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Ripagaina late con un corazón ‘skater’

Daniel González y Jonathan Merchan son dos ‘skaters’ con un objetivo. El Kioskate, su centro de operaciones y la excusa perfecta para crear escuela y difundir su pasión

Ripagaina late con un corazón ‘skater’JAVIER BERGASA

RIPAGAINA. Cuando tenía 9 años, Daniel González sintió por primera vez la adrenalina galopando desbocada por sus venas mientras derrapaba con sus patines por las pistas del bowl

El bowl de Ripagaina es su centro de operaciones y el Kioskate, el lugar perfecto para reponer fuerzas tras una intensa sesión en la pista. “En verano regentamos el kiosco y también damos clases de skate a txikis y adultos”, explica Daniel, que durante los últimos meses ha enseñado “a 20 txikis de 5, 10 y 14 años” por las mañanas y clases particulares “a una chica de 35 años”, todas las tardes.

“Los niños y niñas se lo pasan teta en el bowl”, resume este rider de 25 años. Y es que, tanto Daniel como Jonathan tratan de “hacer las clases divertidas para que estén receptivos a nuestras enseñanzas”. “Solemos hacer muchos juegos como, por ejemplo, el pilla pilla, que es muy útil para que se acostumbren y aprendan a manejar la lateralidad de la tabla. Además, al ir en patín tienen que darle a la pata para moverse y así también aprenden a coger impulso”, destaca González, recalcando que los txikis “tienen que aprender que el patín es parte de ellos”.

Así, una de las primeras nociones que descubren los futuros riders nada más comenzar es el ollie, un movimiento básico. “Es un movimiento en el que tanto el skater como la tabla saltan en el aire, permaneciendo en contacto durante el salto”, apunta González sobre este truco fundamental en esta disciplina. No en vano este movimiento es la base para otros trucos más avanzados y que entrañan mayor dificultad como el kickflip (el skater golpea el patín para que gire 360º sobre sí mismo en el aire) y el heelflip (similar al kickflip, pero en este caso la tabla gira hacia adelante).

“Luego, cuando tienen más seguridad, empiezan a tirarse de las rampas. Al principio van mucho más seguros si les ayudamos, pero poco a poco se van soltando”, señala el rider, que no duda en apuntar que “cuando decides practicar este deporte, ya sabes que te vas a caer”. Por eso mismo, y como medida de protección, todos los txikis van con rodilleras, coderas, manoplas y casco. “Es muy importante que vayan protegidos. Y, si no lo pueden traer de casa, nosotros tenemos algunos que les podemos prestar. También tenemos algún skate para aquellos niños o niñas cuyos padres no puedan permitirse el comprarles uno pero quieran aprender”, explica este experimentado skater. Además, a la hora de las inevitables caídas, las protecciones se convierten en grandes aliadas de los riders. “Al caerse, nosotros les enseñamos a apoyarse en las zonas que tienen protegidas para no hacerse daño”, señala González.

Sin embargo, lo que es inevitable es “meter horas”. “El que te salgan más o menos trucos depende de ti, del empeño que pongas y de las horas que practiques”, recalca este profesor de skate, para quien todo merece la pena cuando logra ejecutar un truco que lleva horas ensayando. “Esa satisfacción es difícil de explicar”, confiesa este vecino del Ensanche.

beneficios Al practicar con la tabla, los txikis trabajan la coordinación y el equilibrio, pero también otros aspectos como el compañerismo o la deportividad. “Además, nosotros tratamos de que no digan palabrotas. Tenemos una norma por la que cada vez que alguien dice una palabrota, tiene que dar unas cuantas vueltas corriendo al skate”, puntualiza entre risas Daniel, que destaca que “luego tenemos que cumplirlo para que se lo tomen en serio”.

cultura ‘skater’ A pesar de lo que pudiera parecer, “en Pamplona no hay tanta cultura skater como en otras localidades”. Algo que en parte se debe a que “aquí no se hace ningún esfuerzo por potenciarlo”. “En Pamplona no tenemos una escuela en la que los txikis puedan aprender ni tampoco pistas cubiertas para poder practicar este deporte en invierno. Es más, en el centro de Pamplona solo hay una pista y tiene más de quince años. Además, nunca se han practicado labores de mantenimiento y está llena de agujeros y grietas. Si a las velocidades que vamos, un día a alguien se le queda enganchada una rueda ahí, puede matarse. Además, ese suelo es todo lija”, denuncia Daniel González.

Sin embargo, el futuro del skate en Navarra no es tan negro. Ya que, desde hace cuatro años, el bowl de Ripagaina acoge el Bowl Jaiders, un campeonato al que se acercan riders de otras comunidades y que, año tras año, va ganado popularidad. “La última edición estuvo muy bien, aunque tuvimos que retrasarlo por culpa de la lluvia y al final coincidió con otro campeonato del País Vasco y no vinieron tantos competidores como esperábamos. Pero, a pesar de todo, el ambiente fue muy bueno y la gente nos felicitó por la organización”, resume Daniel, que ya se está preparando para volver el próximo verano al Kioskate con energías renovadas.