pamplona - El ritmo endiablado del derbake, un instrumento de percusión similar a un tambor, irrumpe con fuerza en la silenciosa sala y las bailarinas, descalzas y vestidas con lujosos trajes cuajados de piedras, comienzan a ejecutar su danza. El derbake se entremezcla con los rasgueos del laúd y el tintineo de las piedras que adornan las faldas de las bailarinas. Los golpes de cadera, las ondulaciones y los movimientos de los brazos se suceden sin tregua. Todas llevan abanicos con colas de seda en las manos y ejecutan una coreografía perfecta en la que la sensualidad es la reina. Por un instante, la magia del momento y el vertiginoso ritmo transporta al espectador lejos, a un universo diferente en el que huele a incienso y los suelos son de mármol blanco, al paraíso de las mil y una noches.
“¡Muy bien chicas! Va a salir perfecto”, exclama Miren Ripa, que no se encuentra en el palacio del califa Shahriar, sino en el barrio de San Jorge -concretamente en el estudio de Danza Camino- ensayando el espectáculo que ofrecerán sus alumnas como parte del Habibi Oriental Festival hoy, a las 20.30 horas, en la Casa de Cultura de Zizur. “Es la séptima edición y este año contamos con la presencia de la bailarina egipcia Nour Banu”, explica Miren Ripa, profesora y bailarina de danza del vientre con más de 17 años de experiencia.
“A mí siempre me habían llamado la atención otras culturas y, en mi época de adolescente, llegó a mi una cinta cassette que por un lado tenía música de Marruecos y por el otro de la India. Cuando cumplí 17 años me apunté a un curso de danza del vientre que había en Pamplona. Me llamó la atención, estaba pasando un mal momento porque había roto con mi primer novio y decidí probar. Más adelante me di cuenta de que era una forma de expresarme”, recuerda Miren que, entre risas, confiesa que le gustaban tanto las clases que solía llegar media hora antes de que comenzaran.
Dos años después de esa primera clase en la que se enamoró de la danza del vientre, Miren encontró trabajo en el restaurante Alsafir. “Hicimos una cena y nos dijeron que podíamos bailar. Al día siguiente me llamaron los dueños para decirme que querían que bailase más veces”, recuerda esta bailarina, que dejó el trabajo tras un año bailando para fundar su propia escuela. Pero la economía fue más fuerte que la ilusión y la crisis hizo añicos su sueño de tener un centro propio. “Primero estuve dando clases en un local, Albalá, de 80m2 en la calle Joaquín Larregla, pero luego me mudé a uno más grande en Río Ega y al año llegó la crisis”, recuerda Ripa, que actualmente da clases en el estudio Danza Camino y ha vuelto a bailar en el restaurante Alsafir.
Durante los 17 años en los que Miren ha desarrollado su carrera como bailarina, la situación de la danza del vientre ha cambiado mucho. “Cuando yo comencé, había tres páginas web en todo el Estado sobre danza del vientre. En aquel entonces nos comprábamos unas cintas VHS en las que salían bailarinas egipcias antiguas para aprender los pasos. En 2009 hubo un boom con las canciones de Shakira y ahora, aunque está más estable, hay mucha competencia con las redes sociales y YouTube”, explica Ripa, que ha participado en varios concursos de carácter nacional e internacional.
estética “Ser bailarina y quedarte embarazada no es una situación fácil”, confiesa Miren, que sufrió en sus propias carnes las consecuencias de los prototipos de belleza impuestos por la sociedad occidental durante el embarazo de su hijo en 2013. “Parece que para ser bailarina tienes que estar delgada y no con un tripón de 9 meses”, explica esta bailarina, que, a pesar de que estuvo dando clases hasta prácticamente el final de su embarazo, sí tuvo que reducir el número de actuaciones. “Es parte de la vida, lo más bonito del mundo, pero rompe la estética impuesta por la sociedad y, además, hay que conciliar el trabajo y la maternidad”, lamenta la bailarina. Sin embargo, Miren (33 años) es una firme defensora de que “la danza del vientre la puede bailar todo el mundo”. “No hace falta tener una figura concreta, es una danza para la mujer, terapéutica. Lo más importante es tener actitud y constancia. Es muy gratificante ver como, con trabajo, el cuerpo te sigue”, asegura Ripa que pone por ejemplo a las mujeres egipcias, que “no miran la forma ni la edad”, sino que “buscan transmitir con sus movimientos”.