artajona - Por sorprendente que parezca, la quinta nacida en 1939 en Artajona, localidad de apenas 1.700 habitantes, se acaba de proclamar la más longeva del Estado. La estadística en este sentido es “abrumadora”, coinciden los artajoneses que este año han cumplido o cumplirán 75 años. Y es que de los 38 niños (21 mujeres y 17 hombres) nacidos en el 39, fecha en la que llegaron a residir hasta 2.307 habitantes en esta localidad situada a tan solo 30 kilómetros de Pamplona, sobreviven 29. En concreto, siete de ellos (cinco mujeres y dos varones) fallecieron en edad temprana, durante la infancia, mientras que dos murieron en edad adulta, con más de 50 años. Esto quiere decir que, según sus cálculos, los quintos nacidos aquel año han vivido una media de 74,29 años, el equivalente al 99,05% del total.

Tan seguros y “orgullosos” están de pertenecer a la generación más longeva, que se les ha ocurrido retar al resto de pueblos del Estado a superar esta media. Si es así, los artajoneses les invitarán a una comida. “Tenemos salero para esto y para más, y la verdad es que nos encantaría compartir una comida con ellos”, adelantan, sonrisa en boca, Leonor Deán Berástegui, Blanca Vital Vélez, Luis Lorea Vélez, María Rosario Ciriza Zabalegui y Manolo Oficialdegui Recarte, que rebosan salud y vitalidad.

Visto lo visto, parece conveniente preguntarles cuál es la clave para mantener su inmejorable aspecto físico y su agilidad mental, pero tras conversar unos minutos con ellos la respuesta resulta más que evidente: el sentido del humor. “El cierzo seguro que ha tenido algo que ver, pero no tener los vicios que tiene la juventud hoy en día, también. El cariño, una alimentación sana y la ayuda vecinal, han hecho el resto”, comentan. “Igual merendar mostillo en vez de Nocilla nos ha hecho fuertes”, baraja Blanca Vital, mientras el resto asiente con la cabeza. “La verdad es que tenía muchas calorías porque era mosto reducido en un recipiente de cobre al que se le añadían naranja o nueces”, explica Manolo Oficialdegui.

Sin embargo, no todos coinciden. Y es que mientras algunos aseguran haber pasado “hambre” durante los difíciles años de la posguerra, otros garantizan que “no nos ha faltado de nada”. “En casa había conejos, gallinas y cerdos, así que comida no nos ha faltado, aunque cierto es que hemos pasado de todo, pero aquí estamos felices y contentos”, declaran.

INFANCIA FELIZ En lo que sí coinciden todos es en que “antes la vida era distinta”. “Partimos de la base de que en aquella época no teníamos ni televisión ni radio, así que nuestros padres pasaban el tiempo haciendo hijos, por lo que nuestras familias eran numerosas”, bromean. De su infancia recuerdan a sus profesoras Sor Filomena, Sor Isabel o Sor Josefina, Hijas de la Caridad, quienes les enseñaron “lo básico”. “Casi todos estudiamos hasta los 14 años en una escuela situada en las inmediaciones del actual parking del consultorio médico. Estábamos divididos por sexos y donde mejor nos lo pasábamos era en el patio jugando a las tabas, la soga o las bolicas”, cuentan. Blanca Vital recuerda, además, las trastadas que les hacían a las monjas. “Un día me mandaron a las escaleras por hablar en clase y no se me ocurrió otra cosa que bajar y soltar las vacas que tenían en el patio para que se comieran sus hortalizas”, confiesa entre carcajadas.

Ya en su juventud, destacan la “libertad” con la que se vivía en el pueblo, “sobre todo en fiestas”. “Como no teníamos ni un duro, ni falta que nos hacía, lo poco que teníamos lo gastábamos en entrar a los bailes de Úsar o El Círculo, donde solo pagaban los chicos, y cuando se acababa nos íbamos a los viñedos a comer uva”, rememoran.

emigrantes A la mayoría les ha tocado trabajar en el campo, en el servicio doméstico o en el sector servicios. “En la década de los 60 muchos emigramos para ganar algo de dinero y comprarnos una casa”, explican. Blanca Vital, por ejemplo, estuvo tres años y medio en Munich (Alemania) trabajando para Siemens, mientras que María Rosario Ciriza ejerció de niñera en Francia. “Me ofrecieron trabajar en Suiza o en Alemania y como no sabía qué destino elegir lo eché a cara o cruz. Lancé una modera al aire y salió Alemania. La verdad es que no me quejo porque me trataron de maravilla y pude ahorrar dinero suficiente para comprarme una casa”, confirma Vital.

El único que estudió de su quinta, en la Escuela Superior de Técnica Empresarial de Donostia, fue Manolo Oficialdegui. “He sido un privilegiado, lo sé”, reconoce. Sin embargo, de entre la lista de quintos del 39 destacan también los que prefirieron tomar los hábitos como José Ángel Divassoón Cilveti, obispo de la diócesis de Puerto Ayacucho (Venezuela); Dionisio Echarte Rodríguez, misionero del Sagrado Corazón; o la monja María Teresa Macaya Zabalegui. “Antes era muy común”, aseveran.

Asimismo concluyen que tras el éxito cosechado durante su última comida, celebrada en octubre, “barajamos la idea de que la fiesta sea anual, porque la vida es tan bonita que no se puede desperdiciar. Además, aunque tenemos los achaques propios de la edad, estamos guay y eso ya es motivo de celebración”. No les falta razón.