A veces nos venden el atractivo de un lugar por medio de campañas turísticas, con grandes medios, fotografías y revistas, pero a poco que nos empeñemos no resulta difícil encontrar el encanto de los lugares en la cercanía, perdiéndonos en sus calles, buscando las huellas de nuestros predecesores, hablando con sus gentes? Este es uno de los casos que voy a relatar.
Sorlada, documentado antiguamente como Soruslata y Soruslada entre otras formas, es una pequeña localidad del valle de la Berrueza, de apenas 60 habitantes situada estratégicamente al pie de la ladera en cuya cumbre destaca la silueta de la Basílica de San Gregorio Ostiense. Cuando la visitas por primera vez te llama poderosamente la atención el color rojizo de la piedra de la recia iglesia de Santa Cecilia que nos encontramos al llegar, a la cual está adosado el frontón, todo ello con un patio anexo al que se accede bajo unos llamativos arcos de frontón triangular de la citada piedra. Un material que se repetirá en las casas, algunas de ellas blasonadas que nos llevan hasta el siglo XVI.
Las calles que conocí hace una cincuentena llenas del bullicio de los peques y con el ganado que acudía a la fuente abrevadero, han dado paso un aire más relajado, donde se ha detenido el tiempo, cuya tranquilidad es apreciada, como la de los pueblos del entorno, por consagrados escritores, tanto en euskera como en castellano, para su labor creativa.
De Sorlada Madoz nos cuenta que hace dos siglos se producía "trigo, centeno, cebada, habas, arvejas, maíz, garbanzos, cáñamo, lino, lentejas, alholva, alfalfa, avena, patatas, vino, aceite, alubias, ajos, pimientos, cebollas y frutas; cria de ganado vacuno, lanar, cabrío, de cerda y mular; caza de perdices, codornices, conejos y liebres".
El icono del lugar es sin duda la citada Basílica de San Gregorio y su entorno, que sirve de excelente atalaya para contemplar la vistosa panorámica que nos ofrecen los valles próximos. Estos días el verdor de los campos cultivados con el rojizo de los labrados crean una magnifica postal. El templo no deja indiferente al visitante, quien difícilmente puede imaginarse su grandiosidad en un lugar aparentemente discreto. En su interior destaca su blanca cúpula y cuadros representando la vida del santo en su viaje. Para no resultar subjetivo, utilizo las palabras del escritor Jose Dueso para definirla: "impresionante y monumental basílica barroca".
Benito Perez Galdós en su libro Zumalacárregui, sobre las guerras carlistas, cita en 5 ocasiones la Berrueza y en una Piedramillera. Un detalle que me llamó poderosamente la atención, creo que leído en un artículo, suplemento o en sus libros, fue la teoría de Iñaki Sagredo indicando y argumentando que la nombrada batalla de Valdejunquera ó Muez (Gesalaz), en la que el rey navarro Sancho Garcés contó con la ayuda de Ordoño II de León, y que tuvo lugar en el año 920 contra las tropas de Abderramán III, había tenido lugar realmente en Mues (Berrueza), cosa que me ha parecido siempre bastante lógica, en las muchas veces que he contemplado esos campos, ya que las tierras de Valdega y Berrueza además de haber sido fructíferas en lo que desde el tiempo de los romanos era concepto de riqueza, -es decir cereales, vid y olivo-, son por su anchura, terreno accesible para las invasiones. Además es habitual que la pronunciación euskérica del mismo nombre haya dado en castellano grafías distintas: Maestu/Maeztu, Albisu/ Albizu.
La importancia de San Gregorio en todos los ordenes ha sido grande. En los hogares de la zona podías oír la leyenda de la llegada del obispo ostiense para combatir las plagas de langosta que asolaban los campos de cereales, así como que había dejado indicado que a su muerte se pusiese su féretro sobre una mula y donde ésta cayese se edificara una basílica.
Era curioso ver la escultura de la escena de la mula en la fachada de la misma, cosa que ha desaparecido por la erosión ocasionada por la dura climatología sobre la arenisca. Intenté localizar una foto de la escultura sin éxito, pero recientemente una amiga me ha pasado una antigua donde aún estaba la mula en la fachada.
También recuerdo otra fotografía donde al pie de la citada fachada estaban sentados dos grandes de Nabarra, el consagrado escritor Pablo Antoñana y el admirado investigador José María Jimeno Jurío. Creo que este último estaba unido familiarmente a Sorlada. Su hijo Roldán Jimeno Aranguren es autor de San Gregorio Ostiense y su CofradÍa, donde se hace también referencia al antiguo castillo de Piñalba.
Respecto al lenguaje, hay algunas palabras que quedan en euskera, como ondalan 'preparar las viñas', muga? y algún topónimo en las proximidades, aunque la pérdida del euskera ocasiona también la de estos. En la cercana Legaria, según Joseba Lizeaga, hace 3 siglos el 75% de los nombres de lugar eran en euskera. En Oco/Oko algunos de los que había hacia 1700 como Gaztelubidea 'camino del castillo', Logorri, Larrea(s), Azpeldoia, Adarreta -éste comentado también por Javier Arizaleta, como despoblado, en Olejua-, Ollandi, Bizkarza, Zaldukia? también nos indican la presencia de la lengua.
Merece la pena visitar estos lugares, donde han florecido los almendros y donde yo he probado el mejor aceite. Recomendaría leer los libros de Pablo Antoñana y Ángel Martínez Salazar sobre el entorno. Un artículo de este último me ha servido de acicate para contar estas impresiones. Otro día seguiremos con otro pueblo.