pamplona - El sonido del martillo al golpear contra la herradura resuena en el ambiente. Emilio Marín, natural de Azagra, empuña el martillo con la soltura propia de quien ha pasado media vida haciéndolo. Poco a poco, este maestro herrador va moldeando la herradura a su antojo. “Yo llevo 28 años herrando. Comencé en este mundo porque me gustaban mucho los caballos, pero, en aquellos tiempos, no tenía muchas posibilidades de acercarme a este mundo y esta era la forma perfecta de poder pasar tiempo con ellos”, confiesa Emilio, que aprendió este antiguo arte con los mejores maestros de Francia y Barcelona y es miembro de la Asociación de Herreros de Catalunya. Mientras habla, Emilio ya ha dado la forma correcta a la herradura y se dirige hacia Zairo, un tranquilo caballo blanco, para comprobarlo.
“Este método de herraje se conoce como herraje a fuego. Y consiste en que, una vez que has preparado el casco del animal y has recortado lo que sobra del casco, se posa la herradura rusiente, al rojo vivo, para que se asiente mejor y se adapte perfectamente a la fisionomía del animal”, explica Marín mientras coloca la pata del animal entre sus piernas. “A Zairo no le duele. Para un caballo el casco es como las uñas para las personas, por lo que, aunque lo recorte o le apoye la herradura caliente no siente nada. Además, si le doliese, Zairo no dudaría en quitar el pie”, comenta Susana, hermana del dueño del ejemplar, mientras lo acaricia para tranquilizarlo.
Una vez hecha la comprobación, Emilio vuelve al yunque para “terminar de moldearla”. Tras algunos martillazos más, este maestro herrador obtiene el resultado buscado e introduce la herradura en un cubo con agua para que “se enfríe”. “Con este sistema se consigue un ajuste más perfecto al casco del animal”, apunta Marín, al tiempo que se sube a la parte trasera de su camioneta para coger algunos clavos.
Con la herradura ya fría, Emilio vuelve a sujetar la pata de Zairo y termina de repasar el casco, quitando los bordes y preparándolo para colocar la herradura. Una vez hecho esto, procede a clavar cada uno de los clavos con una estudiada precisión. “Cuando la herradura ya está sujeta, doblo la punta de los clavos hacia dentro, para que el caballo no se haga daño”, señala.
herramientas “Lo que yo suelo usar son el martillo, el yunque, unas tenazas para sujetar las herraduras calientes y para recortar el casco, el horno y una lima para pulir la superficie antes de colocar la herradura”, explica Marín, que guarda todos estos útiles, horno incluido, en su camioneta. Y es que la parte trasera del vehículo está organizada para transportar todos los elementos necesarios, desde los clavos al horno.