Los primeros habitantes fueron llegando a Erripagaña durante el verano de 2011. Entonces, en aquel barrio, cuyas calles se enmarcan dentro de tres municipios diferentes (Pamplona, Burlada y Valle de Egüés, dentro de Sarriguren) se iban levantando decenas de edificios de VPO, VPT y de precio libre. “Nos vendían un barrio nuevo que iba a estar lleno de servicios”, recuerda Esteban San Pedro, uno de los primeros inquilinos. Hoy, tres años y medio después, el número de habitantes de este barrio ha aumentado considerablemente y es ahora cuando la actividad comercial empieza a animarse de forma paralela a la vida en las calles. Además, para el 16 de febrero está prevista la implantación de la línea 19 de villavesas, que pasará por las principales calles de la urbanización.

A día de hoy solo está construido aproximadamente un tercio de las 5.410 viviendas proyectadas, con capacidad para 13.000 personas. Burlada, que es el municipio con mayor censo en este barrio, tiene empadronados 931 vecinos, que, junto a los que viven en las zonas de Pamplona y Sarriguren, solo cuentan con 11 servicios: tres farmacias, una carnicería, dos panaderías-cafeterías, una peluquería, una guardería, una tienda de bicicletas, un bar y una pequeña tienda de alimentación. Estos tres últimos están en la zona que pertenece a Pamplona, alejada de las calles de Burlada y Egüés por unos 500 metros. “Echamos en falta más servicios y comercios, sobre todo bares”, comenta Mikel Fernández, un joven de 25 años que lleva viviendo en Erripagaña-Burlada casi un año. “Quizá cuando haya bares, las calles se animen más. Está todo un poco apagado, es muy barrio dormitorio”, coincide Blanca Lezáun, otra vecina. “Pero antes estaba todo mucho más desierto, ahora ya se ve gente por las calles”, apunta el joven de 32 años Javier Martínez, que pasea con su perro. Una estampa habitual por las zonas verdes de este barrio, en el que vive gente joven. “Se ven muchas embarazadas con niños pequeños; la gente no suele pasar de los 40 años”, relata Rita Balbuena, que lleva una de las dos panaderías del barrio, en la parte de Sarriguren, desde hace 2 años. “Cuando empezamos había la mitad de gente y se nota que va a más: vemos muchas furgonetas de mudanza y de montaje de cocinas, por ejemplo”, añade.

En las próximas semanas llegará la extensión de la línea 19 de villavesa, que no llega al centro de Pamplona, sino que va por la zona del Club de Tenis, la Milagrosa, Iturrama, Ermitagaña y Barañáin. “No está mal, pero yo habría preferido que la 20 o la 18 -sí van al centro y circulan por las afueras del barrio- entrase aquí. Si no va al centro, no nos sirve demasiado”, comenta Mikel.

COMERCIO INCIPIENTE Pero lo que de verdad necesitan quienes habitan en Erripagaña es “un cajero; si necesitas algo de dinero tienes que ir hasta Mendillorri”, cuenta Lezáun. Una opinión compartida por la mayoría de los encuestados. Por las calles de la zona de Burlada se ve alguna bajera que promete la próxima apertura de una clínica dental y un bar en construcción. “Pero va todo muy despacio”, opina Andrea Larreta, de 27 años. “Yo espero que esto acabe siendo como Sarriguren, pero falta un poco de tiempo, supongo”, agrega Lezáun. El centro del barrio lo domina un gran solar, donde estaba prometido un centro comercial con un supermercado. Un proyecto abandonado. Pero lo cierto es que el comercio funciona bien en este barrio. Así lo apuntan desde sus panaderías y la carnicería Zuazu, todo sobre la avenida Erripagaña de la parte del Valle de Egüés. “Nos viene mucha gente, esto funciona bien”, asegura Miguel Pala, uno de los tres empleados de la carnicería. La cercanía de un supermercado de descuento, frente al final del barrio, no supone “ninguna amenaza”, dice.

Pero medio kilómetro más al oeste, la zona de Pamplona (que comprende las calles Atenas, Madrid, Londres, Diego Salvá Lezaun y Ángel Postigo Mejías) está más desierta. Aquí no se anuncian nuevas inauguraciones. La razón se encuentra, principalmente, en que el precio por abrir un comercio y las tasas de después son mayores en la capital navarra que en los otros municipios. Una vez aceptada la solicitud de apertura de un comercio de actividad clasificada (bares, restaurantes, cafeterías, carnicerías y guarderías, por ejemplo) en Pamplona la tasa va en función de los metros de superficie: de menos de 50m2, 1.146 euros; de 50m2 a 100m2, 1.293 euros, etcétera. En cambio, en el Valle de Egüés se paga por la superficie del local: 10,12 euros por los primeros 100 m2, que se va reduciendo conforme éste sea de mayor tamaño. Es decir, abrir un bar de 100m2 costaría 1.293 euros en Pamplona frente a los 1.012 de Egüés.