Con la llegada de la primavera y el buen tiempo la tradición del esquileo de las ovejas vuelve a muchos hogares del Pirineo. Pero esta práctica se ha perdido en la mayoría de las granjas donde los ganaderos y ganaderas prefieren acudir a manos de profesionales especializados en el oficio. A pesar de ello, en casas como Lorentxo, de Orbaitzeta, siguen manteniendo esta práctica que simboliza una tradición que se hereda de generación en generación, un día de duro trabajo entre lanas y balidos de ovejas, pero sobre todo un día de encuentro entre amigos, vecinos y familia.

Sábado, diez de la mañana y sol. Pero también máquinas preparadas, pilas cargadas y centenares de ovejas con kilos de lanas que cortar. Estos son los ingredientes necesarios para un día de esquileo productivo, ingredientes que se concentran en la casa Lorentxo de Orbaitzeta el día en el que se corta la lana de unas 300 ovejas. Tal y como comenta el ganadero Patxi Zabalza, "seguimos la misma tradición que cuando esquilábamos a mano, pero ahora lo hacemos a máquina y para ello intentamos hacerlo entre la familia y vecinos". A pesar de que el objetivo de la jornada es esquilar a los ovinos, la esencia es "juntarse todos, porque el momento más especial es cuando nos unimos en la comida; lo bonito es cuando todo acaba y no antes", precisa Zabalza.

El esquileo es una labor que se realiza en esta época, una práctica beneficiosa para los animales pero también para el día a día de los ganaderos. "Al cortarles toda la lana, evitamos que las ovejas tengan insectos infecciosos como las garrapatas. Pero además, dejarlas rapadas es mucho más cómodo a la hora de ordeñarlas", explica Alberto Larrañeta, ganadero valcarlino y esquilador. Asimismo, a pesar de que antiguamente se pagaba más por la lana, actualmente "la seguimos vendiendo en septiembre y con lo que ganamos hacemos otra comida. Queremos mantener las tradiciones mientras podamos", comenta Zabalza.

TRABAJO EN CADENA El día del esquileo, 18 personas colaboran desde muy temprana hora en casa Lorentxo; nueve personas constantemente esquilando las ovejas, cinco ayudantes acercándolas a los esquiladores y colocándolas boca abajo, y otras cuatro recogiendo automáticamente la lana cortada y depositándola en sacos de hasta 1250 kilos. A ellos se suman dos fieles perros de raza border collie que "ayudan sin rechistar a separar las ovejas".

Como si de un salón de belleza se tratará, los nueve esquiladores se colocan en sus posiciones y esquilan cada animal más o menos en cinco minutos, teniendo siempre en cuenta una técnica específica para no dañarles. "La técnica es la misma que con la tijera. Hay que empezar del cuello para abajo, y seguir por la tripa y la pierna. Pero para no hacerle heridas no hay que llevar el peine de la máquina apoyado a la oveja, solo de un lado", precisa Patxi Zabalza. Su hermano Aitor añade que "al esquilar hay rincones con más dificultad, donde la máquina no pasa fácilmente. Todo depende de la lana".

Junto a ellos se encuentra Sergio Antxorena, quien al lado de su padre realiza el esquileo por primera vez; "hasta ahora siempre he estado pasando las ovejas; entre lo que vas viendo durante los años y lo que a ti te parece, lo haces", explica.

Esta es la esencia del día del esquileo, transmitir ese aprendizaje e interés de generación en generación, con el objetivo de que las ovejas también tengan derecho a pasar un verano fresco.