En los lejanos años 1953-54, aquel Colegio de San Martín de Oronoz, en el Valle de Baztan, nos introducía en el mundo mercantil bajo la batuta del inconmensurable Hermano Segundo a cuya máxima del Men sana in corpore sano, fomentada a través de su pasión pelotazale, unía unas condiciones profesorales de excepción, por buen conocimiento de las materias y, sobre todo, por su capacidad para penetrar psicológicamente en los componentes de su alumnado, de los que obtenía respeto, admiración y especial atención a sus enseñanzas.
El profesor seguía la trayectoria de quienes salían de su aula y, con orgullo paterno, mencionaba a aquellos que destacaban en su profesión o en los estudios superiores. Varias veces nos ponía como ejemplo a dos de sus discípulos: un lesacarra, apellidado Behobide, que triunfaba como Actuario de Seguros (murió en un desgraciado accidente de moto) y otro destacado alumno que no se resignaba con sus titulaciones de Peritaje y Profesorado Mercantil y se encontraba en Madrid continuando sus éxitos estudiantiles en la Universidad, era vecino y se llamaba, se llama, Florencio Lasaga.
Estos recuerdos acudían a mi mente cuando acudí a una grata comida, invitado por aquel modelo de don Segundo (Segundo Gangoitia, hermano marista) que, confirmando los lejanos vaticinios, alcanza hoy primacía en el mundo empresarial. Pocos años después de aquellas menciones ejemplarizantes del Patrón (así motejábamos al recordado profesor marista por su frase: “donde hay patrón no manda marinero”), en 1959, el audaz empresario autodidacta, fundador y presidente de El Corte Inglés, don César Rodríguez, a sus 78 años, precisaba de savia joven y bien formada técnicamente para llevar a cabo sus proyectos expansivos. Don César no había escuchado aquellas frases laudatorias del fraile premonitorio, pero una sola entrevista sirvió para que captase tanto la amplitud de conocimientos como la personalidad y talante del joven Florencio que, contando 25 años, era inmediatamente situado como destacado ejecutivo a la vera del sobrino y heredero del patriarca, Ramón Areces, entonces director general en el primer gran establecimiento que la empresa familiar realizó en Madrid.
Tres años después de aquel inicio de colaboración con la gran empresa familiar, se producía el comienzo de la eclosión con la espectacular instalación en la barcelonesa Plaza de Cataluña, principio del galopante e ininterrumpido desarrollo, tanto en establecimientos (hoy se acercan a 250) como en diversificación de servicios y actividades, hasta situarse en el ranking actual como primera empresa de distribución en Europa y tercera a nivel mundial, logro en el que Lasaga ha sido importante pilar, permanentemente situado a la diestra de los sucesivos presidentes.
El empresario maestro Hombre extremadamente sencillo, discreto y ajeno a ostentaciones, es traicionado por las hemerotecas y estadísticas que nos delatan su excepcional participación empresarial presentándolo siempre ante los hechos más relevantes afrontados por la compañía. En 1969, entra a formar parte del consejo de administración a cuyo cargo y confiando en sus excepcionales capacidades le van sumando responsabilidades de administración y control en las múltiples empresas relacionadas con el gigante, llegando a intervenir simultáneamente, bien como presidente, consejero delegado, consejero o administrador solidario nada menos que en 43 entidades, dándonos la medida de sus excepcionales condiciones de conocimientos, capacidad de trabajo y dedicación empresarial.
De él escribía el ex ministro de Educación y Ciencia y ex presidente de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza: “Cuando en los consejos de administración surgía algún planteamiento, el presidente Isidoro Álvarez a quien primero miraba era a Florencio Lasaga?”. Y así, el inigualado equipo ha llegado a la creación de un imperio que entre sus grandes cifras empresariales cuenta con el récord de especial valoración en todo momento que es la creación de empleo, con cifra que se acerca a los 100.000 directos (más de un millar en nuestra Navarra), a los que habría que sumar los inducidos por actividades colaterales y que la sitúa como primera empresa del Estado en creación de puestos de trabajo.
El protagonismo de Lasaga en tales consecuciones vino ratificado por la noticia que nos llegó en vísperas de la agradable reunión en Oronoz. El consejo de administración, por unanimidad, le nombraba presidente de la Fundación Areces, hasta el presente en manos de los presidentes propietarios al representar la mayoría accionarial y, por tanto, llave determinante para las grandes decisiones de la compañía. Ante tan abrumadora biografía, que forzosamente representa una imprescindible dura lucha en el mundo de intereses materiales, conmueve comprobar que permanece intacta su “caja fuerte” de sentimientos y nobles afectos que vuelca en el Baztan-Bidasoa de sus orígenes.
Maestro de empresarios Raro será el empresario bidasotarra que en el inicio o desarrollo de sus actividades no haya recurrido a su opinión y tutela recibiendo siempre consejos, ánimos y conciertos apoyando el desarrollo de las iniciativas de la cuenca conducentes a riqueza y empleo. Asimismo, raro será el ex alumno del oronoztarra Colegio de San Martín que precisando de una entrevista no reconozca que la referencia de aquella común fuente de educación fue su mejor tarjeta de presentación.
Así se comprende que ante su febril actividad que le hacen permanentemente ocupado, dos fechas son sagradas en su agenda: en el mes de junio la reunión de exalumnos del Colegio de Oronoz y en agosto, en el entorno del día de la Virgen, fiestas del mismo pueblo, reunión con aquellos empresarios que a él recurrieron, y que él mismo propicia como fomento de su amistad y seguimiento de sus actividades. Y aquel fraternal ambiente había de traernos forzosamente recuerdos de hace medio siglo cuando el sabio Don Segundo fundó aquel Día de la Pelota en que la exaltación de su deporte favorito era también excusa para reunir a sus alumnos a los que, tras partidos jugados por los ases del momento y comida amenizada por el genial cómico Pello Kirten o el acordeonista Bengoa, repasaba las largas mesas interesándose por las mens sanas y desarrollo vital de sus discípulos.
Así veo yo a Florencio Lasaga, recorriendo a los postres aquella larga mesa ocupada por empresarios fabricantes que, desde Baztan, Bertizarana o Cinco Villas, jalonan el Bidasoa con inquietudes creadoras y a los que él, al igual que nuestro antiguo profesor, atendía y seguía preocupándose por su continuidad. Aquello se llamó el Día de la Pelota del Hermano Segundo. Y estas reuniones propiciadas por el altruista Lasaga bien podrían denominarse el Día de los Empresarios Bidasotarras de Florencio Lasaga.
La historia de nuestra cuenca del Baztan-Bidasoa cuenta con un extenso listado de sobresalientes economistas, hacendistas y comerciantes, desde aquel Jerónimo de Ustariz con su tratado Teoría y práctica del Comercio, a los baztaneses Goyeneche, Iturralde, Muzquiz o Garro, regidores de la Hacienda del Estado durante el siglo XVIII, continuando con los grandes comerciantes, Ustariz, Arizcun, Elizalde, Aincinena, Echeverría, etc., quienes, desde Cádiz, Madrid y Ultramar dominaron el comercio hasta la primera mitad del XIX.
Hoy puede sumarse a la lista Florencio Lasaga, hijo precisamente del pueblo de Oyeregui, donde nuestro río deja de llamarse Baztan y se hace Bidasoa. No renunciamos a verle en el merecido descanso recorriendo en familia los caminos de su Bertizarana, sus aperitivos en el Karrika elizondarra, y en la etapa jacobea de Amaiur a Elizondo que damos en llamar “de los economistas” por cruzar tantos solares de los prohombres que le precedieron entregando su vida a la ciencia económica que, por búsqueda de enriquecimiento social, es justamente denominada Ciencia del Bienestar. Que así sea.
(*) Licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales. Exdirector de Ventas y Red Comercial de Almacenes de Altos Hornos de Vizcaya-Laminaciones de Lesaka.