“Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. (Salvador Allende: Presidente de Chile (1970-1973). Asesinado el 11 de septiembre de 1973 durante el miserable alzamiento militar comandado por el golpista asesino Augusto Pinochet.

Hoy hace 43 años, el tiempo pasa pero la razón y el recuerdo perduran por siempre jamás, igual que la figura señera de un hombre, Salvador Allende, ejemplo de dignidad que, pudiendo hacer lo que tantos otros sátrapas y dictadores miserables que huyeron impunes para continuar viviendo como dios, permaneció firme en el Palacio de la Moneda hasta dar la última gota de su sangre por su pueblo. El presiden te Salvador Allende Gossens, de orígenes vasco y catalán, nació en Santiago de Chile (1908) lo que no es otra cosa que pura circunstancia, y falleció, se inmoló antes de rendirse a su propio ejercito, del que era máximo mandatario igual que de su nación, y caer en las sucias manos de quienes, en general, casi siempre no acaban siendo otra cosa que traidores a la patria y al pueblo que les paga y a los que dicen servir.

Su último discurso, pronunciado por las ondas de Radio Magallanes hasta que fue silenciada por la aviación nacional, es un ejemplo humano que le sobrevivirá por siempre. “Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”, fueron algunas de sus últimas palabras, y concluyó: “Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.

La dictadura de Pinochet dejó más de 3.000 muertos, y otras 37.000 víctimas que sufrieron cárcel y torturas. Los tribunales mantienen todavía abiertas 350 causas por desapariciones, torturas y encierros ilegales que datan del período dictatorial e involucraron a unos 700 militares y agentes civiles. Hizo su trabajo, asquerosamente, repugnantemente inducida, apoyada desde el exterior y, por descontado, muy bien pagada; todavía colean los juicios por los millones de dólares que (todo por la patria) se robaron él y su familia. El país, uno de los de más larga tradición democrática de América Latina, va recobrando su pulso. En la memoria, hoy y siempre, nos queda la huella de un hombre honesto y digno: Salvador Allende. - L.M.S.