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Orgullo de cantero

Orgullo de cantero

conocer de cerca las partes más inaccesibles de la catedral de Tudela permite descubrir rincones y aspectos que desde el suelo no se pueden contemplar. Tocar los capiteles de las inacabables columnas, pasear por las cubiertas, palpar las campanas, tener la visión de las cigüeñas o apreciar el trabajo que hicieron los canteros puliendo y adaptando cada sillar a las medidas de esta joya del primer gótico, no tiene precio. Las firmas de estos artesanos de la piedra unen al visitante del siglo XXI con los constructores del XII en una especie de túnel del tiempo conectado y ayuda a adivinar, desde los tejados, cómo era aquella Tudela de las tres culturas que decidió sepultar la mezquita bajo los cimientos de un nuevo templo a la medida de los conquistadores.

Los Amigos de la Catedral de Tudela quieren que estos aspectos desconocidos del templo estén al alcance de la mano de todos los tudelanos y turistas, previa autorización del Gobierno de Navarra y colocación de las medidas de seguridad oportunas. Hace años, cuando se acabaron las obras de restauración, se habló de esta posibilidad pero nunca se llegó a abordar. Quienes han podido conocer la seo desde estos rincones en las alturas conocen de su valor. A la hora de buscar nuevas iniciativas turísticas y valores distintos a otras ciudades sería un importante impulso para el conocimiento de Tudela fuera de las fronteras de Navarra.

un mundo de signos

Hasta 120 firmas

Todas las paredes, arcadas, escaleras de caracol, rosetones y pasajes, ocultos a la vista de quienes ven el templo a ras de suelo, guardan una firma, una señal que marca el autor de aquella piedra, que recogió y trabajó hasta darle el tamaño necesario para que cuadrara el enorme puzle de la catedral.

Según algunos expertos, se ha llegado a contar más de 120 firmas distintas en los sillares del templo tudelano sin tener en cuenta las bóvedas y muchas marcas encerradas en el interior del muro, por lo que la cifra se podría triplicar. Este hecho, que podría parecer menor, ayuda a deducir la relevancia de la inversión económica que supuso para la zona, la solvencia económica del patrocinador y mecenas del templo y también se podrían distinguir las distintas etapas de la edificación o incluso rastrear los trabajos de un mismo cantero a lo largo de una región.

Durante más de dos siglos (los trabajos comenzaron hacia 1168 y se terminó bien entrado el siglo XIII, aunque algunas cubiertas se concluyeron en el XIV), las logias de canteros firmaron sus obras en la seo tudelana con estrellas, iniciales, dibujos geométricos, jeroglíficos y marcas que ahora resultan indescifrables pero que ayudan a conocer en qué otros templos dejaron huella.

A mitad de la Edad Media, las catedrales se convirtieron en generadoras de riqueza y a su alrededor florecieron constructores que adquirieron relevancia social, pasando de ser un maestro de obras a un intelectual que debía saber de geometría, carpintería y otras artes liberales, convirtiéndose en un oficio reconocido.

En las catedrales existen piedras marcadas y otras sin marcar. Según el historiador Javier Alvarado, esto se debe a que, por un lado, trabajaban canteros contratados a sueldo fijo para las partes menos difíciles, pero para las que implicaban una mayor dificultad “se recurría al destajo, por este sistema se contrataba a más operarios. El cantero grababa su signo y le pagaban en función de las marcas contabilizadas que se apuntaban en el libro de la obra”. Hay que recordar que la unión de maestros canteros propició el nacimiento de gremios y logias, origen, en años posteriores, de los símbolos masónicos. Su firma, sello y huella no sólo era registro de su obra, sino su mejor tarjeta de presentación para futuros trabajos y construcciones.

marcas reconocibles

Obras coetáneas

Algunos de los signos encontrados en Tudela permiten conocer que estos canteros también estuvieron en otras obras coetáneas. La estrella, que se puede ver en la foto de la parte baja de la página, también aparece en la construcción del castillo de Olite y según la autora Sandra Cerro este mismo símbolo hace referencia a una logia masónica en los muros del Monasterio de la Oliva. Otra muesca en Tudela son dos triángulos enfrentados por el vértice, que se encuentra en el Monasterio de Irache, Santa María de Sangüesa, iglesia parroquial de Fitero o San Marcos de Uharte Arakil.

Pero además de las firmas, las marcas dejadas en la piedra significaban también borradores de diseños, marcas para el correcto ensamblaje, muescas de transporte o incluso señales de fenómenos astrológicos ocurridos durante la construcción de la obra. Así, sobre la cubierta de una de las naves laterales de la catedral de Tudela se puede ver en los sillares esbozos de círculos elaborados para diseñar una ventana o el rosetón, algo habitual en las grandes obras como sucede en el Monasterio de Fitero. Como afirma Cerro, “no se puede afirmar que sea un enigma resuelto el origen de las marcas de los canteros”.

Esta misma autora, en su trabajo Un secreto grabado en piedra apuntaba también la relevancia del tamaño de las firmas en los sillares y lo que este aspecto implica de sus autores. “Hemos visto marcas grandes, que se muestran vistosas en la piedra representando a un autor que se quiere hacer notar. Las marcas pequeñitas, en cambio, pueden hablarnos de humildad y recogimiento, de deseos de pasar desapercibidas pero, paradójicamente, son tal vez las más buscadas y, por su dificultad en encontrarse, las más admiradas y celebradas”.

con lupa

l Conservación de las bóvedas. Desde las cubiertas de la catedral se pueden observar las bóvedas. Un informe de 2005, de la Universidad Politécnica de Madrid indicaba la necesidad de revisarlas “cada uno o dos años para localizar futuros fallos locales”. Pese a todo se indicaba que “las bóvedas están en excelente estado y no presentan ningún problema estructural global”.

l Historia. Las obras se iniciaron en el reinado de Sancho VI el Sabio, hacia 1168. Se sabe que en este año, el cabildo de la iglesia de Santa María adquirió un gran número de casas y tiendas adosadas a la mezquita Mayor, iniciándose de una manera formal las obras de la actual catedral. También se cita la donación de otras casas para las obras del claustro nuevo de Santa María. Para 1188, las obras debían estar avanzadas como para ser utilizado lo ya construido, dado que en ese año tuvo lugar la consagración. A la primera etapa de la construcción pertenecen la cabecera y el crucero. Después, a finales del XII, le siguieron los muros perimetrales y la Puerta del Juicio, anterior a la explosión gótica-francesa y en el reinado de Sancho VII el Fuerte. Las obras continuaron durante casi todo el siglo XIII, siendo terminadas durante el reinado de Teobaldo I el Trovador. Las puertas del crucero se construyeron en 1186 y la puerta del Juicio en 1200. El claustro románico se construyó a finales del siglo XII, entre el 1180 y 1206. El coro, en el siglo XVI.