las tenebrosas pinturas del cristo de la iglesia de Santa Catalina de Alejandría y la estampa de un hormiguero, futuro ciraucarro, de niños en la plaza de los columpios. En el bar Iturrizar, se disfruta de los mejores fritos que jamás haya gozado jaznate alguno. La fina cocinera es Aurelia. Pero este ya apetecible premio, con el que no hay que olvidar el clarete, claro, se gana tras un amplísimo recorrido por la villa zancadeando de perla en perla.
iglesias y ermitas Las perlas de mayor porte son las iglesias ya mentadas de San Román y Santa Catalina; y las ermitas del despoblado de Aniz y San Cristóbal. Otras, un sinfín de detalles artísticos y preciosas y expresivas obras: cantos geométricos, crismones trinitarios con la A invertida, peleas de grifos alados, cristos gemelos, lauburus, boquetes de las guerras carlistas, blasones de la villa, hornacina felizmente huera de cruzados para que chicas en charla o juego vuelvan a ocuparla, pasadizos de paso y sello de innumerables peregrinos de camino a Santiago... Y una riquísima arquitectura civil de trazado medieval que se fue apoyando en las murallas (hoy muy bien iluminados sus restos) que la ceñían circularmente. Muchas obras son de piedra, otras de sillar o sillarejo, las más antiguas del siglo XVI. Entre otras, destaca la plaza barroca y edificio del ayuntamiento, que aporta un bello equilibrio con su pórtico de arcos rebajados. Cualquier día es perfecto para disfrutar de Cirauqui, aunque señalados son los de las fiestas de La Cruz (14 de septiembre) y los días del lanzamiento de castañas desde la casa parroquial (17 y 24 de noviembre). Ímprovo sería describir toda la riqueza patrimonial de Cirauqui y, en concreto, la de sus dos iglesias medievales y de su calzada y puente romano.
San Román sufrió remodelaciones desde el s. XV. Quizá la perla de las perlas de Cirauqui es su portada de comienzos del s. XIII, que muestra el paso del románico al gótico con una maravillosa sinfonía de geometría en ocho arquivoltas y que está rematada en su ingreso con un arco lobulado por arquillos de herradura de influjo musulmán. Los motivos escultóricos de animales fantásticos son en esencia románicos. El retablo en honor a San Román es de contenido estilo barroco. En Santa Catalina te sorprende el retablo mayor de la titular que, apetitoso a la vista, te invita a comértelo o a meterte en él cual altorrelive a revolotear como angelote. Al otro lado, reposan hasta cada viernes santo media docena de pasos procesionales y las túnicas de las cuadrillas de mozorros.
En las dos iglesias cuelgan dos crucificados de bellísima anatomía romanista. Son de la misma época y tienen el mismo concepto. Finísimo el de San Román.
Tesoro de perlas este Cirauqui. Inefable por su extensa preciosidad. Dos hijos de la villa lo cuentan con amor, mucho mejor. En verso, el misionero claretiano Francisco López de Dicastillo (Zirauki verso a verso, 2012); y en prosa directa y real, su cabal alcalde, Victoriano Goldáraz Carmona. Cirauqui, un tesoro, gris perla y plata.