bera - Goiko empezó como fotógrafo el 2 de mayo de 1974, “primero en casa dos años, tras inscribir el laboratorio fotográfico en el Sindicato de Industrias Químicas, Papel y Artes Gráficas, ya que no podías entrar de primeras y ejercer, había que pasar un examen en Madrid”, recuerda. La primera vez que fueron de provincias “nos suspendieron a todos”, y luego había que hacer un cursillo en una academia “y tenías que pasar un examen de 15 preguntas”. “Tras el teórico, pasabas el práctico y conseguías el título de fotógrafo con galería. Luego tenías que darte de alta en autónomos, si no no podías abrir y eso lo llevaban a rajatabla”, añade.

En 1974 hizo su primera exposición con fotos de Bera “en un local que luego alquilé, y hasta hoy”. Goiko ha conocido la fase del negativo en blanco y negro. “Sacabas las fotos del día y tenías que revelar el negativo esa misma noche, dejar secar mientras cenabas, revelar a blanco y negro, con la temperatura que bajaba demasiado en invierno y tenías que hacer mil inventos para controlarla a 18-21º, desde usar algún calentador que venía de importación de Iparralde, de estraperlo, a poner ladrillos refractarios debajo de las bandejas”, recuerda. Compaginó durante años la fotografía con el trabajo en Laminaciones de Lesaka, donde empezó en el año 1970 hasta el año 1990, primero en Luberrondo y luego en Zalain. Cuando vio que la fotografía le exigía cada vez más tiempo dejó el trabajo en la fábrica.

En sus inicios tenía una cámara Nerasport de plástico del año 1965. “Iba a Irun y revelaba en una tienda, después compré una compacta, y más tarde una réflex, que entonces era como tener un Mercedes Luego vino el color. Al principio tú veías la foto de un color y del laboratorio venía de otro, e incluso cambiaba de un laboratorio a otro. La excusa era que habían cambiado los baños en el laboratorio”, rememora.

la era digital Cuando empezaba a coger el tranquillo al color, llegó la era digital. “Nos pareció que era una sorgiña -señala- que te dicen que haces fotos y las puedes ver en la pantalla al momento”. “La mentalidad cuando estás sacando con negativo es: piensas la foto, ves la foto, ves la luz y sacas una o dos como mucho. Con la digital la mentalidad de la gente es: hago 18 fotos y a ver qué sale. Nosotros seguimos trabajando con la mentalidad del negativo. Lo mejor es pensar, esperar, razonar? y decir ‘la foto es ésta’. Yo he solido ir a hacer una foto para mi archivo, ver que las condiciones de luz no son buenas y marcharme sin foto”, asegura.

La ventaja que da lo digital es la velocidad. “Además las redes sociales te dan la oportunidad de expandir esas fotos. Los jóvenes, los que están fuera de Erasmus, me siguen y así están al día de lo que pasa aquí. En cuanto a rapidez es un adelanto importantísimo”, reconoce.

Goiko acudió al París-Dakar del año 2003 con Toyota, una experiencia tremenda de la que trajo dos botellas de litro de arena del desierto que repartió “en frascos pequeños de colonia a las dueñas de las tiendas de Altzate y sé que alguna todavía la conserva”. Conoció al aventurero Álvaro Marichalar, a la actriz Elsa Pataky, a Miguel Indurain y a otros muchos personajes famosos. Con Marichalar hizo la travesía del Camino de Santiago por alta mar. También subió en helicóptero e hizo un reportaje aéreo de la bahía de Santander.

Pero Goiko hizo por primera vez el Camino de Santiago (por tierra) con 16 años, como representante de la Escuela Sindical de Irun y 50 años después ha vuelto a hacerlo, por lo que ha sido nombrado archicofrade de honor del Camino de Santiago. También es cofrade del Salmón de Irun y ha sido nombrado Bidasotarra del año. Sin embargo, afirma que “el mejor nombramiento es trabajar con mi cámara y no esconderme”. Lleva muchos años acudiendo al Olentzero de Lesaka, a Carnavales... Envió a Beijing, China, a un concurso en el que pedían fotos relacionadas con temas rurales, una fotografía del Zakozar de Lesaka, y ganó. “Se hizo una exposición en varias ciudades. Me invitaron a ir pero como no pagaban el viaje, no fui. Y a raíz de eso, expuse mis trabajos en Lesaka”, señala. Afirma que donde más a gusto está es “detrás de la cámara, manteniendo una relación con la gente. Disfruto con todas las tradiciones, las fiestas... Eso sí, siempre procurando no molestar. Estar trabajando con tu cámara, pero pasando desapercibido”.

Hoy, cuando parece que todo el mundo es fotógrafo y en cualquier acto puede haber decenas de teléfonos móviles, Goiko defiende la importancia de los matices para que una foto tenga la calidad técnica necesaria. Ahora, tras el cierre del negocio a final de mes, afirma que dedicará más tiempo a sus dos nietos, que viven en Ultzama, “y a seguir con la cámara de aquí para allá”.