sarriguren - Que un niño ordinario se lleve el dedo gordo a la boca es de lo más normal del mundo. Pero si lo hace uno extraordinario como Aitor Aranguren este gesto de apariencia irrelevante se convierte en una hazaña. Otra más de las muchas que ha ido conquistando desde el 26 de enero de 2015, cuando le dieron por muerto. O vegetal. Esa noche, durante la cena, el pequeño de dos años se atragantó con un trozo de salchicha que se coló por donde no debía y fue a parar a su pulmón. Estuvo 12 minutos en parada cardiorrespiratoria y la falta de oxígeno durante tanto tiempo le provocó daño cerebral adquirido.
Un año después, “no anda, no ve bien, no habla y no come sólido, pero el crío no para de reír, él vive y es feliz”, dice su tía Alicia Ruiz. “Bueno... sí habla... dice mamá”, le corrige su hermana pequeña y orgullosa madre de la criatura, María Jesús, vecina de Sarriguren.
Aitor se ha ganado a pulso el apodo de luchador. También lo ha hecho su familia, que pelea a su lado para proporcionarle la mejor de las vidas. Pese al pesimismo inicial de todos los médicos. Pese a las limitaciones de un sistema público de salud que no llega ni de lejos a cubrir sus necesidades y pese al dineral que requiere todos los meses su tratamiento. Dinero que, por cierto, no tienen.
Aitor agradece los esfuerzos como viene haciendo desde hace un año. Poniendo de su parte y con amplias y constantes risotadas. Ahí es cuando a su madre y a sus tíos se les olvidan todos los males y se les cae la baba de puro gozo. “Aitor ha roto muchos esquemas”, resume María Jesús. “Es una bestia parda”, le define su tía. “En la UCI, cuando le desentubaron la primera vez, le daban crisis cada minuto. Los médicos dieron por hecho que no respiraría por sí mismo y que no merecía la pena que viviese. Pero le volvieron a entubar, le desentubaron y empezó a respirar. Eso les descuadró; no lo esperaban”.
Aitor superó ese momento crítico y entró más tarde en el centro de neuro rehabilitación Paso a Paso. Allí recibe sesiones de fisioterapia, hidroterapia, logopedia o estimulación cognitiva, y le esperan de lunes a viernes “sus hadas Irati, Paola, Mireia y Esther. Cada cuál es mejor y las cuatro son muy importantes para él”, dice su madre. Desde entonces, “mejora a diario. La gente piensa que a lo mejor en un año o dos Aitor puede estar corriendo. No es así. Esto es un proceso muy lento, largo y de tener mucha paciencia. Pero hay que vivirlo con optimismo y un poquico de locura, porque si no...”, explica María Jesús.
“Puede evolucionar muy rápido o tener parones. Pero nunca va a retroceder porque sigue trabajando. Tiene que ir reaprendiendo a hacer las cosas que sabía hacer. Era muy trasto, ese ímpetu lo sigue teniendo y es lo que le ayuda a recuperarse, además del trabajo. Porque si a un niño lo tumbas en la cama adiós. Hay que estar encima todos los días”, dice su tía.
El proceso no es fácil. “Es duro y a la vez gratificante, una contradicción de sentimientos”, comenta Alicia. “A veces echo mucho de menos la relación tan especial que tenía con él. Porque hemos pasado mucho tiempo solos. Y pienso... ojalá me cogiera ahora del pelo o me acariciase como hacía antes...”, dice María José con tristeza. “Es como reinventarte otra vez y aprender a disfrutar del nuevo Aitor”, explica su tía.
El nuevo Aitor se expresa a su manera, como dice Alicia. “No tiene la capacidad de lo material. Él vive de sensaciones”. María abunda en la idea: “En rehabilitación están empeñados en que coja objetos, y el niño pasa. Él quiere el contacto con las personas, que le cantes, que le hables, que lo sobes, que lo muevas...”. “Eso le hace aún más tierno”, dice su tía.
María Jesús tiene a su cargo a otras dos criaturas, Cristian, de 14 años y que colabora como un adulto más, y Jokin, de solo 5. Madre y tía se reparten las tareas y ponen a disposición de Aitor su tiempo y su ternura. Y su tío Peio Ascunce no pierde la perspectiva del dinero, hace de manager y se encarga de los eventos. Es otra pieza imprescindible. Porque su terapia cuesta unos 1.000 euros al mes, el traje que lleva puesto 1.180, su silleta nueva 1.600 y el andador que quieren comprarle en cuanto gane unos centímetros hasta 6.000. “Luego son cuatro hierros, pero como es ortopedia es carísimo”, dicen.
‘sonidos unidos por aitor’ Para llegar a esa cifra la sala Tótem acogerá el 19 de marzo el festival Sonidos unidos por Aitor. El Drogas, Zarpazo a Cicatriz, Rat.Zinger, Ultimatum, Pasternak, H. Kanino, la Chit Chat Sex Band o la Chula Potra estarán por allí de manera altruista. El Drogas ya movilizó en verano al personal con un concierto por la causa en Sarriguren. “Eso le dio un empujón muy gordo al crío. Y ahora mucha gente que le sigue es de lo más macarruzo de Pamplona. Y me encanta”, dice su tía.
“Gracias a Aitor hemos podido ver cosas muy buenas de la vida. Porque vamos por ahí cabreados, sin ganas de hablar con el de al lado. Y hay gente que merece muchísimo la pena. Sin ellos no hubiera sido posible seguir con todo esto. Ni de coña”, dice María Jesús. “Esa gente me ha reconciliado con el ser humano. No pensaba que existían, pero un niño despierta esos sentimientos”, cuenta emocionada Alicia.
Para seguir las aventuras de Aitor y colaborar, su familia lleva la página de Facebook La historia de Aitor el luchador. “Es una faena exponer a un niño porque no te puede decir si lo estás haciendo bien. Lo haces desde su dignidad. Y la página habla de esperanza, de que luchando se pueden conseguir cosas”, termina María Jesús.